Alpidio Alonso y Yinett Polanco - La Jiribilla.- Por estos días se conmemoran 40 años de los sucesos de Mayo del 68 en Francia. Muchos recuerdan hoy aquellas jornadas en las cuales estudiantes y obreros se unieron en París y otras ciudades para protagonizar una cadena de protestas contra el sistema, que conmocionó los cimientos de la sociedad francesa e hizo tambalearse al gobierno del presidente Charles de Gaulle. Aquellas revueltas —que comenzaron en las universidades, pero que rápidamente fueron extendiendo su impulso revolucionario hasta paralizar grandes fábricas, vías de comunicación, astilleros, aeropuertos, comercios, e impregnaron con su espíritu agitador las calles de los principales centros urbanos de Francia—, alcanzaron entonces una gran repercusión en Europa y el resto del mundo.


En esos momentos parecía que todo podía realmente cambiar para dar paso a los nuevos sueños. A cuatro décadas de aquella rebelión, ocurrida en el mismo año de la llamada Primavera de Praga y la matanza de Tlatelolco, conversamos con Ricardo Alarcón, presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, quien, apasionado con el tema y con la misma campechana jovialidad del antiguo dirigente estudiantil, fue directo a la médula con razonamientos que asumen una abarcadora perspectiva sobre la historia de aquellos acontecimientos y arrojan luz sobre pasadas y presentes manipulaciones.

Ni solo Mayo, ni solo París, ni solo 1968

Esta sería mi primera afirmación sobre esos sucesos: ni solo Mayo, ni solo París, ni solo 1968. Si nos situamos en los acontecimientos de ese año que tuvieron un gran impacto en la sociedad, no solo está el Mayo francés, también ese año ocurrieron en los EE.UU. los asesinatos de Martin Luther King y Robert Kennedy y la revuelta en Chicago y otros sucesos que conmovieron el país. Sin embargo, solo se habla de los acontecimientos franceses, pues algunos en EE.UU. han tratado de borrar, de silenciar, el significado de las protestas juveniles que abarcaron más de una década y en las que estuvieron involucrados fundamentalmente los universitarios. En EE.UU. hubo muchas más protestas que en Francia, pero nunca lograron llegar a la clase obrera y creo que ahí radica la importancia del acontecimiento francés. Pero es riesgoso explicar la historia a partir de un lugar, de un momento, sin elementos que lo contextualicen.

¿Por qué en Francia pasa eso?, porque hubo antecedentes como la derrota del colonialismo en Indochina, la Guerra de Argelia en los 60 y el país, beneficiado por el Plan Marshall, había recuperado su industria que ya competía con la estadounidense y se había alejado del “peligro” del avance hacia el poder de los comunistas y la izquierda, algo que pareció posible al concluir la Segunda Guerra Mundial.

EE.UU. estaba viviendo en los 60 el último período de liberalismo norteamericano, los que estaban en el gobierno eran los demócratas liberales, algo que, prácticamente, ya no existe, en términos norteamericanos era un gobierno “liberal”. En Francia era la derecha, pero una derecha nacionalista, que quería separarse de los EE.UU.

En esa etapa había más bien un bienestar generalizado en el mundo capitalista, es una generación que no padece ninguna crisis económica, tiene cierto bienestar material, pero tiene insatisfacciones espirituales como se aprecia en la declaración de Port Huron, con la que surge públicamente el SDS (Students for a Democratic Society) en 1962, una organización que llegó a agrupar a más de cien mil universitarios norteamericanos, que dice: somos una generación acomodada, con ventajas materiales, pero inconforme ante el mundo que heredamos. Ellos hablan en el documento de la apatía reinante en la sociedad norteamericana de entonces y se rebelan contra ella. Esta era la organización que agrupaba a los estudiantes universitarios blancos, porque los negros se habían organizado antes en el SNCC (Student Nonviolent Coordinating Committee) que libró batallas memorables contra el racismo. Esto es un reflejo del racismo en la sociedad norteamericana, aunque es cierto que ahora esa segregación se ve un poco menos, gracias precisamente a las luchas de los 60 en las que se unirían estudiantes negros y blancos. Pero aún hoy blancos y negros continúan asistiendo los domingos cada uno a sus respectivas iglesias.

Francia, donde se llega a la huelga obrera, era un país donde había una izquierda con una cierta fuerza; en EE.UU. no, allá la izquierda estaba en crisis, pues prácticamente acababa de terminar el período de McCarthy, que casi destruyó a los Partidos marxistas o socialistas y al movimiento sindical, por eso es que la izquierda surge sobre todo desde los sectores estudiantiles. En Francia el presidente Sarkozy está atacando a los 60, los está culpando de la falta de moral, pero él mismo es una creación de los 60, porque jamás hubiera llegado a ser Presidente de Francia un judío divorciado y de origen extranjero, de no haber sido por los cambios que estos sucesos trajeron consigo.

Le hice una entrevista a Tom Hayden, dirigente del SDS, aparecida en el libro Por la izquierda, en la que él dice que los 60 no han terminado todavía, están lejos de haber terminado, siguen siendo un tema de discusión, de debate, los 60 todavía es un tema presente en las escuelas, en los medios, en la política, precisamente porque la recuperación de su significado es muy importante para los movimientos sociales del futuro y porque la supresión y la distorsión de la memoria es vital para la agenda conservadora. El propio Bill Clinton ha dicho que en EE.UU. se está a favor o en contra de los 60.

Más que hablar de un año, habría que hablar entonces de los 60 como de un proceso que aún vive. En EE.UU. se habla hoy del New SDS, que agrupa a hijos de aquellos que en los 60 organizaron las protestas estudiantiles y tiene capítulos en más de 100 universidades y docenas de preuniversitarios. Sin embargo, esto no se conoce, y los norteamericanos prefieren que la prensa mundial hable del aniversario del Mayo francés. De cualquier modo uno no puede intentar repetir las épocas, la situación mundial hoy no es la misma que en los 60, hoy las mayores protestas en el Primer Mundo las protagonizan los inmigrantes. Por ejemplo, en los últimos años ha vuelto a celebrarse en los EE.UU. el 1º de Mayo, con manifestaciones masivas de los inmigrantes, porque esa fecha, que conmemora un suceso norteamericano, durante mucho tiempo era recordada apenas por la izquierda. Allá inventaron los capitalistas una fecha en septiembre para conmemorar el día del trabajo, y separar a sus trabajadores del resto del mundo.

Cuba, el Che y los 60

En los 60 uno de los factores que más inciden, sobre todo en los EE.UU., es el triunfo de la Revolución Cubana, para los franceses fueron las derrotas en Indochina, en Argelia, pero para los norteamericanos era sobre todo Cuba. Por ejemplo, Charles Wright Mills, el gran sociólogo norteamericano, escribió en 1960 un libro muy valiente sobre la Isla, Listen Yankee: the Revolution in Cuba; él veía la revolución que venía desde Cuba, de Vietnam, de África, o sea, de la periferia del mundo hacia el centro. Mills, al igual que el Che, era un crítico del modelo soviético, pues decía que en algún momento este iba a converger hacia el capitalismo, que los EE.UU. por su parte iban a entrar en una crisis insalvable y había que buscar una teoría para una sociedad “otra”, superadora de los modelos de la “guerra fría”, un socialismo diferente, que vendría de afuera, del Tercer Mundo. Es necesario apuntar que estas discusiones sobre la crisis del socialismo donde más se habían producido eran en Cuba, a partir de los señalamientos del Che y de su debate con otros compañeros, hay toda una literatura publicada de ese gran debate de los 60. Desgraciadamente Mills murió muy joven, y en parte murió por Cuba. Fue atacado por tirios y troyanos, cayó en una polémica con los liberales que lo acorralaron por su defensa a la Revolución Cubana. Se vio envuelto además en una demanda judicial interpuesta por los batistianos quienes además lo amenazaron de muerte. En sus meses finales dormía con un revólver junto a la almohada. Afectado desde temprano por una dolencia cardíaca, no resistió la tensión, sufrió varios infartos y murió a los 45 años en 1962. Era a este hombre a quien el SDS reconocía como padre intelectual. Tom Hayden apunta en un bello texto que tituló “The way we were”, que él vio en los obituarios del New York Times la noticia de la muerte de Mills justo al día siguiente de haber terminado el borrador de la declaración de Port Huron.

Cuando mataron a Martin Luther King en abril hubo decenas de miles de manifestaciones como las del Mayo francés en los EE.UU., llegaron prácticamente frente a la Casa Blanca, pero casi nadie habla de eso. Cuando llega Mayo del 68 en EE.UU. está la conmoción por la muerte de Martin Luther King y la ilusión de que el sector liberal, progresista, pacifista, pueda ganar la Convención Demócrata con Robert Kennedy de candidato. Él tenía el estado de New York y acababa de ganar California cuando lo mataron en la madrugada del 6 de junio, en vivo y en directo frente a las cámaras de la televisión. La Convención Demócrata escogió entonces como candidato a Hubert Humphrey, el vicepresidente de Johnson, un senador liberal en términos norteamericanos, muy vinculado a los sindicatos, que en aquella época eran mucho más fuertes que ahora. Johnson se había ido enredando con la guerra de Vietnam y ahí radicaba su gran contradicción, una política hacia fuera muy reaccionara, muy agresiva, pero a los internos de los EE.UU. seguía siendo del ala liberal, o sea, que creía en el papel regulador del Estado en la economía, en la seguridad social, los derechos civiles, etc. Entonces los jóvenes protestaron en Chicago, fuera de la Convención que elige a Humphrey, quien en noviembre fue derrotado por Richard Nixon, representante de la derecha gangsteril.

Eso condujo a que ese año 68 y el siguiente el SDS llegara a la cúspide de su influencia. Pero Nixon intensificó y extendió la guerra en Indochina e impuso políticas conservadoras en el plano interno. Entre los jóvenes creció la frustración y se desarrollaron tendencias radicales como los Black Panthers y entre los puertorriqueños los Young Lords. El SDS sufrió una crisis existencial, se dividió y surgió un grupo, el Weathermen, que durante varios años desarrolló la lucha armada, pusieron bombas en instalaciones públicas, lugares militares, pero nunca causaron bajas porque siempre avisaban sus acciones públicamente. Las únicas bajas fueron tres muchachos miembros de la organización que estaban preparando unas bombas en New York y una explotó por accidente. La policía encontró allí pistas para desatar la persecución de otros miembros del grupo y tuvieron que pasar entonces a la clandestinidad. Como no pudieron detener la guerra imperialista decidieron traer la guerra a casa —“Bring the war home”— fue una consigna de la época que se hacía eco del llamado del Che a crear muchos Vietnam.

Huellas 40 años después

Todas las preguntas que estos jóvenes se hacían, hoy mantienen vigencia; pero existen diferencias en las cosas que no se planteaban, digamos por ejemplo los problemas del medio ambiente, el tema de la mujer, el enorme crecimiento de la población del planeta. En el New SDS ya están incluidas algunas muchachas latinoamericanas, hace 40 años no había ninguno que hablara español; en Francia, en Europa, el tema de la inmigración es mucho más complejo. En los años 60, incluso los comunistas soviéticos tenían la misma idea del progreso que en Occidente, basada en un desarrollo indetenible. La idea de que hay un límite para el desarrollo de las fuerzas materiales es mucho más reciente. Hoy la política de racionamiento está llegando incluso a los centros tradicionales de comercio en los EE.UU., donde ya en los Wall-Mart y en CareFood hay límites para la compra de arroz. Otra de las diferencias principales es que cuando hace poco se produjeron las manifestaciones en Seattle, estaban juntos obreros y estudiantes; cuando Nixon, la tropa de choque que él usaba contra las protestas juveniles eran precisamente los constructores, y hoy los hijos de esos mismos constructores protegen a los hijos de aquellos estudiantes, porque, a diferencia de hace 40 años, la globalización neoliberal no solo perjudica al Tercer Mundo, también perjudica a los trabajadores del Primer Mundo. El movimiento sindical norteamericano ha tenido hoy posiciones en general mejores que las de aquella época, contra el neoliberalismo, en defensa de los inmigrantes, etcétera.

Ahora por primera vez hay condiciones para crear un amplísimo frente anticapitalista; ya no es solo que la gente de afuera viene al asalto, viene a un lugar donde los de adentro están profundamente insatisfechos. Sería entonces el momento de crear la alianza más amplia contra el capitalismo real, tal y como es ahora, lo cual no excluye darles espacio a los que buscan otro capitalismo, que también es posible, y no tiene por qué ser neoliberal. Eso como objetivo inmediato no es malo, porque son respuestas a la urgencia de impedir la destrucción de la Tierra, dadas por un sujeto múltiple o muchos sujetos. Ahora lo que habría que hacer es cambiar los modelos de producción y consumo como pidió la Cumbre de Río. Diría que el problema fundamental del mundo moderno es la comunicación, la necesidad de crear medios alternativos donde se le dé voz a todos estos movimientos que están produciéndose en la actualidad y conectarlos y promover la convergencia entre ellos.

Los intelectuales: ayer y hoy

Jean Paul Sartre era el símbolo del intelectual comprometido, engagé, de aquella época. Aquí en Cuba por suerte se podían conseguir ya en los 50 algunas traducciones de sus obras y recuerdo haber leído una obra suya, Materialismo y revolución, una crítica a las concepciones marxistas leninistas, pero desde un punto de vista muy de izquierda, pues él era un pensador revolucionario independiente, parecido a Mills. Ambos tienen que ver muchísimo con esa generación, la van a influir, van a ser un poco sus mentores, por la actitud revolucionaria, de compromiso y la independencia de pensamiento, que es otra arista del problema bastante complicada. En aquellos años era difícil ambas cosas. En Francia, donde siempre ha habido una tradición intelectual y de lucha social revolucionaria, hay más espacio, pero aún allí era difícil porque el contexto era muy manipulado por la Guerra Fría y había una contraparte de pensadores pagados por la CIA encargados de dar unas versiones muy de derechas de la historia. No olvidemos que en 1960 Daniel Bell publicó El Fin de la Ideología que generó una moda tan exitosa como la que tendría en los 90 su clon del “fin de la historia”. Se nos decía entonces que habíamos alcanzado un estadio superior —la “sociedad posindustrial”— en la que no habría ya espacio para la lucha social. Recordemos, sobre todo, los reveladores textos de Brzezinski, hacia fines de los 60 donde se entusiasmaba ante el papel que desempeñaría la televisión para “manipular las emociones y controlar la razón”.

Si Sartre se convierte en un intelectual de fuste en Francia y Mills en EE.UU., es porque entonces quedaban más espacios de independencia, ahora la influencia social de un Sartre, un Mills, o un Noam Chomsky, se restringe a determinados circuitos, porque una gran masa vive sentada frente al televisor y no lee. ¿Por qué los grandes medios se convierten en conglomerados que incluyen la industria de la distracción y el divertimiento?, porque dominan un mercado que busca domesticar y embrutecer, hacer que cada vez se piense menos, se lea menos y por otro lado a cualquiera bien conectado con este aparato del entretenimiento se le fabrica una imagen de “intelectual”. Por suerte sigue habiendo gente que piensa y trata de buscar caminos en medio del caos, pero están aislados los unos de los otros, por eso insisto en que el elemento indispensable, urgente, es el de la comunicación.

¿Utopía?

Por primera vez la utopía es una necesidad. La idea de la utopía ha estado asociada a una quimera, entendida la utopía como la búsqueda de un mundo racional, ideal, regido por la solidaridad entre los hombres y con la naturaleza. Podrá ser un sueño, pero en esta etapa de la evolución de la humanidad, o alcanzas una sociedad utópica, o unas sociedades utópicas, o se acaba todo. La utopía era entendida como algo que estaba fuera, pero o la encontramos ahora, o dentro de poco tendremos que irnos para otro planeta. Es la primera vez en la historia de la humanidad que adquiere la condición de lo necesario, si no se derroca el capitalismo existente y no se sustituye por sociedades que debemos explorar, hasta alcanzar una nueva civilización o la actual está condenada a desaparecer. La expresión “socialismo o muerte”, en rigor, no es una consigna sino un diagnóstico exacto de la realidad. Pero un socialismo como el que reclamaba Mariátegui, que habrá de ser “creación heroica”. Y como toda creación, diverso, multicolor, irrepetible.

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