Franco Vielma - Misión Verdad - Foto: The National.- El tema político en Venezuela está muy encendido por estos días, pues tiene un acelerante particular: la gasolina.


Como pocos temas tan sensibles, este tiene un proceso de combustión único, siendo el alma de una cultura del automóvil erigida sobre el preciado líquido que es virtualmente gratis y surtido a granel para el consumo nacional.

En los años 2009 y 2011 las refinerías venezolanas fueron objeto de importantes inversiones, ampliándose incluso la capacidad de la refinería Cardón en el Complejo Refinador de Paraguaná (CRP) hasta en un 15% de su capacidad.

Por estos tiempos el argumento de la “desinversión” en las refinerías es usual, muy repetido desde ambos lados del cuadro político de Venezuela, pero es un señalamiento que desconoce los procesos de refinación en este país.

Las refinerías venezolanas son réplica del esquema de refinación estadounidense, provistas con tecnología estadounidense y dependiente de sus proveedores.

Aunque en años anteriores las instalaciones de refinación fueron objeto de importantes mejoras, estas se hicieron mediante adiciones tecnológicas con patente estadounidense, sujetas a sus proveedores.

Es habitual que quien desconozca los procesos de refinación asuma que una refinería repotenciada en 2009 ó en 2011 estaría operativa plenamente al día de hoy. Una ingenuidad propia del desconocimiento generalizado de la población sobre estos procesos.

Lo cierto es que una refinería necesita piezas, refacciones, equipos, al mes, a los tres meses o a los seis meses, en un proceso constante de mantenimiento operativo.

Aunque el bloqueo se hizo oficial en 2017, ya desde antes los proveedores estadounidenses se resistían a vender equipos a las ya viejas refinerías venezolanas. Lo que ha ocurrido desde hace tres años es que los trabajadores venezolanos han repotenciado, adaptado, refaccionado y hasta fabricado algunos equipos en los talleres de PDVSA, pero no ha sido así con equipamiento altamente sofisticado y sensible a los procesos de refinación.

En otras palabras, la realidad de la dependencia tecnológica histórica nos alcanzó en tiempos de bloqueo.

Pero mientras esto ocurría en las entrañas de PDVSA, en esa cosa ambigua que llamamos “la opinión pública” se decía que las sanciones eran “contra Maduro”.

Bastaba un tweet de Julio Borges para que una parte obcecada del país asumiera que Maduro era el único sancionado. A fin de cuentas, la gasolina seguía fluyendo. “¿A quién le importa? A la mierda Maduro, tanque full de 95”.

El asfixiante pero adictivo olor a gasolina

Aunado al déficit de equipos, vinieron las restricciones para la compra de aditivos, como el etanol, que nunca se fabricó en el país y que existe en nuestra gasolina desde que en 2006 la gasolina con plomo saliera del mercado venezolano.

Ante paradas prolongadas en refinerías por mantenimiento mayor, que no es otra cosa que el drama de la refacción y sustitución de equipos obsoletos, y ante las restricciones al acceso de aditivos, PDVSA acudió a la compra internacional de gasolina.

Una paradoja en un país petrolero que solo tiene explicación en el bloqueo y sus derivaciones, diga lo que diga cualquier indignado que apenas hoy se percate que estamos bloqueados desde hace años.

Los consumidores de gasolina en Venezuela jamás entendimos el andamiaje de maniobras que PDVSA tenía que lidiar para que siguiéramos surtiéndonos de combustible. Y así lo hicimos durante estos años.

CITGO, que por estar en suelo estadounidense podía adquirir a nombre propio algunos equipos para enviarlos al país, nos fue arrebatada en 2019. Los dividendos de CITGO, como los equipos, como la gasolina, que muchas veces enviaron al país, quedaron lejos de nuestro alcance. Todo eso se lo quedaron los gringos, por más que lo niegue Juan Guaidó y su séquito.

En 2019 Washington, por medio de Elliot Abrams, hizo público que iban tras la cacería de barcos que iban a Venezuela con suministros de toda índole, entre ellos los que estuvieran vinculados a la actividad energética venezolana.

“Les pedimos que no hagan eso”, matizó Abrams sobre las presiones a empresas. Pero no muchos prestaron atención, pues aquello parecía otra “alharaca chavista”, aunque viniera del propio funcionario estadounidense.

Lo cierto es que la gasolina tiene un olor tan políticamente asfixiante y adictivo, que nos drogamos con él al punto de perder el sentido de la realidad-país que tenemos ya años lidiando, pues han surgido ingenuidades de lado y lado, que desembocan en la tragedia del malestar generalizado y la asignación indiscriminada y muy mal ponderada de culpas.

El chavismo ha asumido que el bloqueo existe y nos puede afectar en unas cosas sensibles, pero en otras no. Pero en la oposición el resultado es más trágico.

El antichavismo se encargó de propagar la idea de que el bloqueo solicitado y celebrado por ellos mismos, no existía.

En resumidas cuentas, el resultado de toda esta fatalidad es que la afirmación de que las sanciones nunca fueron contra Maduro alcanzó a aquella parte del país que se ha negado a entenderlo. Los alcanzó de la manera más trágica, en una cola por gasolina en plena pandemia del Covid-19 con un inclemente sol a cuestas.

Y para colmo, aunque la realidad se les ha puesto al frente, muchos aún no tienen idea de lo que pasa o se resisten a creer que ellos mismos son el retrato de como luce un sancionado real del gobierno estadounidense.

La gasolina de Irán, más gasolina para el carro y más leña para el fuego

El nombre de la nación persa en la cuestión de la gasolina en Venezuela apareció hace semanas, cuando un avión desde Teherán aterrizó en Punto Fijo y no en Caracas.

Trascendió que se trataba de una llegada de equipos para incorporarlos a la refinería Cardón. Reuters afirmó que sería el primero de un grupo de vuelos directos que traerían equipos para las refinerías venezolanas.

Trabajadores del CRP de Paraguaná tenían semanas trabajando en un proceso de adecuación tecnológica. Al parecer, las tecnologías iraníes son parcialmente compatibles con las tecnologías de refinación en Venezuela, pues se trata de adaptaciones persas a tecnologías francesas. Los resultados de todo este proceso están por verse.

Justo ahora hay cinco buques con gasolina y aditivos que han levantado la bandera iraní pasando por el Estrecho de Gibraltar, en las narices de buques militares estadounidenses en el Mediterráneo, y vienen rumbo a Venezuela.

La sentencia es clara. Si los estadounidenses tocan uno de esos barcos en el Caribe, los iraníes tomarán barcos estadounidenses o de sus aliados en el Estrecho de Ormuz. Este hecho es un hito por su relevancia geopolítica, pues es un desafío abierto de Irán a la Administración Trump.

Mientras tanto, en una cola en espera por gasolina en Venezuela, algún consumidor antichavista espera por ser beneficiado con gasolina cortesía de otro país del “Eje del Mal”.

Normalmente a ellos no les molesta la gratuita gasolina venezolana pese a su olor de “dictadura castrochavista”, así que podemos estar seguros que tampoco les va a importar tanto la gasolina persa. Que sigan esperando.

La épica gasolinera y política “made in Venezuela”

Admitamos que los tiempos de la “normalidad” del Estado rentista petrolero venezolano se han esfumado como los conocíamos, y en esto el bloqueo estadounidense tiene mucho que ver. Ello implica que la lógica sociocultural gasolinera también se irá al traste.

A Venezuela le esperan otras nuevas temporadas de la seria mal llamada “El bloqueo es contra Maduro”, pero a diferencia de una serie de Netflix no podremos ver todos los capítulos de un zarpazo. Hay que esperar a ver qué pasará y eso le dará una alta dosis de suspenso y ansiedad al asunto.

Refaccionar las refinerías con nuevas tecnologías, los vaivenes en los aditivos, la llegada de gasolina a puertos y finalmente los vaivenes en el suministro en las estaciones de servicio estarán a la orden del día hasta que el país logre restaurar la capacidad de refinación interna.

Pero la épica política gasolinera sí tiene toda la trama expuesta y es en realidad agria. De hecho, tiene alcance internacional.

Las colas por gasolina son logros de la gestión de Guaidó en su presidencia del bloqueo en Venezuela, pero son un logro de Trump en la hoja de ruta hegemónica estadounidense para desmantelar el chavismo y tomar los recursos venezolanos.

El endurecimiento del bloqueo también tiene otras denominaciones más miserables.

Un viejo gordo anaranjado en EEUU pretende reelegirse presidente, necesita del voto de las diásporas cubanas y venezolanas en Florida, que además son adineradas y le aportan a su campaña.

Entonces hay que asfixiar países enteros para que ese séquito de privilegiados expatriados se sientan representados por el presidente más mediocre de la historia estadounidense.

En esta trama no vale el “telodijismo” ni la verborrea de “lo que pudo haber sido”. Lo que es, ya fue. El bloqueo está en Venezuela tan palpablemente que sus dimensiones son inocultables.

Quisiéramos ver hasta dónde la dirigencia antichavista es capaz de administrar su discurso, para apelar a la desinformación, estupidez y fanatismo político de sus seguidores, para convencerlos de que el bloqueo no los afecta y que la oposición venezolana no es responsable de ello.

Lo único que ha surgido de la oposición venezolana es que los envíos desde Irán no tienen su autorización. Es como si colaborasen con EEUU dándoles marco legal para que continúen la asfixia.

Con auspicio estadounidense lograron reeditar mediante el bloqueo los tiempos del sabotaje petrolero de 2002–2003. Viejos métodos en nuevas presentaciones. Pero ya sabemos el resultado de aquella historia en aquellos años. Así que veremos.

 

Washington avanza en su objetivo de dejar a Venezuela sin combustible: esta vez apunta contra buques de Irán

Misión Verdad

“Consenso en el Capitolio: No es momento de bajar la guardia con Venezuela”, así titula el medio gubernamental de Estados Unidos, Voz de América (VOA), un artículo referido a la postura de factores políticos estadounidenses luego de la incursión marítima fallida para derrocar al presidente Nicolás Maduro el pasado 3 de mayo.

El reporte de VOA incluye la opinión de figuras políticas tanto del ámbito demócrata como republicano que están arraigadas en Florida, estado de la Unión donde históricamente el enfoque de línea dura e intervencionista contra Venezuela (y Cuba después de los años 60) es un consenso bipartidista.

El hecho es que la catástrofe de la Operación Gedeón encomendada por Juan Guaidó y Washington a la empresa de mercenarios Silvercorp, ha generado todo tipo de reacciones en Estados Unidos.

Hace varios días, tres senadores demócratas de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado mostraron su descontento con el tratamiento confuso y esquivo dado por la Casa Blanca en torno a la Operación Gedeón. La negación de Washington fue de todo menos convincente.

Incluso Trump afirmó: “Si alguna vez hiciese algo con Venezuela no sería así. Sería muy diferente, una invasión”.

“O el gobierno de Estados Unidos no estaba al tanto de estas operaciones planeadas, o estaba al tanto y permitió que se llevaran a cabo”, afirma la carta pública de los demócratas enviada al secretario de Estado Mike Pompeo, al fiscal general William Barr y al director interino de inteligencia nacional, Richard Grenell.

Según cita VOA:

“la misiva, que también lleva las firmas de los senadores Tim Kaine y Tom Udall, cita cláusulas en la Ley VERDAD que promulgó Trump a finales de 2019. La ley afirma que la política de Estados Unidos es la de respaldar el diálogo diplomático”.

Aunque a nivel del Congreso estadounidense, es decir, de “la política nacional”, la cuestión venezolana representa un arma arrojadiza de los demócratas y republicanos, en Florida la escala de prioridades (sobre todo las electorales) cambia.

El voto en el estado costero representa un swing state de cara a la reelección de Trump y el voto está fuertemente polarizado e influido por el devenir del golpe en Venezuela. Esto ha provocado que la situación en Venezuela sea tratada como una circunscripción electoral de Doral, donde los actores políticos compiten por la vanguardia de la línea dura antivenezolana.

A su vez, los políticos de Florida (el que más destaca es el baby neocon Marco Rubio) han reorientado la política exterior estadounidense en función de sus ambiciones electorales en el corto plazo.

Convirtieron el derrocamiento de Maduro en una expectativa electoral, y ahora se ven obligados a exigir, diariamente, una presión más elevada de la Administración Trump para sostener el impulso mediático de cara a la elección presidencial de noviembre.

El uso de Venezuela en este marco ha servido también como una oportunidad política para las carreras políticas de algunos.

Por ejemplo, el republicano Marco Rubio alcanzó velozmente una posición de intermediario entre la política exterior de la Casa Blanca y la región latinoamericana, haciendo uso de su puesto como senador y de las conexiones políticas con figuras de la ultraderecha venezolana.

En tal sentido, han sido los actores políticos republicanos y demócratas de Florida quienes han empujado las líneas maestras de la guerra híbrida aún vigente contra Venezuela: el escalamiento de sanciones, la falsa imputación de Maduro y otros líderes por “narcoterrorismo”, las maniobras de intimidación militar del Comando Sur y la protección del dueño de Silvercorp, Jordan Goudreau, quien tenía su base de operaciones en Florida mientras avanzaba la Operación Gedeón.

Pero el fracaso de la incursión dejó a muchos de estos actores en aprietos. Sobre esto VOA relata que:

“según el republicano Mario Díaz-Balart (congresista), persiste el consenso bipartidista sobre la causa de Venezuela, alineado con la estrategia de máxima presión de la propia Casa Blanca. Pero tenemos que hacer más, reconoció Díaz-Balart”.

Díaz-Balart no perdió la oportunidad de informar cuál sería el próximo movimiento para reacomodar la estrategia post Operación Gedeón, mientras en paralelo Marco Rubio también presiona por la incorporación de Venezuela en la lista de estados patrocinantes del terrorismo de Estados Unidos.

“Respecto a la relación de Maduro con el gobierno iraní, Díaz-Balart aseguró que la Casa Blanca conoce del tema y que los gangsters a través del mundo están tratando de ayudar a ese régimen (…) Nunca podemos bajar la guardia. Hay que siempre estar en la forma de agresividad porque es para la seguridad nacional de Estados Unidos, y, también, para la causa de libertad de Venezuela”, reseñó VOA.

Días antes de estas agresivas declaraciones, la agencia Reuters confirmaba que “al menos un tanquero que transporta combustible cargado en un puerto de Irán zarpó hacia Venezuela (…) lo que podría ayudar a aliviar la aguda escasez de gasolina del país sudamericano”.

Se trataría del buque Clavel de bandera iraní y forma parte de la asociación estratégica entre ambos países sujetos a sanciones petroleras. Reuters complementa afirmando que

“Desde abril, varios vuelos desde Teherán han suministrado materiales a Venezuela para reanudar la unidad de craqueo catalítico de la refinería de Cardón, operada por la estatal PDVSA y con capacidad para procesar 310.000 barriles por día”.

Al día siguiente, un funcionario estadounidense bajo condición de anonimato le confirmó a Reuters que “Estados Unidos está considerando qué medidas tomar en respuesta al envío de combustible de Irán a Venezuela”, o lo que es lo mismo, aplicar represalias y un endurecimientos de las sanciones asfixiantes a la economía de Venezuela e Irán.

Desde Irán está amenaza fue respondida. La Agencia de Noticias Nour del país persa advirtió que habrá repercusiones si Estados Unidos bloquea los buques cisternas de bandera iraní que transportan combustible a Venezuela.

Siguiendo esta declaración, es posible que más de un buque cargado con gasolina esté próximo a cruzar el atlántico rumbo a Venezuela.

La amenaza de una represalia estadounidense producto de este envío de combustible, describe fielmente cómo la agenda de sanciones ilegales de Washington (empujada desde Florida) persigue la agudización de la crisis económica en tiempos de Covid-19.

El anuncio de medidas para obstaculizar que Venezuela pueda disponer de gasolina, tiene efectos negativos sobre la producción de alimentos, el comercio de productos básicos y la capacidad de movilización de las personas y de las instituciones de salud para atender la pandemia.

Mientras los empresarios venezolanos piden una reactivación económica, EEUU busca bloquear este envío de gasolina para impedir que se retomen, paulatinamente, las actividades del país.

La política suicida de sanciones está dejando claro quien coloca los obstáculos para recuperar nuestra economía en una etapa post Covid-19.

En términos concretos, la pretensión de Washington es una chapuza legal. El intercambio petrolero entre Irán y Venezuela no está sujeta a la autorización de Washington, por lo que las acciones anunciadas implican una nueva agresión a la soberanía de la República Bolivariana de Venezuela.

Estas informaciones han destruido las recientes declaraciones de James Story, vinculado a la Operación Gedeón según el presidente Maduro y nominado hace poco Trump para asumir la embajada gringa en Venezuela.

A principios de abril, Story afirmó que:

“Los problemas que tiene Venezuela, como por ejemplo el de la gasolina, no es por un bloqueo naval -que no existe-, o porque las medicinas no llegan por las sanciones. Es por el mal manejo de la economía y de la corrupción”. Según reseñó Tal Cual, Story “recordó que las medidas que pesan sobre empresas estatales y sobre funcionarios no impide la compra de alimentos y medicinas”.

Estas aseveraciones de Story han quedado como una farsa, ya que públicamente se anuncian represalias para evitar el envío de gasolina, un insumo clave para sostener el transporte de alimentos, medicinas y de pacientes de Covid-19 en Venezuela, pero también para alimentar las plantas eléctricas de hospitales y centros de atención integral.

En esta declaración de propósitos, Estados Unidos deja ver que el bloqueo es su herramienta preferida para perjudicar a la sociedad venezolana.

Al parecer estar tanteando la opinión pública y calculando las condiciones para llevar a cabo un bloqueo naval parcial y flexible, aprovechando el despliegue aeronaval repotenciado del Comando Sur por el Caribe anunciado por Trump a principios de abril.

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