Las revelaciones aparecen en un artículo en ese diario el domingo 13 de mayo, del escritor David Talbot, sobre su libro Brothers: The Hidden History of the Kennedy Years, editado en estos días por la afamada firma Simon and Schuster.
Robert Kennedy había aprendido que en Washington lo mejor era guardar secreto cuando se trabajaba en algo importante. Por eso desinformó durante varios años, diciendo en público que ninguna investigación traería a su hermano de regreso. Pero, en realidad, desde esa misma tarde del magnicidio, es posible seguir la pista de su investigación, ya que comenzó enseguida a utilizar frenéticamente el teléfono desde su casa en Hickory Hill, y a convocar allí a sus ayudantes principales, para reconstruir los hilos del crimen.
En el siniestro mundo de espías, pandilleros y terroristas cubanos de Miami, fue donde Robert Kennedy rápidamente acumuló sus sospechas el mismo 22 de noviembre. En los años sucesivos hasta su propio asesinato, el cinco de junio de 1968, pudo reunir un impresionante cuerpo de evidencias que sustentan por qué se sintió obligado a mirar en esa dirección.
Recientemente fue descubierto que el grupo de oficiales CIA sospechoso del asesinato del Presidente, estaba presente, más allá de sus funciones, en el hotel donde fue asesinado Robert Kennedy, el candidato seguro a ganar la presidencia.
Concluye el diario que cuando se recuerdan tantos otros inconfesables crímenes de la pandilla del CIA-GATE, se comprende mejor que Posada Carriles, también sospechoso en el asesinato de Kennedy, que estaba ese día en Dallas y es señalado por el Informe del Congreso que lo investigó, pueda chantajear a George Bush hijo, concluye el artículo.