Raisa Pagé y Katia Siberia García - Granma.- Es último domingo del mes de mayo. Como es habitual, la Plaza de la Revolución acoge la feria de productos agropecuarios. Las matrículas de los camiones dan cuenta de su procedencia. Desde Guantánamo, Ciego de Ávila, Villa Clara o Pinar del Río, llega el abastecimiento. Antes debieron cumplir con la entrega planificada a su provincia.

La rastra (NSJ825 y NSG309) cargada de plátanos fruta llegó desde Guantánamo. Sobre ella, Ismael Rojas vende la mano a dos pesos. A solo unos metros, un camión avileño ofrece la misma mercancía por el mismo precio, solo que se ha ahorrado unos 500 kilómetros. Al parecer los plátanos guantanameros son muy especiales y no hay una provincia más cercana que los necesiten, o los avileños no pueden satisfacer la demanda; pero, la realidad es que vienen para la capital porque aquí los venden más caros. A las dos y media, en la feria quedaba plátano para unos cuantos, porque la gente decide que a esos precios no los compra.


Regresarán entonces a su provincia de origen porque los domingos los mercados estatales permanecen cerrados y no esperarán otro día para descargar.

"Antes existía un mercado que se apropiaba del excedente pero ya eso desapareció, viramos con la mercancía y la entregamos a Acopio", comenta Rolando Molina, de la Cooperativa de Crédito y Servicios (CCS) Alfredo López Brito, de Cabaiguán, Sancti Spíritus.

Aunque los representantes de cada vehículo tienen potestad para bajar los precios, la generalidad de la feria se rige por precios topados. Venden al máximo y solo bien tarde, y por excepción o ante un claro detrimento del producto, deciden bajarlos.

El supervisor Carlos Rubal planteó que la única medida válida es la libra. Ni el mazo ni los jarros deben aparecer en la declaración jurada.

Encontrar el puesto de venta de Iván Maqueira, representante de la unidad de Acopio de Aguada de Pasajeros, en Cienfuegos, fue un alivio. La libra de melón la vendía a 80 centavos, cuando el precio máximo era 1,50. La gente que hacía cola estaba agradecida y contenta. Milagros Varea, trabajadora civil de las FAR, dijo que si todos hicieran algo parecido, la población se vería más beneficiada.

¿A la justa medida?

Un camión repleto de plátanos vianda vende la unidad a dos pesos. Está tan caro como en el mercado, decía Luis Moya. Cuando preguntamos a Osvaldo Lanza, de la CCS Máximo Lugo, de Pinar del Río, por qué no lo vendía a 2,50 pesos la libra adujo que no tenía pesas. Sin embargo, la declaración jurada atestiguaba que vendería por libra.

El puesto de venta de la CCS Antonio Guiteras, de La Habana, tenía pesas. Julio César Veitía, el representante de esa entidad, opina que se tiene que vender por libra, que es lo indicado. Pero a su lado, Dubieri Luis Torres, de la cooperativa Carlos Conquero, de Cifuentes, en Villa Clara, dice que venden los ajíes de diversos tipos por jarros, porque no tienen medios de pesaje.

Durante el recorrido, los reporteros de Granma encontraron a Jesús Rojas Basalo, subdirector comercial de la Unión Nacional de Acopio. Aclaró que los precios de la feria de la Plaza son colegiados con el Consejo de la Administración del Poder Popular de Ciudad de La Habana, a partir de los aprobados para los Mercados Agropecuarios Estatales, y así establecen los precios máximos de cada producto.

Sobre la carencia de medios de pesaje manifestó que solo en las entidades de la Unión Nacional de Acopio hay un déficit de 3 000 básculas. "Muchos vendedores no tienen pesas y por eso acordamos emplear medidas no convencionales, como jarros", explicó.

Puntualizó que cuando el vendedor hace la declaración, debe especificar qué medios usará en el pesaje. Estos serán luego pesados por los funcionarios de Acopio.

Otra ha sido la realidad. Cuando Alieski Camejo, de la cooperativa Jorge Montes, de Villa Clara, fue a hacer la declaración jurada no le pesaron los jarros con que vendería sus productos.

Pero el supervisor del Poder Popular de Plaza, Carlos Rubal, tiene una orientación distinta. Plantea que la única medida válida es la libra. Ni el mazo ni los jarros pueden aparecer en la declaración jurada. El mazo debe pesar una libra y nosotros como inspectores lo que verificamos es eso.

Robeisi García, de la CCS Jorge Montes, de Cifuentes, señala como injusto que el Estado solo quiera comprarle sus cebollas a 2 pesos por libra, pues la tipo Caribe es hueca y casi no pesa. Sencillamente no me da negocio venderla a Acopio, que al final la oferta a 6 pesos. Prefiero la ristra, aclara.

Mas, las ristras presentan otro problema. Un conteo al azar corroboró que muchas no tienen la cantidad de cabezas de ajo o de cebolla fijadas. Las patas de una ristra de cebolla deben poseer 25 unidades, pero las muestreadas siempre quedaban por debajo de esa cifra.

En espera de otra feria

El recorrido constató que cada cual impone medidas diferentes y disienten los criterios de responsables y supervisores. Las reglas de la legalidad no halan para el mismo lado.

Ante la dicotomía de libra, mazo, jarro, ristra... urge una balanza unificadora de criterios o de precios ajustados a ella.

Evidentemente hay confusión sobre el concepto del precio topado, todo el mundo quiere vender al tope buscando mayores ganancias a costa de las necesidades de la ploblación.

Las excepciones de vender por debajo del precio topado, lo cual pueden hacer, no abundan. ¿Si las ferias son una alternativa mensual para encontrar productos más baratos, por qué se establece el precio máximo de los mercados agropecuarios estatales?

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