Malime - Insurgente.- Durante la visita de Condoleezza Rice a Madrid se han tratado, sin discrepancias, diversos temas que en general preocupan al sistema capitalista imperialista, según el embajador gusano en España. Donde no ha habido unanimidad ha sido en el tema de “la transición hacia la democracia en Cuba”.


Desde el comentario realizado por el embajador en su entrevista a RNE, pudimos oír que no había discrepancias de fondo sobre esa “necesidad democrática” cubana, sino sobre las formas de cómo mejor realizar la intervención en los asuntos internos de Cuba para forzar su retorno al orden capitalista. 

Según las manifestaciones del embajador, él y su jefa se quejan de que el gobierno de España no se implique más en el apoyo a la llamada disidencia. Desconocemos las argumentaciones de ZP sobre cómo apoyar el proceso de “transición”, que como podemos observar, sin dejar de mantener “discretos” contactos con la gusanera, dice que mantiene contactos con el propio gobierno cubano y, según dicen, da buenos resultados, destacando que con ellos han conseguido la liberación de algún “disidente” encarcelado. Pero con un poco de imaginación es de presuponer cuál es su visión maquiavélica sobre la tan esperada transición.

Como gestor del orden capitalista, desde su partido-obrero-socialista, la estrategia pasa por intentar generar en el pueblo cubano la confusión que genera entre los trabajadores españoles, con su “España va bien” económicamente, sin extenderse en ir al fondo material de esa “buena” economía, no decir cómo se produce el reparto de la gran tarta económica, cómo los grandes beneficios van a la oligarquía financiera y empresarial española, cada vez más imperialista, mientras que es más insegura la vida para los que sobreviven desde el único bien que poseen, la venta de su fuerza de trabajo en el llamado mercado laboral, fuerza material del ser humano que vende y se compra como cualquier otra mercancía, regulada por las perversas e inhumanas y sacralizadas leyes del mercado. Su visión de contribuir a que la inversión capitalista en Cuba se incremente sobre todo en aquellos temas que, si bien procuran ingresos de divisas, con la influencia negativa del turismo consumista y su falsa imagen dañar ideológicamente al pueblo cubano, conseguir trasmitir al pueblo las bondades del “buen” vivir en el mundo capitalista, y así añorar el retorno a la “democracia” capitalista.

En la URSS, tras el fin de la guerra fría, se abrieron las fronteras y se dio un paso gigantesco al desarrollo turístico. Aquel pueblo, aparentemente identificado, por hacerlo electoralmente, con los gobiernos de turno comunistas, sin mayor formación ideológica y participación político-productiva, recibió una imagen que no conocía, gracias a unos turistas que los visitaban con sus vestimentas y objetos superfluos que les acompañaban, que chocaban con los escasos objetos de consumo que figuraban en los escaparates de sus tiendas. Hay que hacer una salvedad “escaparatista”: en las berioskas (tiendas para turistas) sí había abundantes objetos más o menos superfluos, pero sólo se podían adquirir con divisas, que los habilidosos aparatichis sabían conseguir.

Pero ¿de qué democracia con base material y objetiva hablan al referirse a Cuba?, ¿de la democracia que en el mundo capitalista nos mantiene en la inseguridad, en el reparto desigual de los bienes generados colectivamente gracias al trabajo social que todos los trabajadores realizan, a un reparto cada vez más desigual donde las desigualdades entre los más ricos y los más pobres se multiplican hasta el infinito. Una democracia insolidaria que exporta hambre, calamidades medio ambientales, invasión y destrucción de pueblos? ¿O de una “dictadura”, como así denominan ellos al referirse a Cuba, con una democracia cubana, solidaria y que con sus limitaciones desde el boicot económico y su compleja realidad material, exporta médicos, enseñanza hacia los países más pobres y necesitados?

Confían en un proceso de transición como el que se dio en el llamado Socialismo Real. Ellos más que nosotros sí tienen una comprensión marxista de lo que es la burguesía organizada como clase dominante, que da lugar a la democracia en abstracto y lo que tienen que hacer para que no haya una democracia proletaria. Una democracia abstracta que sin base filosófica materialista nos la trasmiten como la única posible. Una democracia que desde la desigualdad social y económica nos quieren presentar como la de hombres y mujeres verdaderamente libres, cuando es evidente que sólo ellos, los que tienen el poder, son los que gozan de su libertad para explotar y subyugar al conjunto del pueblo trabajador, a ellos desde el conocimiento objetivo de la realidad material y espiritual les permite mantenernos divididos y dispersos, sólo unidos como maquinitas en el proceso productivo, generando riqueza social que ellos cada vez acumulan más, pero nunca unidos ni participando de forma consciente, directa y permanente en el proceso político. Nunca habrá una verdadera democracia ni libertad desde la desigualdad económica, dadas las implicaciones sociales, educacionales y la agobiante lucha por la supervivencia que ello genera entre cada uno de los explotados.

El capitalismo, cada vez más, genera contradicciones insalvables, no sólo con los explotados, sino entre la propia burguesía, sobre todo la pequeña burguesía que se ve abocada en muchos casos a la proletarización. Esa filosofía primitiva que históricamente la humanidad ha venido practicando, basada en la competencia y la insolidaridad entre los seres humanos y la naturaleza, es la que sirve y permite a la clase social minoritaria mantenerse eternamente en el poder.

La burguesía, por ser una clase minoritaria, no puede permitir que la democracia sea real, directa y permanente entre todos los ciudadanos, que éstos, y sobre todo la mayoría social que es la trabajadora, puedan controlar y revocar en cualquier momento a los cargos electos a los niveles superiores de gestión político-administrativa-productiva. Necesitan dividir al ser humano en ser productivo y ser político. Unos seres humanos nacidos sólo para producir y otros para gobernar, aunque encubren esa falsedad antidialéctica del todo e indivisible del ser humano, permitiéndole el ejercicio del sufragio universal cada equis años.

Nos hacen creer que vivimos en democracia, sin darnos cuenta de que en esa forma de juego político limitado en lo participativo a realizarlo cada equis años sólo se cambien los gobiernos que se queman en el ejercicio de administrar el orden burgués, que se queman por no cambiar las causas profundas que lo genera, por no acabar con las contradicciones que genera la explotación del hombre por el hombre, que termine con el sistema que da lugar a ricos y pobres. Somos los propios trabajadores, los que desde nuestra ignorancia sobre el falso Estado Democrático impuesto, quienes legalizamos la legalidad burguesa acudiendo, sin mayor compromiso de lucha alternativa, a depositar el papelillo partidista en la urna.

La clase burguesa en el poder, una vez admitido por el conjunto de la sociedad la falsa división del ser humano creador político-productivo, que es la clase trabajadora, necesita generar la clase política con partidos y sindicatos “democráticos” a los que directa o indirectamente financia; unos, que conscientemente aceptan el falso juego democrático, y otros, que considerándose socialistas o comunistas aceptan ese juego prometiendo a los trabajadores que ganando el gobierno en las elecciones del Estado burgués, sin que exista previamente formas organizativas de poder alternativo, construir el socialismo, sin necesidad de preocuparse por la instrumentalización revolucionaria de los resquicios que dejan las instituciones burguesas, priorizando el contribuir a generar al mismo tiempo una alternativa de poder de los trabajadores verdaderamente democrática, donde, desde esa unidad dialéctica del ser humano político-productivo poder destruir el capitalismo, y desde donde los trabajadores poder recuperar toda su capacidad humana y creativa.

Los gobiernos de los países capitalistas, confían en que las manifestaciones  realizadas por el propio Fidel (17 de noviembre de 2005) sobre el peligro interior, cuya manifestación más evidente es el robo de trabajadores en empresas nacionales y el mercado negro existente en Cuba, realizado por elementos antisociales, se agudice y produzca una situación de crisis semejante a la que  tuvo lugar en la URSS. Confían en que la llamada disidencia cubana, apoyada por el imperialismo, llegado ese momento tome las riendas políticas y se produzca el retorno al capitalismo. Confían en que el partido y todo el entramado administrativo del Estado cubano degenere y caiga en el burocratismo extremo como sucedió en la URSS, donde el pueblo trabajador no sentía suyas las empresas, consideraba que eran del partido; un pueblo que veía cómo los aparatichis vivían cómodamente disfrutando de privilegios que ellos no tenían, lo que es interpretar el por qué finalmente este no hiciera nada por evitar la transición al capitalismo. Confían en que con la muerte de Fidel desaparezca el máximo baluarte vigilante de la revolución. Confían en que esos fallos denunciados por Fidel, desaparecido éste, pierda el dramatismo que él les dio, y que los dirigentes que lo sucedan no investiguen las causas reales que los provocan, confiar que se agudice el problema hasta el extremo de que los propios Comités de Defensa de la Revolución degeneren y no se atrevan a denunciar a los ladrones que roban y venden en el mercado negro.

Desprecian a los buenos revolucionarios existentes en Cuba, que son la mayoría, que no viven en el privilegio que les separe del pueblo como era en el caso del llamado socialismo real, o de la China actual donde pueden ser miembros del partido los capitalistas que lo soliciten, un país donde después de Japón es el principal inversor en fondos del tesoro del Estado yanqui, con más de 200.000 millones de dólares, y uno de los países con mayor reserva en esa divisa.

Como dijo Fidel la revolución depende de la defensa que hagan los propios cubanos, de la solidaridad y crítica constructiva y solidaria que desde afuera puedan hacer los pro-cubanos sinceros, no los pro-cubanos al estilo de los pro-soviéticos burocráticos de antes de la caída de la URSS. Las intrigas desde el exterior y mucho menos con la intervención militar directa, destruirá la revolución cubana, ya dieron muestra de ello en el intento de invasión en Playa Girón.

 

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