Y. P Fernández y N. Acosta - La Jiribilla.- Las revistas registran el día a día de sus épocas, de una manera que otros medios no pueden igualar, porque ellas reúnen la captación de lo cotidiano propia del periodismo y la profundidad reflexiva que conduce a los libros; en especial, las dedicadas a la cultura, que pretenden reflejar la multiplicidad de significados que signan los procesos que tienen lugar en su entorno. En Cuba, vienen a nuestra mente las que se nuclearon en torno a grupos o movimientos que defendieron determinados intereses políticos, estéticos y artísticos. 

En la actualidad, el rescate de la coherencia de esas publicaciones resulta cardinal en un mundo cada vez más unipolar, donde los poderosos medios de la información se rinden frente a la industria cultural y desaprueban cualquier propuesta plural. Devienen escenario para la defensa de un concepto de cultura en su acepción más amplia, ya sea en soportes de papel o electrónicos. Según el intelectual venezolano Luis Britto García: “la primera batalla se pelea cotidianamente a través de una guerra cultural continua, que abarca todos los niveles de la conciencia, por debajo de la conciencia. Es una guerra por conquistar las mentes, porque las mentes son las llaves de los bienes terrenales.” 

Consciente de este rol fundamental de la cultura los intelectuales cubanos han estado desde los inicios mismos de 1959, en una batalla en defensa de la Revolución.  Muchos de los más reconocidos escritores y artistas de la Isla fueron investidos durante los años 60 como diplomáticos en el exterior y la Casa de las Américas se convirtió en un centro de insurgencia de la vanguardia artística latinoamericana y su revista, en espacio legítimo de las nuevas letras del continente. Para la escritora argentina Luisa Valenzuela esto formaba parte “de una política cultural nunca doblegada, fundamental para alimentar el respeto y la admiración que buena parte del mundo siente por la Isla.”

Casi cinco décadas después, algunas de aquellas revistas —Casa de las Américas, Revolución y Cultura, El Caimán Barbudo, La Gaceta de Cuba por solo citar algunas—, conforman el eje de la tradición de publicaciones seriadas de la Revolución. En los últimos años, a los formatos impresos se han sumado las publicaciones en Internet, las cuales asumen además los desafíos que exige el periodismo digital. En Cuba el espacio de difusión del pensamiento abarca un amplio espectro hasta llegar a 697 en soporte papel y electrónico, lo cual es también expresión del creciente sistema de publicaciones. Según el filósofo español Santiago Alba “Cuba asiste en los últimos años a una revitalización cultural innegable tras las dificultades del período especial, lo que se traduce en un fortalecimiento, cualitativo y cuantitativo, de sus publicaciones. Sin duda una tal vitalidad constituye un signo más de la buena salud de la Revolución y de la riqueza artística y literaria de la Isla.” En torno a la misma idea gira la afirmación del investigador y periodista francés Salim Lamrani para quien “Cuba es un país donde la cultura ocupa un lugar preponderante.” Para todas estas publicaciones la misión fundamental continúa siendo la construcción de una identidad nacional y la salvaguarda de la cultura, o lo que es igual, la salvaguarda de la esencia humana.

En un sondeo hecho por La Jiribilla acerca del rol de las revistas culturales en este debate de las ideas, la escritora española Belén Gopegui afirma que las publicaciones digitales “posibilitan el acercamiento directo a los eventos y las creaciones de la Isla que, de otro modo, en la mayor parte de los casos son objeto de la manipulación interesada de los grandes medios, o bien se ocultan.” El funcionamiento de este mecanismo en España es subrayado por el editor de ese país Constantino Bértolo, quien afirma que, como “la cultura española tiene su mirada fija en el mundo cultural anglosajón no se siente necesitada de "oír" las voces de Latinoamérica”, pero a pesar de ello algunos sectores españoles “siguen con cierta asiduidad” varios medios de prensa de la Isla “dado el papel referencial que para ellas significa la Revolución Cubana”.

Y amplía su reflexión: “Se debe señalar que ninguna revista latinoamericana tiene hoy una repercusión real en España (…) Esta actitud origina el que, en la práctica, las revistas culturales latinoamericanas no circulan ni se encuentran, salvo en escasísimas y esporádicas ocasiones, en las redes de distribución y puntos de venta que alimentan el mercado cultural español. Podría decirse que tan sólo a través de Internet algunos blogs de autores latinoamericanos y algunas revistas en formato digital reciben alguna aunque escasa atención, con muy poca repercusión. España es sorda a la cultura Latinoamérica y sólo el interés de algunas editoriales, llevadas por un interés más comercial que cultural, provoca que de modo intermitente, la cultura española, más en plan noticia o marketing comercial que en sintonía cultural, atienda o hable de algunos aspectos de la realidad de "las culturas hermanas". (…) con decir que una revista como Casa, que en su momento nutrió muy significativamente a la minoría amplia de la resistencia al tardofranquismo, es hoy inexistente, amén de inencontrable, se puede resumir el actual estado de la cuestión.

Y agrega Alba Rico sobre las publicaciones cubanas: “creo al mismo tiempo que su valor mismo favorece enormemente la "educación" de esa izquierda europea un poco ambigua que acaba oponiendo objeciones de orden estético e intelectual a un sistema social cuyos grandes logros no puede dejar de reconocer. Tengo la impresión de que la política que se está haciendo desde el Ministerio de Cultura y desde el Instituto del Libro no solo ha devuelto a la Revolución su dimensión cultural e intelectual original sino que, por eso mismo, ha modificado sensiblemente la visión de muchos intelectuales europeos vacilantes o reticentes (en un momento en el que precisamente retroceden las libertades intelectuales, junto con todas las demás, en Europa y EE.UU.). No sé cuántos lectores tiene, por ejemplo, La Jiribilla fuera de la Isla ni cuál es el perfil y nacionalidad de sus lectores, pero puedo decir que dentro de la izquierda española este medio (de altísima calidad gráfica y literaria) se ha convertido en una plataforma de referencia para acercarse a Cuba y a la reflexión cultural en general.”

El desempeño de nuestras publicaciones como faro de proyección de la cultura y la revolución cubanas ha sido una de las prioridades de sus políticas editoriales. Dentro del panorama de revistas de la Isla sobresalen las artísticas literarias y las dedicadas a las Ciencias Sociales. Las primeras suman 126, -89 en papel y 37 digitales-; mientras las segundas son 165, 79 de ellas con versiones en Internet.

Luego de la caída del muro y la desarticulación del socialismo “real” en la década del 90, la empresa editorial cubana enfrentó nuevos retos.  A juicio del intelectual argentino Néstor Kohan, en ese momento “las revistas culturales cubanas intentaron recobrar el brío, el impulso y la energía que habían logrado acumular durante los años 60.” Fueron tiempos para no cansarse. Y asegura: “las revistas culturales cubanas tenían y tienen sobre sus espaldas la difícil tarea de romper los bloqueos ideológicos, de propagar la batalla de ideas y, en el mismo movimiento, de recuperar el atractivo y la seducción de Cuba sobre los intelectuales del mundo.”

“Cuba es un semillero de creación, sobre todo literaria, —afirma Luisa Valenzuela— y todo lo que pueda darnos a conocer y dispersar estas semillas es más que bienvenido. Quiero por lo tanto hacerles llegar con estas breves líneas mi aplauso fervoroso por la obra que llevan adelante las revistas literarias cubanas, obra que se va ampliando y que reverbera en los distintos ámbitos y en revistas no especializadas que sin embargo le brindan un valioso lugar a la literatura. Pienso entre otras en Bohemia o la Revista del Caribe, que muchos escritores argentinos conocemos y apreciamos de verdad.”

En el contexto de la batalla ideológica donde se insertan hoy las revistas culturales, es muy importante que no perdamos el camino del compromiso con la verdad. En este sentido, para Pascual Serrano, periodista español, “Las revistas culturales de Cuba permiten poder percibir fuera un modelo de información cultural diametralmente opuesto al dominante en el mercado (…) El caso cubano muestra cómo se puede mantener una agenda informativa cultural que no depende de empresas que quieren vender productos de su última hornada (…) estas revistas son un espacio abierto a los creadores cubanos y no a una elite lanzada por el mercado cultural.” 

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