Hace hoy justamente dos años falleció en La Habana la gran Alicia Alonso. Era (y sigue siendo) la más emblemática de las artistas cubanas. La artista nacional, aunque no hubiera nombramiento oficial. Video: TV Cubana.


Hoy baila aquí Alicia Alonso

Yuris Norido - CubaSí

Hace hoy justamente dos años falleció en La Habana la gran Alicia Alonso. Era (y sigue siendo) la más emblemática de los artistas cubanos. La artista nacional, aunque no hubiera nombramiento oficial. Ella fue cumbre de un arte que bebió de la gran tradición universal y se afianzó en valores propios. Desde este pequeño lugar del mundo, Alicia escribió algunas de las más relevantes páginas del ballet. Hizo obra y dejó escuela. Devino símbolo de un gran movimiento artístico. Alicia fue su propio monumento.

De su país Alicia Alonso recibió todos los homenajes. Pero el mayor, el que ella más valoraba, era el cariño de su pueblo. Pocas veces una bailarina clásica se convierte en ídolo popular. En Cuba a Alicia la conocía todo el mundo. Todos la respetaban. Todos se enorgullecían de saberse sus coterráneos, sus contemporáneos. Incluso los que nunca asistieron a una función de ballet eran conscientes de que una de las más grandes bailarinas del mundo.

Pero Alicia (entre otros) hizo del ballet un arte popular, patrimonio compartido. Y abrió un camino que siguieron cientos de jóvenes, algunos de los cuales son ahora mismo grandes figuras de la danza universal. Cualquier bailarín que se haya formado en Cuba tiene una deuda de gratitud con Alicia Alonso.

Los miles de cubanos que espontáneamente despidieron a Alicia Alonso en octubre de 2019, los que la lloraron en todo el país, los que evocaron entonces su gloria inmensa... sabían que moría una mujer, pero que se eternizaba un símbolo. Alicia sigue bailando todos los días. 

 

Alicia en el recuerdo

Miguel Cabrera - Cubadebate

Alicia Alonso no vivió refugiada en el pasado ni añorante de un futuro siempre incierto. Ella trabajó y disfrutó cada instante de su presente, segura de que el fruto del quehacer cotidiano sería la base de cualquier logro o conquista posterior. Sobre esa filosofía labró su brillante y legendaria carrera artística, como bailarina, maitre, coreógrafa y directora,  que se extendió desde el debut en el Gran Vals de La bella durmiente, el 29 de diciembre de 1931, hasta su muerte física, el 17 de octubre del 2019.

Durante más de medio siglo de cercanía, tuve el aprendizaje de su magisterio, donde nunca hubo espacio para la queja, el desánimo o la derrota. Cuando con solo 20 años de edad, luego de tres operaciones en sus ojos, en Nueva York y La Habana, que dejaron su visión limitada grandemente, se negó a aceptar su retiro de la escena, lanzó un reto que volvería a enfrentar, 31 años después, cuando en 1972 fue operada nuevamente, esta vez en la Clínica Barraquer, de Barcelona.

En un momento particularmente doloroso de su vida afectiva, me dijo: “Soy como esos caballos de carrera, que cuantos más obstáculos se le presentan, miran solo hacia adelante, buscando la nueva meta”. Y así lo ratificó cuando después de dos años apartada de la escena por la última operación de los ojos, ya con 52 años de edad, reapareció, sorpresivamente, en el Teatro Lázaro Peña, el 27 de noviembre de 1974, en el ballet Mujer, de Alberto Méndez, en homenaje al II Congreso de la Federación de Mujeres Cubanas.

A partir de entonces, batiendo record de permanencia sobre las puntas de sus zapatillas, se mantuvo revalidando su bien ganado status de prima ballerina assoluta, en los más prestigiosos y exigentes escenarios de los cinco continentes.

Cuando aquella noche del 28 de noviembre de 1995, en el Teatro Massini de la ciudad italiana de Faenza, dijo adiós a los escenarios como intérprete, bailando el ballet Farfulla, de su propia creación, se colocaba en ese raro sitial que solo ocupan los elegidos: entre la realidad y el mito. Iba a cumplir 73 años de edad, de ellos 63 sobre los escenarios de su patria y del mundo.

Dueña de un asombroso repertorio de 134 títulos, donde figuran obras del ballet de acción dieciochesco y de la gran tradición romántico-clásico del siglo XIX, junto a otras creadas por audaces coreógrafos contemporáneos, se convirtió en una genial intérprete, aclamada por una ductilidad estilística excepcional y un poderío técnico que se adelantó a su época en más de dos décadas.

La Alonso coreógrafa nos dejó un legado de 79 títulos, entre versiones y creaciones, muchas de ellas en el repertorio de prestigiosas compañías danzarias de Europa, Asia y América. Ella representó a su amada patria en 65 países, y en escenarios de tanta prosapia como el Metropolitan Opera House, de Nueva York, en los Teatros Bolshoi y  Kirov, de la Unión Soviética; la Ópera de París, la  Scala de Milán, el Covent Garden de Londres, la Ópera de Viena, el Ballet Real de Dinamarca,  el Teatro Colón de Buenos Aires o el Bunka Kaikan de Tokio.

Centenares de galardones de índole artística, cultural, social y política, respaldaron su quehacer como ciudadana de Cuba y el mundo. Fue la máxima inspiradora de la escuela cubana de ballet, aporte excepcional de nuestra cultura a la danza escénica universal, parte suprema del legado que nos dejó y de que el Ballet Nacional de Cuba haya sido declarado Patrimonio de  la Cultura Nacional

En este segundo aniversario de su muerte física, debemos recordarla con la exacta definición de ella que nos dejó su ilustre compatriota Juan Marinello: “Un impulso tenaz, frenético, disparado con la enfermedad y el tiempo, hacia la perfección infinita”.

 

Evocan en Cuba a la eterna Giselle, Alicia Alonso

La Habana, 17 oct (Prensa Latina) Escritores y artistas de Cuba, junto a los trabajadores de la cultura y el pueblo, evocan hoy a la eterna Giselle, Alicia Alonso, en el segundo aniversario de su fallecimiento.

   Varios programas de radio y televisión nacional recuerdan en esta jornada a la prima ballerina assoluta, quien culminara su existencia terrenal a los 98 años en 2019 para convertirse en un perpetuo recuerdo en el mundo de las artes internacionales.

   También desde las redes sociales instituciones como el Centro Nacional de Escuelas de Arte, el Teatro Nacional de Cuba, la Escuela Nacional de Música, Casa del Alba Cultutal, entre otras, recordaron su trabajo incansable e impronta.

   De acuerdo con un comunicado emitido por el Ballet Nacional de Cuba, de quien fue Alonso su fundadora y principal exponente, el conjunto reiniciará las actividades suspendidas durante varios meses a causa de las medidas provocadas por la Covid-19.

   Bajo la dirección de Viengsay Valdés, los miembros de la compañía retornaron a los salones, con un intenso programa de clases y ensayos con vistas a las próximas funciones, informó la entidad y adelantó que la cartelera incluirá el estreno de algunas piezas.

   Sobre la gran artista, la Unión de Escritores y Artistas de Cuba reseñó en un texto parte de su excelsa trayectoria y aseguró que resulta imposible referirse a la cultura cubana  —en todos los tiempos— sin hacer alusión a su impronta.

   La célebre bailarina situó a la compañía entre las de mayor prestigio a nivel mundial, en tanto creó la Escuela Cubana de Ballet desde donde emergieron destacadas figuras y puso en altos pedestales el nombre de su patria en casi 70 países de todos los continentes.

   Merecedora de más de 200 premios internacionales e intérprete de obras claves en el panorama de la danza mundial, la Alonso partió a la eternidad convertida en un símbolo de inspiración y guía, también fuera de los límites del escenario donde brilló tantas veces.

   Carmen, Giselle y otras muchas icónicas obras del género bien pudieran llamarse  Alicia, pues en su carne y con su maestría se esculpieron en el tabloncillo para grabar su nombre como figura cimera del ballet clásico en el ámbito iberoamericano.

   De la gran Diva, escribió el conocido escritor y periodista Alejo Carpentier: 'Alicia Alonso pertenece a la excepcional estirpe de bailarinas que han dejado a veces no más de cuatro, de cinco veces por siglos un nombre egregio en la historia de la danza'.

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