A esto debe añadirse la facilitación de un encuentro inolvidable con exponentes de la diversidad cultural venezolana, gracias al fervor con que el Ministerio de Cultura y el Instituto de las Artes Escénicas y Musicales de esa nación sudamericana y caribeña a la vez acogió el convite como país Invitado de Honor del evento.
Música e imagen, ya se sabe, siempre han estado unidas en la pantalla, no solo desde que el cine despuntó en la década de los 20 del siglo pasado como un hecho sonoro, sino aún antes.
Recuérdese que las películas de la etapa muda solían ser acompañadas por pianistas y pequeños conjuntos instrumentales que comentaban en las salas de proyección los avatares de la pantalla.
En este Cubadisco se abordó esa relación a partir del camino común compartido por cineastas y compositores cubanos. Leo Brouwer evocó cómo en el mismo 1959, cuando se creó el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), Alfredo Guevara lo invitó a sumarse al nuevo organismo:
“Recuerdo que Saúl Yelín [uno de los fundadores del ICAIC] y yo compramos en el Ten Cent, que estaba al frente del edificio, unas sillas y mandé por café para reunir a los iniciadores de la nueva etapa del cine cubano con los compositores de la vanguardia artística de entonces. De ahí nació una colaboración que llega hasta nuestros días”.
Luego, el propio Alfredo en 1969 puso en manos de Leo el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC, que contribuyó a la formación, el desarrollo y la promoción de la obra naciente de la Nueva Trova, y alentó la búsqueda de nuevas sonoridades que rompían estereotipos en la música popular cubana de concierto.
Y he aquí donde ese eje temático de Cubadisco —música y cine— se empata con otro no menos importante: el del Primer Encuentro de la Canción Necesaria.
Cuarenta años después de que Casa de las Américas organizó el Encuentro de la Canción Protesta, Cubadisco puso en manos de esa institución una cita que se propuso defender un arte que abrace el mejoramiento humano, que estudie las raíces de nuestros pueblos, que proyecte sus luchas y esperanzas hacia un mundo mejor, que promueva circuitos alternativos para la difusión de nuestras músicas y sus razones éticas y estéticas, y trabajar por la integración y emancipación de nuestras culturas.
Avalaron esta proyección, entre otros, los cubanos Silvio Rodríguez, Amaury Pérez, Vicente Feliú, Sara González y Augusto Blanca, el uruguayo Daniel Viglietti, los dominicanos Víctor Víctor y José Antonio Rodríguez, el chileno Pancho Villa, el paraguayo Ricardo Flecha, la colombiana Claudia Gaviria, el argentino César Isella, el brasileño José Domingos, y los ecuatorianos Jaime Efraín Guevara García y Washington Vladimir Flores Ullúa.
Este empeño de Cubadisco debe tener continuidad en la concertación, al menos en América Latina y el Caribe, de espacios para las músicas populares auténticas y renovadoras, como lo son casas disqueras alternativas y circuitos de promoción al margen de la industria cultural hegemónica.
Recuérdese que las películas de la etapa muda solían ser acompañadas por pianistas y pequeños conjuntos instrumentales que comentaban en las salas de proyección los avatares de la pantalla.
En este Cubadisco se abordó esa relación a partir del camino común compartido por cineastas y compositores cubanos. Leo Brouwer evocó cómo en el mismo 1959, cuando se creó el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), Alfredo Guevara lo invitó a sumarse al nuevo organismo:
“Recuerdo que Saúl Yelín [uno de los fundadores del ICAIC] y yo compramos en el Ten Cent, que estaba al frente del edificio, unas sillas y mandé por café para reunir a los iniciadores de la nueva etapa del cine cubano con los compositores de la vanguardia artística de entonces. De ahí nació una colaboración que llega hasta nuestros días”.
Luego, el propio Alfredo en 1969 puso en manos de Leo el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC, que contribuyó a la formación, el desarrollo y la promoción de la obra naciente de la Nueva Trova, y alentó la búsqueda de nuevas sonoridades que rompían estereotipos en la música popular cubana de concierto.
Y he aquí donde ese eje temático de Cubadisco —música y cine— se empata con otro no menos importante: el del Primer Encuentro de la Canción Necesaria.
Cuarenta años después de que Casa de las Américas organizó el Encuentro de la Canción Protesta, Cubadisco puso en manos de esa institución una cita que se propuso defender un arte que abrace el mejoramiento humano, que estudie las raíces de nuestros pueblos, que proyecte sus luchas y esperanzas hacia un mundo mejor, que promueva circuitos alternativos para la difusión de nuestras músicas y sus razones éticas y estéticas, y trabajar por la integración y emancipación de nuestras culturas.
Avalaron esta proyección, entre otros, los cubanos Silvio Rodríguez, Amaury Pérez, Vicente Feliú, Sara González y Augusto Blanca, el uruguayo Daniel Viglietti, los dominicanos Víctor Víctor y José Antonio Rodríguez, el chileno Pancho Villa, el paraguayo Ricardo Flecha, la colombiana Claudia Gaviria, el argentino César Isella, el brasileño José Domingos, y los ecuatorianos Jaime Efraín Guevara García y Washington Vladimir Flores Ullúa.
Este empeño de Cubadisco debe tener continuidad en la concertación, al menos en América Latina y el Caribe, de espacios para las músicas populares auténticas y renovadoras, como lo son casas disqueras alternativas y circuitos de promoción al margen de la industria cultural hegemónica.