José Luis Estrada Betancourt - Juventud Rebelde.- Igual que sucediera con los Cinco conciertos para piano y orquesta de Heitor Villalobos, el destacadísimo pianista cubano Ulises Hernández se llevó nuevamente a casa este sábado el Gran Premio del Cubadisco 2008, y otra vez poniendo en el sitial más alto la creación de otro genio de la música universal: Wolfgang Amadeus Mozart. Y como Hernández sabe perfectamente que toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz, echó a un lado la vanidad personal y se hizo acompañar por otros diez virtuosos del piano en la Isla, en esta increíble aventura de imágenes y melodías.

No era necesaria una bola de cristal para prever que el 2006 sería un año en que el autor de maravillosas sinfonías, óperas, conciertos, serenatas, marchas..., sería interpretado (y grabado) a diestra y siniestra en los cinco continentes.


Lo que ni el visionario más sagaz podría profetizar entonces era que después de dos siglos y medio de veneración de la obra de ese innovador de la composición musical, se hiciera algo realmente novedoso, y mucho menos que el dueño de la brillante idea habitara una pequeña islita apenas visible en el mapa del mundo: Cuba. Claro, eso ocurrió así porque el inspirado solo tenía en mente las notables cualidades de Ulises como pianista excepcional y olvidó que él es de los que constantemente sorprenden con su ingenio. El caso fue que en el año dedicado internacionalmente al músico prodigio nació Mozart en La Habana (Producciones Colibrí).

«El pretexto era ideal, cuenta Hernández, intérprete, productor musical y director general, en exclusiva para Juventud Rebelde, pero ¿qué hacer para no repetir?, pues aparentemente de Mozart se había hecho todo. Sin embargo, después de mucho pensar me percaté de que no estaba en imágenes la integral (las obras de un género) de las sonatas. Eso no se había enfrentado hasta la fecha, de modo que decidí convocar a diez pianistas, porque se trataba de un proyecto muy ambicioso, casi imposible de ser asumido por una sola persona».

De esa manera, Ulises enamoró a colegas de diferentes generaciones: María Victoria del Collado, Yanet Bermúdez, Yleana Bautista, Elvira Santiago y Marita Rodríguez, por las féminas, así como Roberto Urbay, Víctor Rodríguez, Pedro Rodríguez, Fidel Leal y Leonardo Gell. El objetivo era interpretar las 26 piezas de este tipo compuestas por Mozart, pero recrearlas con imágenes de la capital cubana. «Se trataba de redescubrir a La Habana, sus cornisas, columnas, rejas, luminarias..., mientras se disfrutaba de las apasionantes creaciones de Mozart defendidas con maestría técnica por los instrumentistas».

Así, las nueve horas de música grabadas durante todo el 2006 se recogieron en un estuche de tres DVD, donde también se incluyó un pequeño documental. «El año pasado, cuando estábamos terminando el DVD, se develó un busto de Mozart aquí en La Habana Vieja (en la casa de Carmen Montilla) y para esa ocasión vino el presidente del Mozarteum, fundación que se ocupa de preservar el patrimonio del compositor y rige una universidad. En cuanto se enteraron del trabajo que habíamos realizado nos invitaron a presentarlo en la propia ciudad de Salzburgo. Entonces realicé un pequeño concierto con sonatas de Mozart y danzas de Cervantes, y después se proyectaron en diferentes pantallas los tres DVD. Debo decir que la acogida fue espectacular.

«Es por ello que en Mozart en La Habana también está ese material, el cual contiene una pequeña entrevista y algunas obras más, aunque lo principal son las 26 sonatas defendidas por pianistas de distintas generaciones, que se hacen escuchar mientras se disfruta de formidables imágenes en movimiento de La Habana colonial y de algunas partes del Vedado», complementa Hernández.

En Mozart en La Habana la grabación es de Argeo Roque y Julio Pulido —encargado de la masterización—; la producción ejecutiva, de Marta Bonet; el diseño, de Juan Carlos Viera; la autoría del DVD de Abel Machado y la realización fílmica recayó en René Arencibia, mientras las fotos estuvieron a cargo de Víctor Denis. «Cuando uno ve el material se da cuenta de que Denis también es un artista capaz de tener una visión muy personal de esta ciudad que pudiera acompañar esta música. Porque ahí está el detalle: La Habana se sobra para eso, pero sin dudas, Víctor logró realzar más su espléndida belleza.

«Por supuesto, la labor de Alián Hernández en la edición fue primordial, pues supo sincronizar a la perfección las imágenes con la música; ser muy preciso con los cortes. Y eso solo es posible cuando el editor se comunica y entiende la música».

Los otros
A su edad, Fidel Leal casi no puede creer que sus créditos aparezcan al lado de otros grandes de la música cubana en una obra de la altura de Mozart en... Graduado de nivel medio de la ENA, no es hasta el próximo curso que matriculará en el ISA. Por eso se siente tan feliz, «porque, en primer lugar, este proyecto permitió que me encontrara con creaciones que apenas se interpretan en la academia o en las salas de conciertos, de modo que tuve la posibilidad de conocerlas e interpretarlas con pianistas de mi generación, algunos de los cuales ni siquiera conocía personalmente. Este intercambio con ellos, pero también con mis maestros resultó ser una gran escuela.

«¿Mozart? Puede ser muy complicado para un pianista a la hora de enfrentarlo profesionalmente, pero su obra es tan fresca, tan sutil, tan hermosa, que te invita a seguir tocándolo, a estudiarlo, a esforzarte. En verdad fue muy duro: ensayos, grabaciones, conciertos..., que requieren de un extra, pero me siento muy dichoso».

Lo mismo sucede con Marita Rodríguez, profesora del ISA en la especialidad de acompañamiento y de música de cámara, pero sobre todo reconocida pianista aliada al Centro Nacional de Música de Concierto, en cuya nómina aparece junto al clarinetista Vicente Monterrey como integrantes del dúo D’Accord, que justamente acaba de grabar con Colibrí un disco producido por el propio Ulises Hernández, «afortunadamente para nosotros, no solo por su profesionalidad y valía como instrumentista, sino también por su enorme paciencia y las magníficas relaciones de camaradería y respeto mutuo que establece».

Veladora también de nuestro acervo cultural, Marita, como parte del dúo D’Accord, se dispuso hace un tiempo a recopilar lo compuesto para clarinete y piano dentro del repertorio de música cubana de concierto del siglo XX, y grabó en el 2005 la integral casi completa de la obra para voz y piano del maestro Harold Gramatge, «compositor de extraordinaria importancia, ganador del Premio Iberoamericano de la música Tomás Luis de Victoria, y quien el próximo septiembre cumplirá 90 años».

En cuanto a Mozart en La Habana, para la Rodríguez lo más interesante fue «la unión de pianistas cubanos de distintas generaciones, enfrentando desde el punto de vista visual las creaciones de un músico de esa talla, de quien se ha hecho todo: música de cámara, de orquesta, para piano solo..., y, además, muy alejado de nuestra cultura. Eso ha sido algo verdaderamente impresionante.

«La simbiosis entre música e imágenes es ciertamente fabulosa, impactante. Y no obstante, lo más significativo del proyecto fue el placer de colaborar todos juntos. Me sentí tan cómoda con Ulises, que es de mi generación, como con Roberto Urbay, quien fue mi maestro, o con Miguelito y Leonardo Gell. La comunicación que se estableció entre nosotros se evidencia, sin dudas, en el resultado artístico, y de esa manera es imposible que algo por muy ambicioso que sea salga mal».

Creador incansable
Puede pensar el lector que por reiterados, estos megaproyectos que a cada rato emprende Hernández no son en el fondo tan complicados. Se lo insinúo a Ulises y este sonríe con cierta malicia. «Lo que sucede es que al final queda un sabor tan bueno, que no sé si vale la pena referirse a los contratiempos», dice. Pero como insisto, se apresta a explicar:

«Estos son conciertos que para hacerlos con éxito, en un año entero debes tener una sala dispuesta para eso y contar con una sólida promoción, de modo que tanto esfuerzo no sea en vano. Los dos primeros conciertos que ofrecimos fueron excelentes, quizá porque tuvieron lugar justo en la fecha del nacimiento de Mozart y en la Basílica, espacio que por tener un público asiduo, prácticamente no requiere de promoción, pero luego en el Amadeo Roldán no ocurrió así. La asistencia fue poca, porque no hubo una difusión certera de este importante hecho cultural.

«Tendría que decirte, además, que un templo de la música de concierto como lo es el Amadeo Roldán no merece el estado deplorable que manifiestan sus pianos, algo que sufrimos mucho quienes allí tocamos. Por tanto, para estos conciertos tuvimos que hacer que el afinador no se apartara ni un segundo de nuestro lado, porque necesitábamos que estuvieran regulados al máximo. Ya lo hemos dicho muchas veces, y queremos llamar la atención sobre este asunto, porque son instrumentos muy costosos».

Y no obstante, aunque tampoco fue sencillo resolver los casetes necesarios para filmar —«cada concierto se llevaba de seis a siete mini-DVD y después era tremendo a la hora de rodar en La Habana, porque cuando venías a ver se te había ido uno y todavía faltaban imágenes»—, Ulises Hernández, que en ese sentido agradece el inestimable apoyo brindado por los amigos y por la Casa del Festival, no se amilana, y ya está involucrado en una nueva empresa, «sin pensar en todo lo que sufrí y en todo el tiempo que “se me fue”.

«Ahora estoy tratando de recuperar la memoria sonora de lo que fue el Grupo de Renovación Musical, de cuyo legado únicamente existe la grabación de uno de sus exponentes: el maestro Harold Gramatge, pero a ese grupo pertenecían también Hilario González, Gisela Hernández, Edgardo Martín, Dolores Torres, Juan Antonio Cámara, Argeliers León..., y su creador, José Ardévol. Algunos tienen una obra importante como compositores y otros se quedaron fundamentalmente en el ámbito pedagógico.

«Junto a Martica Bonet como productora, realizaremos este proyecto de varios discos que contendrán las obras que hemos ido compilando; esencialmente, del gestor del grupo. Te estoy hablando de una agrupación que se fundó en 1942 y tuvo una vida hasta el 48, pero dejó una semilla, de manera que cada uno de sus integrantes se desarrolló como compositor.

«Ya grabamos y filmamos a Argeliers León, quien se dedicó sobre todo a la musicología y la investigación. Empezamos la pasada semana. Le siguen Gisela, Hilario... Incluso vamos a grabar a Harold desde otra óptica, con jóvenes músicos, porque me he percatado de que estos, cuyos oídos han estado a prueba de una disonancia muy diferente a los nuestros, se acercan menos prejuiciados y con otra óptica a esta música de vanguardia, de ruptura, a esta música un poco agresiva que trató de romper los cánones establecidos por el gusto burgués.

«Llamaré otra vez a muchos pianistas, porque también es un empeño muy grande. A los habituales colaboradores se unirán otros nuevos y, como los Tres Mosqueteros, volveremos a delirar, a sufrir y a vivir en pos de estos grandes que son pilares de la música de concierto en nuestro país. De lo contrario, se nos va la memoria, es decir, nos quedamos sin el mañana».

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