Canal Caribe.- En los últimos días, grupos de personas en Cuba se han manifestado, eventos que en algunos casos han resultado en actos vandálicos, y desde el exterior muchas voces han pedido una #IntervenciónMilitar que en teoría acompañe a los que protestan. Pongamos algunos de los hechos en contexto, para ello, nos acompaña esta noche nuestra periodista Cristina Escobar.


Persiguen una intervención militar contra Cuba

Miguel Cruz Suárez

Granma

Tras 60 años de espera y todo tipo de intentos que van desde el sabotaje, la guerra biológica, la agresión mercenaria por Playa Girón, las bandas contrarrevolucionarias y cuantos mecanismos de presión se puedan imaginar, encabezados por el bloqueo más largo y genocida de la historia moderna, muchos creyeron que el domingo 11 de julio había llegado el añorado premio a tan nefastos esfuerzos.

Los enemigos de siempre se frotan las manos; los grandes medios se sirven el manjar que significa multiplicar, magnificar y presionar a Cuba sin imparcialidad, con una fuerza e inmediatez que nunca se les habría ocurrido para Colombia, Chile o cualquier otro país con sobrados ejemplos de represión y muerte en sus calles; unos y otros se rasgan las vestiduras y se erigen en paladines o voceros a la hora de condenar la respuesta a provocaciones muy bien orquestadas, insufladas y financiadas por poderosos centros de poder.

Algunos, en medio de una ingenuidad bastante dudosa por su magnitud, aplauden el desorden, las muestras de violencia, la intención de crear el caos y hasta la posibilidad real de que circunstancias tan extremas provoquen la muerte, que siempre será un hecho terrible sea en el bando que sea; o que una intervención militar llene a este país de la más profunda desolación y el luto irreversible que siempre dejarán las bombas.

No es Cuba un país cualquiera, sin que la frase entrañe chovinismos o autosuficiencias. No se busca aquí un pacífico cambio de régimen o la simple renuncia de un presidente. No se pretende una mesa de diálogo, un proceso constructivo por el bien de todos ni un final amistoso cargado de inmediata bonanza para el pueblo. Para esta isla el plan es otro, radical, sin límites a la hora de una revancha tan esperada y deseada.

Las aisladas, pero indignantes imágenes de autos quemados y vidrieras rotas, solo sería un tímido avance de algo más profundo y desgarrador: el final de nuestra bien reconocida y necesaria tranquilidad ciudadana. Nadie imagine un escenario distinto, ni se piense que aquellos que tanto han apostado por la caída de Cuba, se conformarán con una u otra concesión. Irán hasta los cimientos, y no precisamente para levantar una obra nueva, sino para convertir en cenizas cualquier vestigio de un país que tanto ha hecho por su gente, a pesar de todo.

Nadie pretende –y mucho menos la dirección del país– negar las carencias, los apagones, los estantes vacíos, el pico de la pandemia, pero suponer que esos problemas obedecen estrictamente a deficiencias o desidia del Estado, es, cuando menos, mezquino. Denunciar esos males y colocarlos en la punta de las lanzas, mientras se hace silencio sobre el bloqueo o los conocidos planes contra Cuba, es colocar la bota sobre la cabeza del herido mientras se les hace un guiño a los verdugos, los que quieren arrasar con la Patria con su prepotencia imperial.

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