Editorial de CubaSí - Foto: Juvenal Balán.- El 1ro. de mayo de 2000, en un discurso en la Plaza de la Revolución José Martí, el Comandante en Jefe Fidel Castro definió un concepto esencial: "Revolución es sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado; es igualdad y libertad plenas; es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos; es emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos; es desafiar poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional; es defender valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio; es modestia, desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo; es luchar con audacia, inteligencia y realismo; es no mentir jamás ni violar principios éticos; es convicción profunda de que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas. Revolución es unidad, es independencia, es luchar por nuestros sueños de justicia para Cuba y para el mundo, que es la base de nuestro patriotismo, nuestro socialismo y nuestro internacionalismo”.


A más de 22 años de ese discurso, la vigencia de sus ideas es meridiana. Fidel resumió un legado, que va más allá de su extraordinario ejemplo personal. No debe ser entendido como una fórmula, un esquema rígido. Más bien es una declaración de principios, que implica una interpretación creativa, acorde a las circunstancias.

Fidel Castro nunca asumió la Revolución como un fenómeno estático, y lo demostró en su ejercicio público. La dialéctica del proceso imponía lidiar con desafíos renovados; él siempre estuvo a la altura. En momentos particularmente complejos supo afianzar valores. Así fue en la llamada crisis de los misiles, o en la crisis de los noventa después de la caída del socialismo en el este de Europa. Algunos le contaron los días a la Revolución cubana, pero el liderazgo de Fidel logró aunar a un pueblo en un acto colectivo de resistencia.

A seis años de la desaparición física del líder de la Revolución cubana, su ideario todavía marca derroteros. La nación enfrenta una situación difícil, no hay soluciones mágicas. La unidad que predicó Fidel es imprescindible a la hora de defender un proyecto de sociedad cada vez más justa. Ese concepto de Revolución es una guía, un basamento ético.

 

Fidel y la ELAM: Vivir la certeza de los sueños

Gilda Fariñas Rodríguez

CubaSí

Muchas historias vuelven a evocarse una y otra vez. Viejos y nuevos sueños cruzan o se entrelazan dentro de la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM), colosal edificación levantada al filo de la costa norte al oeste de La Habana. 

Así ha ocurrido a lo largo de 23 años desde aquel 15 de noviembre de 1999, cuando Fidel Castro, Líder Histórico de la Revolución cubana, abrió de par en par las oportunidades para miles de jóvenes, muchos de los cuales todavía sufrían la devastación de la gran tragedia humana y natural con que los huracanes George y Mitch enlutaron a Centroamérica y el Caribe.

Hoy, la cifra de estudiantes beneficiados con este proyecto de solidaridad y humanismo —único de su tipo en el mundo— supera los 30 mil 630 graduados procedentes de todos los continentes, mientras que otros miles transitan por los diferentes niveles de enseñanza. En todos palpita la gratitud por la esperanza hecha realidad. 

Al menos, ese es el sentimiento que confiesa Xiomy Bibiany Giraldo, una joven de 29 años de edad que cursa el quinto año en la Facultad de Medicina del Hospital Universitario General Calixto García, de la capital cubana. 

Líder social y víctima de la violencia armada debido al conflicto en su Colombia natal, ella llegó a la ELAM: «gracias al apoyo que dio la isla al proceso de paz entre mi gobierno y la guerrilla se abrieron las convocatorias para acceder a unas dos mil becas».

Con visible tristeza, revive los días en que «los paramilitares se metieron armados al municipio San Pablo Sur de Bolívar, donde vivía con mi familia. Por esta causa tuvimos que desplazarnos hacia otra zona del país, a un pueblito de afrodescendientes llamado San Bernardo, en el departamento de Cesar». 

Aquellos eran tiempos muy difíciles para Xiomy porque, paralelo a los estragos de la guerra, debió sortear las dificultades que le acarreaba ser madre soltera con dos hijos. 

Aun cuando sus sueños de convertirse en doctora se volvían cada día más distantes, utópicos…, nunca renunció a concretarlos.

«Tenía dos empleos. Era el único modo de cubrir nuestra subsistencia. Sin embargo, seguía soñando con la medicina; pero lograr estudiar esa carrera en la universidad pública resulta muy complicado. La mayoría de quienes la matriculan en Colombia y se gradúan son hijos de familias que tienen una posición social y económica alta».

Por esas y otras muchas razones, Xiomy describe la posibilidad de estar aquí como maravillosa. 

«No solo por haber cambiado mi vida, sino mi futuro y, de hecho, el de mis hijos, de mi familia, de mi comunidad. En general, a todos los que estamos en este centro nos ha cambiado la existencia y mostrado el sentido humanitario que tiene la profesión». 

Ella evoca entonces los casi dos mil habitantes de su pueblo que no cuentan con médicos, ni enfermeras, ni centros abiertos para recibir asistencia sanitaria. 

«Al graduarme, quiero regresar a San Bernardo para retribuir a la población todo el saber entregado por los especialistas cubanos. Es ese el lugar a donde quiero ir a trabajar para ayudar a mi gente».

Tampoco duda en confesar que «llegar a esta tierra, a Cuba, te cambia la visión y la percepción que traes, porque entiendes que Cuba comparte lo que tiene, no da lo que le sobra. Sin dudas, las expectativas con que llegamos nos han sobrepasado.

«Formar parte de la ELAM es llevar la Revolución en el corazón, en el alma, y mostrarla al mundo. No me voy a cansar de decir lo imprescindible que es esta isla para todas las personas vulnerables y de escasos recursos. 

«Tenemos diferentes nacionalidades y la misma imposibilidad de recibir una enseñanza universitaria gratuita y de alta calidad tal cual la recibimos en esta institución».

Aferrada al agradecimiento, esta muchacha jovial y risueña afirma ser parte y certeza de la obra forjada por Fidel, lo cual significa, además, el compromiso de constituirse como médico de ciencia y de conciencia.

«Es el precepto al que nos convocó el Comandante en Jefe: “Lo más importante habrá de ser su consagración total al más noble y humano de los oficios: salvar vidas y preservar salud. Más que médicos, serán celosos guardianes de lo más preciado del ser humano; apóstoles y creadores de un mundo más humano”, y tenemos el deber de cumplirlo».

No en vano, la memoria colectiva siempre vuelve a aquel 15 de noviembre de 1999. 

Durante el acto fundacional de la Escuela y ante los asistentes a la IX Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, invitados a la ceremonia, Fidel anunció que la ELAM «como sencillo símbolo de lo que unidos hemos de alcanzar, pretende ser una modesta contribución de Cuba a la unidad e integración de los pueblos…»  

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