La mayor afectación al sistema eléctrico se da por la noche y coincide con el horario pico del consumo. Y sin embargo, “ahora casi no hay apagones” señala Iroel Sánchez.


Por Gustavo Veiga - Página 12

Cuba vive días difíciles de los que está saliendo una vez más. No hay bloqueo de Estados Unidos, ni fuerza de la naturaleza – el reciente huracán Ian – ni sabotajes a sus centrales termoeléctricas que puedan ponerla de rodillas. Tampoco está sola cuando se acerca a los 64 años de su revolución. La comunidad de países del Caribe que la rodea (CARICOM) acaba de ratificarle su apoyo político de medio siglo. Caravanas de automóviles con epicentro en Miami pidieron una vez más el fin de los ataques contra la economía cubana la semana pasada. También adentro de la isla un foro de organizaciones sociales exigió, al menos por seis meses, el levantamiento de las sanciones que aplica de modo unilateral EE.UU para que puedan reconstruirse los daños causados por la fuerza de la naturaleza.

Joe Biden, el decimosegundo presidente estadounidense que extendió el bloqueo hasta el 14 de septiembre de 2023, no se diferencia demasiado de las políticas de Donald Trump. Ni siquiera de las que aplicó Dwight D. Eisenhower con su Programa de Acción Encubierta sobre Cuba a partir de marzo de 1960. Los sabotajes siguen produciéndose y los últimos apuntaron contra una infraestructura clave como la energética. Aun cuando son obsoletas y no tienen recambio por el bloqueo, las centrales termoeléctricas han ido achicando la frecuencia de los apagones que había provocado el paso del huracán Ian por el occidente cubano.

Iroel Sánchez, un periodista y bloguero que vive en La Habana, le cuenta a PáginaI12 que “ahora casi no hay apagones” y el déficit energético que había llegado a “1.600 megavatios” lleva “varios días por debajo de los 300 MW y sigue bajando”. La mayor afectación al sistema se da por la noche y coincide con el horario pico del consumo según la Unión Eléctrica, la empresa estatal que brinda el servicio.

La estrategia para generar malestar en la población con los apagones no es nueva ni afecta solamente a Cuba. También la sufre Venezuela desde el gran corte de electricidad en Caracas que se extendió por 96 horas en 2009. En 2019 y 2021 ocurrieron otros dos episodios semejantes que el gobierno de Nicolás Maduro atribuyó a “nuevos ataques” al Sistema Eléctrico Nacional (SEN).

La crisis mundial que generó la guerra en Ucrania por el aumento en el precio de los combustibles fósiles también afectó a la isla que depende en gran medida de ese recurso para la producción de electricidad. Un artículo de Cubadebate publicado el 14 de septiembre de este año explica que en el país “existen ocho centrales termoeléctricas”. Además informa que “la generación energética supera los 6 mil megawatts” si se toman en cuenta todas las formas de suministro.

La televisión cubana denunció en un informe emitido en septiembre pasado que una persona recibió por encargo de residentes cubanos en Estados Unidos volar torres eléctricas en la isla. Un modus operandi que también se descubrió en Ucrania con mercenarios de esa nacionalidad. En agosto último dinamitaron seis líneas de alta tensión en Kursk. En Cuba, la CIA tiene un historial notorio en este tipo de operaciones que han ido mucho más allá de afectar el tendido eléctrico. Desde el atentado al barco francés La Coubre en el puerto de La Habana el 4 de marzo de 1960 nunca se discontinuó esa tendencia al sabotaje.

Daños deliberados a las centrales azucareras y las zafras, agresiones biológicas como la gripe porcina y el dengue hemorrágico, ataques contra la infraestructura turística, sin contar los múltiples intentos de asesinato contra el líder histórico de la Revolución, Fidel Castro y el atentado contra el vuelo 455 de Cubana de Aviación en 1976 – con 73 muertos, 57 de ellos cubanos – son algunos de los hechos donde se comprobó la participación de la CIA y sus agentes encubiertos para desestabilizar al gobierno o tornar imposible la vida en la isla.

El diario Granma denunció el 4 de octubre que una de las organizaciones que opera en la isla se llama Autodefensa del Pueblo (ADP), que “cuenta con un plan de acción, una estructura muy bien organizada y varios eslabones de mando, la cual está dirigida por un consejo de guerra, dirigido como presidente por el connotado terrorista Manuel Milanés”. Uno de los detenidos por atacar este año con bombas Molotov el Tribunal Municipal de Centro Habana y la sede de los Comités de Defensa de la Revolución en la capital, Lázaro García Ríos, delató a otros integrantes de la ADP, según la TV Cubana.

La isla es víctima de este tipo de atentados más allá del partido que gobierne en EE.UU. Republicanos o demócratas mantienen el cerco sobre el país en una política sin dobleces ni contradicciones. Persiguen su asfixia económica hasta forzar el cambio del sistema socialista. Antes de abandonar la presidencia, Donald Trump incluyó a Cuba en la lista de países patrocinadores del terrorismo. Biden mantuvo esa decisión. John F. Kennedy durante su mandato apoyó la invasión de Playa Girón. Y Eisenhower fue el precursor de las primeras medidas contra la Revolución hace más de sesenta años.

No cambió nada, en su masa crítica, el Programa de Acción Encubierta del general republicano que gobernó Estados Unidos entre 1953 y 1961. Aquel consistía “en incitar, apoyar, y en lo posible, dirigir la acción, dentro y fuera de Cuba, por parte de grupos selectos de cubanos que pudieran realizar cualquier misión por iniciativa propia”.

Tampoco cambió, o más bien creció, el apoyo a la isla que cruza ocho décadas (1959-2022). Sus vecinos más próximos, los países del Caribe, conmemoraron el jueves pasado el 50° aniversario de las relaciones diplomáticas plenas con Cuba. Una iniciativa que tomaron el 8 de diciembre de 1972 los gobiernos de Jamaica, Barbados, Guyana y Trinidad y Tobago pese a las presiones de Washington.

Las decisiones sucesivas de Naciones Unidas que pidió el fin del bloqueo por trigésima vez en noviembre pasado, y que hoy solo votan en soledad Estados Unidos e Israel, son la prueba del otro fracaso, el diplomático. El 3 de febrero de este año que se va, el cerco a la isla cumplió sesenta años. Es un récord imposible de empardar desde que lo aprobó el gobierno de Kennedy. El sitio de Ceuta, según la mayoría de los historiadores, es el que más se le acerca. Duró 33 años. Comenzó en el siglo XVII y terminó en el XVIII.

gveiga@pagina12.com.ar

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