Joaquín Borges Triana - La Jiribilla.- Decididamente, si uno quiere tener una visión panorámica de lo que acontece en la canción de origen trovadoresco en Cuba, en relación con las promociones más jóvenes, es evidente que hay que pasar por el festival Longina, evento que viene realizándose desde 1996 y que ha atravesado por distintas etapas.

Longina puede dar un testimonio bastante certero de lo que ha pasado con la trova en Cuba desde los años 90. Esa década estuvo marcada no solo por la crisis económica del Período Especial, sino por determinados procesos culturales como, por ejemplo, la diáspora de un nutrido grupo de intelectuales y artistas cubanos que en virtud de los problemas de esos años y en la búsqueda de otros espacios para acometer sus proyectos optaron por radicarse temporal o definitivamente en otros polos del planeta.


De ese modo, hubo una ruptura y este grupo de trovadores que estaban llamados a ser los punteros de esa etapa por el nivel de madurez que habían alcanzado, se trasladaron primero hacia México, luego hacia España y con posterioridad hacia otros rumbos. Eso provocó que hubiese que echar mano a una promoción de cantautores de la misma generación, pero que no estaba lo suficientemente madura para acometer los proyectos artísticos que se le presentaron —léase, por ejemplo, un evento como el Music Bridge en 1999. Tuvo que pasar el tiempo para que esos lazos de continuidad que se habían roto por el fenómeno migratorio pudieran reestablecerse a partir de que los cantautores que no estaban maduros en aquel instante pudiesen alcanzar los niveles cualitativos que han registrado ya en esta primera década del 2000, y para que a su vez surgiese una nueva promoción de muchachos básicamente nacidos entre fines de los 70 e inicios de los 80, que son los que, en lo fundamental, uno va a encontrar en esta edición del Longina, que está dedicada justamente a los proyectos más jóvenes dentro del campo de la trova dentro de la Asociación Hermanos Saíz (AHS).

Es interesante decir que en un evento como el Longina el interés en participar trasciende las filas de los propios creadores afiliados a la AHS, y gente que ya hoy, por motivos de edad, no pertenece a esta organización, pero que estéticamente se formó dentro de ella y que de un modo u otro sigue vinculada al pensamiento ideoestético que ha defendido la AHS, trata de seguir asistiendo al Longina. Uno se da cuenta de que es uno de los festivales con más demanda e interés por parte de una zona de la creación cubana.

En esta ocasión, comentábamos con anterioridad, se ha dedicado a los 15 proyectos más jóvenes dentro de la trova actual y que están aglutinados en un disco que ha editado la EGREM y de próximo lanzamiento. Puede decirse que en este instante, dentro del campo estético de lo que ha sido la nueva trova y de lo que de ella se ha derivado, en Cuba hay cuatro generaciones interactuando: la primera encabezada por Silvio y Pablo, que comenzaron su devenir artístico dentro de la década de los años 60; una generación que se forma luego, a partir de finales de 1970, corresponde al grupo generacional de Carlos Valera, Gerardo Alfonso, Frank Delgado, Santiago Feliú…, que se va a conocer como la generación de los 80; una tercera generación son estos muchachos que en un momento determinado estuvieron vinculados al proyecto Cantores de la Rosa y de la Espina, que es una promoción dentro de la misma generación a la cual también pertenecen figuras como las que están aglutinadas en el extranjero en torno al proyecto Habana Abierta, figuras como David Torrens, José Nicolás, Superávit… Esa promoción de cantautores de la Rosa y de la Espina comparte la generación de los 90 y sigue interactuando acá, como es el caso de nombres como Ariel Díaz, Silvio Alejandro, Samuel Águila y Fernando Becker. Finalmente, ha aparecido en el panorama contemporáneo una generación de esta década del 2000, que sería básicamente la de los muchachos que están aquí en el Longina.

En ese panorama de los años 90 se da un fenómeno al que quiero referirme específicamente, que es el de la diversificación de los polos de aparición de grupos de trovadores. Ya no sería solo la Ciudad de La Habana el polo central, sino que por obra y gracia de un evento como el Longina y de un espacio como La trovuntivitis, de la cual el pasado 2007 se conmemoraron los 10 años, se ha organizado todo un núcleo creativo en la región central en torno, en sus inicios, a la figura del disuelto trío Enserie, pero que mantiene en Roly Berrío una suerte de eslabón o enlace con lo que pasó en los años 80 en la trova aquí en Villa Clara, cuando solían actuar figuras como Julio Fowler o Amaury Gutiérrez, hoy radicados en el extranjero.

Roly Berrío 

Rolando Berrío fue el enlace entre estas generaciones. Se formó al calor de aquellos cantautores, sobre todo de Amaury Gutiérrez y de un poeta como Frank Abel Dopico. A partir de Roly se forma un proyecto que fue capital para lo que ha venido ocurriendo en la región central, que fue el trío Enserie —disuelto, lamentablemente, cuando dos de sus integrantes pasaron a residir en España. Ese proyecto dio origen a lo que ha venido ocurriendo aquí, con la aparición de figuras como Diego Gutiérrez, Alain Garrido, Leonardo García, o los más recientes como Jordán Romero, Michel Portela y Yaíma Orozco. Ellos demuestran la vitalidad de la trova en esta región y la fortuna de tener un espacio como La trovuntivitis, que cada jueves se celebra en Santa Clara, en El mejunje, y que permite la posibilidad de crear un público. La sistematicidad de sus presentaciones en la ciudad ha logrado que haya un público interesado en la manifestación y que, por ejemplo, como se comprobó en la descarga que hubo el jueves 10 en El mejunje —totalmente colmado—, se conoce las canciones estos trovadores.

Puede decirse que la trova en Cuba vive un excelente momento matizado, entre otras cosas, porque comienzan a aparecer producciones discográficas a partir del interés estatal de revitalizar el movimiento, con acciones como la que se desplegó en torno al 35 aniversario de la Fundación del Movimiento de la Nueva Trova el 30 de noviembre en Ciudad de La Habana, lanzamientos de libros como el cancionero Una canción, un buen amor; edición de discos como los que están sacando en este momento la EGREM, Colibrí y BisMusic con cantautores como Eduardo Sosa, Fernando Becker y Ariel Barreiro.

Igualmente, puede decirse que a consecuencia de ese fenómeno diaspórico en los años 90 al que se hacía referencia, la trova cubana no se está haciendo solo dentro de Cuba, sino que hay otros polos en el mundo donde hay presencia y núcleos creadores de trovadores cubanos —léase D.F. en México, Madrid y Barcelona en España, y por supuesto EE.UU., en las ciudades de Miami y Nueva York. De tal suerte puede decirse que es uno de los momentos más interesantes por la diversidad de propuestas desde el punto de vista estilístico, de estéticas, por la cantidad de figuras que van desde un Silvio Rodríguez y un Pablo Milanés, que ya rebasan los 60 años,  hasta un nombre como Nelsito Valdéz, de apenas 20, un producto de las Escuelas de Instructores de Arte, y que refleja que la trova sigue siendo una desde Pepe Sánchez hasta nuestros días. En cualquier caso, el Longina es una magnífica oportunidad para que se haga la trova como hecho cultural, como hecho de la identidad, del patrimonio de nuestro país.

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