La Habana, 30 dic (Prensa Latina) - Fotos: Juventud Rebelde, Granma y Cubadebate.- A cien años del nacimiento de Haydée Santamaría, fundadora de Casa de las Américas, su ejemplo pervive hoy en la institución que celebra toda una jornada conmemorativa para rendir tributo a la heroína de la Revolución cubana.


Testimonios, documentos y entrevistas confirman la valía de Santamaría, quien nació en el poblado de Encrucijada al centro de la isla donde se conserva la casa natal de los Santamaría, declarada monumento nacional de Cuba.

Desde su portal web oficial, la Casa distingue una serie de materiales relativos a la admiración que sentían por la también guerrillera varias personalidades como la prima ballerina assoluta, Alicia Alonso, los intelectuales Roberto Fernández Retamar, Pablo Armando Fernández y Cintio Vitier.

En palabras de Alonso, «era una persona que le inspiraba a uno fuerza, ánimo y, sobre todo, transmitía un principio de honestidad muy grande hacia la Revolución. Podíamos hablar con ella horas y horas, y siempre queríamos seguir escuchándola. Tenía una forma completamente nueva de analizar los problemas, y de enfocar cualquier tema del que uno le hablara.»

Resaltan las consideraciones de Vitier, quien recordaría la férrea voluntad política de la heroína al aludir que «cuando Haydee hablaba del asalto al Cuartel Moncada, no lo hacía solo como participante en un hecho histórico, sino también en un hecho biológico y espiritual, como una madre habla de un parto».

La Casa socializó, además, cartas, artículos, discursos, que fueron legados por la propia Santamaría en distintos momentos de su vida antes del triunfo revolucionario y luego como gestora de eventos literarios y anfitriona de importantes figuras de la intelectualidad, al tiempo que la entidad dedicó el último número de su revista homónima a aquilatar la excepcional personalidad de su fundadora.

Para Jaime Gómez, vicepresidente de Casa de las Américas y uno de los compiladores del valioso texto Hay que defender la vida, «el Moncada, la clandestinidad, la sierra, el exilio, el triunfo de enero del 59, la Casa eran parte de una misma cosa, eran parte de su lucha, de su voluntad de trabajar permanentemente por toda la justicia posible.

Significó que «no solo para Cuba sino para todos los pueblos de la América Latina y el Caribe y más allá, para los pueblos del tercer mundo e incluso para las comunidades que sufren discriminación y exclusión en los países desarrollados”.

El volumen, coeditado por el sello de la institución regional y Ocean Sur, tuvo su presentación en homenaje a los 100 años de su protagonista y busca promover el ideario de Santamaría entre las nuevas generaciones de cubanos así como lectores del continente.

Rinden tributo en ciudad natal a heroína de Cuba Haydée Santamaría

Santa Clara, Cuba, 30 dic (Prensa Latina) El centenario del nacimiento de Haydée Santamaría, heroína del asalto al cuartel Moncada y fundadora de Casas de las Américas, fue celebrado hoy aquí en Encrucijada, localidad del centro de Cuba donde nació.

Haydée participó, en 1953, junto a su hermano Abel en el asalto a fortaleza militar del tirano Fulgencio Batista en Santiago de Cuba y posteriormente dejó huellas imborrables como directora de una institución creada para ampliar las relaciones socioculturales con los pueblos de la América Latina, el Caribe y el resto del mundo.

Conocida por Yeyé nació un día como hoy en el batey del central Constancia, hoy Abel Santamaría, y posteriormente se trasladó a La Habana para formar parte de la lucha clandestina en un movimiento encabezado por el líder de la revolución Cubana Fidel Castro.

El municipio de Encrucijada, distante a más de 30 kilómetros de esta ciudad al centro del país, fue escogido hoy para el acto central de la provincia cubana de Villa Clara en saludo al 64 aniversario del triunfo de la Revolución Cubana.

Como parte de la actividad, presidida por el miembro del secretariado del Comité Central Partido partico comunista de Cuba, Jorge Luis Broche, se presentó en la casa natal de la familia Santamaría Cuadrado una complicación de textos titulado Haydee Santamaría Hay que defender la vida, coeditado por la Casa de las Américas y la editorial Ocean Sur.

La víspera un grupo de trovadores cubanos se reunieron frente a la casa donde nacieron los hermanos Abel y Haydée Santamaría para cantarle en una sentida velada dentro de un nuevo proyecto nombrado Una casa, una canción.

Participaron en la velada, entre otros representantes de la Nueva Trova, Ariel Díaz, Marta Campos, Fidel Díaz, Dúo Callejas, (integrado por Darién Peña y Adriana Rivero), Leonardo García, entre otros.

 

En el espíritu del continente

Casa de las Américas hubiese sido un proyecto cultural irrealizable para una mujer, que apenas contaba con sexto grado, si esa mujer no hubiese llevado por nombre Haydee Santamaría. Pero Fidel estaba persuadido de que, aunque la tarea era inmensa, la guerrillera sacaría adelante la misión como tantas veces había cumplido con otras de altísimos niveles de riesgo y de necesidad

Amador Hernández Hernández

Granma

Cuando el primero de enero de 1959 Fidel anunciaba a todo el país, desde Santiago de Cuba, el triunfo irreversible de la Revolución, comenzaría para sus principales líderes la complejísima batalla por la independencia espiritual del país. Más de tres siglos de esclavitud y colonización no habían podido ser borrados de la historia de la isla.

La batalla se ganaría, pues, en el campo de la cultura, en el convencimiento tenaz del significado de la palabra libertad, en la labor emancipadora del arte, la literatura y la educación. La claridad del líder de un proyecto político, hecho realidad gracias al empuje consagratorio del pueblo, se manifestó desde los primeros meses de la victoria revolucionaria.

Si en la organización de este proyecto Fidel y Abel encontraron en Yeyé y Melba la fuerza femenina necesaria, una vez logrado el sueño, el Comandante en Jefe volvería a confiar en Haydee una de las tareas clave en pos de la descolonización espiritual de los cubanos y de la emancipación no solo de la Isla, sino de Nuestra América.

Casa de las Américas hubiese sido un proyecto cultural irrealizable para una mujer, que apenas contaba con sexto grado, si esa mujer no hubiese llevado por nombre Haydee Santamaría. Pero Fidel estaba persuadido de que, aunque la tarea era inmensa, la guerrillera sacaría adelante la misión como tantas veces había cumplido con otras de altísimos niveles de riesgo y de necesidad.

Haydee atrajo al proyecto a los más connotados intelectuales del país y los sumó para el bien de la cultura y de la educación de cubanos y latinoamericanos. Casa se convirtió en el hogar de los movimientos de izquierda de la región, en el de importantísimos intelectuales de todo el mundo, de las más diversas corrientes y tendencias; pero convocados bajo un mismo ideal: salvar la Revolución Cubana por su vocación de faro y luz.

La Casa abrió la Revolución y la proyectó, no como un suceso político fortuito, sino como un ejemplo del más labrado camino hacia la conquista de toda la justicia. Haydee creció como ser humano, culta, inteligente y sagaz, con una capacidad de diálogo admirable, y por esas razones los muchachos de la Nueva Canción hallaron en esa paz, casi maternal, un refugio seguro para que su música alcanzase el alma de un país en constantes transformaciones en pro de la dignidad y de la fidelidad, explicablemente, urgentes ante los nuevos desafíos.

Han transcurrido 63 años de aquella decisión. Yeyé no solamente hubo de cumplir con la tarea, sino que transformó el hermoso edificio en una de las obras culturales y políticas más hermosas de la Revolución, hija de su compromiso con el hombre sensible y generoso, pues en esta entidad, insignia de la más patrimonial independencia espiritual, alcanzaron igualmente sus más connotadas estaturas su fundadora, la Revolución y el continente americano. Su imagen sigue custodiando, para la eternidad, el árbol de la vida, ese árbol de frutos universales.

La heroína, más allá del Moncada

Hoy se cumplen cien años del nacimiento de Haydée Santamaría Cuadrado, mujer de una gran dimensión humana que comenzó a forjarse en el villaclareño Central Constancia

Juventud Rebelde

SANTA CLARA, Villa Clara.—Haydée Santamaría, la Heroína del Moncada, fue sensibilidad, acción, audacia y clarividencia, virtudes a las que ni el paso de los años menguó, cuando ya los bríos de la juventud eran recuerdos. Todo comenzó en el batey del Central Constancia, en el actual municipio de Encrucijada, donde vivió gran parte de su infancia y juventud. Primero le vino la sensibilidad, esa de no pedir de favor sino de hacer para trasformar aquella miseria y desigualdad que observaba en su apacible comunidad, pero reflejo de la pobreza de muchísimos de sus pobladores.

Esa vocación innata suya por los necesitados se afianzó en el seno familiar y también por la influencia de su maestro Eusebio Lima Recio, quien le abrió el horizonte del conocimiento sobre nuestro Héroe José Martí.

En una ocasión al explicar cómo se empezó a moldear la estirpe revolucionaria de Abel, a quien consideraba la persona más brillante y capaz que existía, sin quererlo nos descubrió un retrato de ella misma.

En esencia contó que su queridísimo hermano descubrió los desmanes contra los campesinos de los latifundistas que le arrebatan su pedacito de tierra; después conoció a Jesús Menéndez y las luchas de este en el central fueron grandes, y para Abel y para mí fue descubrir algo nuevo.

Abel se hizo mayor y empezó con sus lecturas y sus transformaciones. Por el dictador Batista sentía un odio mortal desde antes del golpe del 10 de marzo de 1952, porque ya era un asesino.

En esos intercambios, más lo apreciado desde la infancia, y después de conocer a Fidel explican cómo surgió en Haydée su compromiso por lograr la justicia  social, y en su establecimiento descolló.

Hablando en una entrevista sobre el Moncada expresó: «Cuando nos encontramos a Fidel, todo empezó a hacerse posible, todo fue hablar de una verdad y una realidad; y partir de algo: que no teníamos nada…». Y cuando veíamos a todo un mundo de gente que decía que tenía tanto y más cuanto… Entonces nos encontramos a Fidel que dice: «No tenemos nada, no hay nada, y hay que buscarlo; y el problema aquí ya no es de cantidad, sino de empezar».

Su sensibilidad, acción, audacia y clarividencia tampoco acabó después de la lucha para derrocar la tiranía, siguió lozana en función de las mejores causas, en particular hacia el ámbito cultural, desde la Casa de las Américas. Fue creadora y patrocinadora del Movimiento de la Nueva Trova, y logró difundir la obra artística desconocida de jóvenes como Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Noel Nicola… que inauguraban una sonoridad que se impuso internacionalmente.

El escritor Roberto Fernández Retamar en su momento enfatizó que «ella mezclaba un humanismo extraordinario con el rigor y la profunda vocación revolucionaria, por eso no solo marcó a la Casa sino a cada uno de nosotros», mientras el cantautor Silvio Rodríguez expresó que «…lo primero que aprendí de ella fue la solidaridad y la confianza en los jóvenes».

Sobre esas virtudes que la distinguían, el presidente de la Casa de las Américas, Abel Prieto Jiménez, ha dicho que se necesita conocer realmente la dimensión humana de quien fuera mucho más que la Heroína del Moncada.

Sobre ese particular confesó que todavía resulta un enigma su capacidad para establecer diálogos y vínculos de amistad y colaboración con intelectuales de todos los confines y tendencias de las Américas.

Para él la capacidad de convocatoria de la Casa de las Américas, una de las grandes pasiones de su vida, es prueba de ello. Cada vez que la Casa reúne, convoca, emprende, también es «Yeyé» quien lo sigue haciendo de algún modo.

Tenía que vivir

«Cuando Haydée hablaba del Moncada, no lo hacía solo como participante en un hecho histórico, sino también en un hecho biológico y espiritual», definió el poeta Cintio Vitier.

Exacta valoración para aquella esperanzadora, corajuda y audaz acometida por la libertad que la tuvo a ella de protagonista. Fidel en el alegato de autodefensa La Historia me absolverá afirmaría, con justeza, que nunca se puso en un lugar tan alto de heroísmo y dignidad el nombre de la mujer cubana.

Ella confesó que en aquellos momentos previos al ataque miraban a Fidel, y sí había algo que nos decía que sí viviría, que él sería el único que viviría; porque tenía que vivir.

Basta recordar solo esa entereza ante los esbirros cuando le enseñaron el ojo ensangrentado de Abel y le dieron: «Este es de tu hermano, si tú no dices lo que no quiso decir, le arrancaremos el otro».

Solo de imaginar aquel trance terrible uno tiembla, pero ella, que quería entrañablemente a su hermano, respondió digna y corajudamente con una frase que la inmortaliza: «Si ustedes le arrancaron un ojo y él no lo dijo, mucho menos lo diré yo».

Lo visto y sufrido en aquella acción la acompañó durante toda la vida, pero nunca le impidió seguir dando lo mejor para contribuir a la Revolución, esa obra a la que quería con pasión y sentimientos por la que no vaciló en exponer su vida.

 

Haydee renace en su centenario

Retamar, cercano y cómplice de sus sueños latinoamericanos, diría: Moviendo la cabeza como la linda muchacha de pueblo que nunca / nunca dejaste de ser / Así no te veremos ya más, sino en el corazón / Donde ahora vives junto a la madre y el hermano / (…) Allí, multiplicada y única, estás invulnerable.

«Mujer luz de la primera Revolución socialista de Nuestra América», la llamó René Depestre; y Eliseo dijo de ella que «grabó en la realidad la poesía mayor de la Revolución». Esa es la Haydee entrañable, la única Haydee posible que renace en su centenario.

 

Con sus pasos de pájaro alegre

Haydee impresionaba. Los que tuvieron la dicha de tenerla cerca no pudieron nunca mirarla sin estremecerse y costaba creer, como algunos han dicho, que después de haberle visto el rostro al horror, hubiera podido continuar adelante, sin dejarse arrastrar por la congoja, aunque no la abandonara, erigiendo e integrando la cultura, batallando por instaurarla en el alma colectiva

Madeleine Sautié

Granma

El efecto es el mismo si leemos o si nos hablan de ella. Una idea aletea en la razón:  Haydee es un nombre sagrado, de los más íntegros que protagonizan nuestra historia. Hay que pronunciarlo despacio, porque entraña respeto, no el respeto natural al que cada ser humano tiene derecho, sino aquel aprecio mayor que se experimenta ante quien, sin pretenderlo, sin buscar para sí glorias ni esmaltes, ha sido incuestionablemente grande.

Hay quienes saben de ella, la estudian, se interesan por todo material audiovisual que la aborde, se acercan a los libros –de excelente factura el de 600 páginas, Haydee Santamaría. Hay que defender la vida, que acaba de ver la luz con sello de Casa de las Américas y Ocean Sur, como parte de las acciones para homenajearla en el centenario de su natalicio– y encuentran en su personalidad el modelo de revolucionaria que supo sobreponerse a la adversidad y a la magulladura incurable del dolor y del espasmo, y continuar sonriéndole a la existencia. 

Otros podrían decir apenas que fue una de las heroínas del Moncada, la hermana de Abel, el segundo jefe del movimiento 26 de Julio, al que en aquel asalto hacia la libertad le destrozaron el rostro para después mostrarle un ojo humano ensangrentado y pedirle que hablara, o a su hermano le arrancarían el otro. Sabrán seguramente de la respuesta enérgica que diera Haydee ante el crimen que le mostraban, y que después de que la quemaran con colillas a ella y a su amiga Melba Hernández, le dirigirían aquellas infamantes palabras: «Ya no tienes novio porque te lo hemos matado también» y a las que respondería: «Él no está muerto porque morir por la patria es vivir».  Sabrán que fundó, por solicitud de Fidel, la Casa de las Américas, tal vez sin que se tenga todo el conocimiento de lo que esto significó. Pero hasta aquí podrían dar fe de ella.

Otros nada saben. Hay quienes van por el mundo desentendidos de los que renuncian a labrar un futuro en beneficio propio y, desconociendo la consagración ajena, creen merecerlo todo. Personalidades como Haydee, profundamente martianas –no porque hayan leído la obra del Maestro, o porque puedan citar alguno de sus pensamientos, sino por sentir y actuar de acuerdo a sus preceptos–  no solo deben conocerse a fondo, sino que deben iluminar las conductas, tantas veces disminuidas.

Haydee impresionaba. Los que tuvieron la dicha de tenerla cerca no pudieron nunca mirarla sin estremecerse y costaba creer, como algunos han dicho, que después de haberle visto el rostro al horror, hubiera podido continuar adelante, sin dejarse arrastrar por la congoja, aunque no la abandonara, erigiendo e integrando la cultura, batallando por instaurarla en el alma colectiva.

La pluma de figuras descollantes de la política y el arte han hallado el modo de describir la significación de esta mujer en el tiempo en que le tocó vivir. Desde el momento en que conoce a Fidel, escribe Roberto Fernández Retamar, «los momentos más altos de la vida de Haydee ya no pertenecerán solo a su biografía: pertenecerán a la historia de Cuba». Y asegura respecto a los sucesos del Moncada que «aquellos días dantescos» Haydee los vivirá eternamente. «Cuando, ahilando la voz, habla de ellos, parece que se la ve descender por húmedas escaleras oscuras, manchadas de sangre, entre ayes y sombras y los que Martí llamó “cadáveres amados”». 

Conmovedor resulta volver a aquellas palabras de Armando Hart Dávalos, su compañero en la vida y padre de sus hijos, que enviara a Vilma Espín en 2002, cuando los restos mortales de Haydee serían trasladados al Segundo Frente Oriental Frank País. «Fuimos prácticamente la misma persona, y trabajamos en común sin una diferencia política ni revolucionaria. Fue la mitad de mí mismo y yo lo fui de ella; lo llevo con honra y recuerdo imperecedero».

De una belleza estremecedora resulta la especial alusión que a ella hiciera el poeta brasileño Thiago de Mello, a cargo de la apertura del Premio Casa 1985: «Ella estaba aquí la última vez que llegué, en el año 77, a esta patria de José Martí. Ahora no recorre más, con sus pasos de pájaro alegre, los caminos que ayudó a construir con la llama de sus ojos y el fuego de su sueño. Alma de esta Casa, bandera de su pueblo, su obra y su vida perduran y permanece intacta su luminosa esperanza». 

Revisitar –o descubrir si se ignorara– la talla de esta cubana hecha de estrella es el mejor homenaje que se le puede ofrendar en el centenario de su eterna vida. Amante de los girasoles y de las esencias martianas, no decepcionó jamás a Fidel ni en los primeros ni en ninguno de los días de su fecunda existencia. Es falta grande desconocerla y hasta dejar de mirar su ejemplo cuando flaquean las fuerzas. En su sencilla inmensidad, Haydee habita su Casa continental y su patria, que fue su destino. Y nos habita.

 

Haydée

Roberto Fernández Retamar

Tomado de Cubadebate

Heroína del Moncada, la Sierra y la lucha clandestina, Haydée Santamaría era ya una leyenda viva cuando se le encomendó crear, a raíz del triunfo revolucionario en 1959, la Casa de las Américas. Y lo hizo con la misma capacidad y la misma pasión con que hizo todo.

Llevó a la nueva tarea su valor, su carisma, su excepcional inteligencia, su intuición, su bondad, su don para dirigir, su lealtad a Fidel. Martiana de raíz, se volcó en lo que el Maestro había llamado “Nuestra América”. Atrajo a grandes figuras del área, como el argentino Ezequiel Martínez Estrada, el guatemalteco Manuel Galich, quien fundó la dirección de Teatro, el uruguayo Mario Benedetti, quien hizo nacer el Centro de Investigaciones Literarias, los cubanos Mariano Rodríguez y Harold Gramatges, fundadores, respectivamente, de las direcciones de Artes Plásticas y Música. (Sobrevivimos en la Casa, del Consejo de Dirección del tiempo de Haydée, las compañeras Marcia Leiseca, Silvia Gil y Chiki Salsamendi y quien esto escribe).

Además de cubanos, Haydée mantuvo relaciones estrechas con muchísimos intelectuales latinoamericanos, como los argentinos Arnaldo Orfila, Julio Cortázar, David Viñas y Haroldo Conti, los uruguayos Idea Vilariño, Ángel Rama y Eduardo Galeano, los colombianos Gabriel García Márquez y Alejandro Obregón, los dominicanos Camila Henríquez Ureña y Juan Bosch, el venezolano Aquiles Nazoa, el mexicano Efraín Huerta, el peruano José María Arguedas, los salvadoreños Claribel Alegría y Roque Dalton, los chilenos Roberto Matta y Víctor Jara, el brasileño Thiago de Mello, el nicaragüense Ernesto Cardenal, el ecuatoriano Jorge Enrique Adoum, el puertorriqueño Manolín Maldonado Denis, para solo mencionar a algunos. He contado en otras ocasiones lo aleccionador que era, por ejemplo, ver a un escritor como Cortázar o a un pintor como Matta escuchar a Haydée con inmensa admiración, reconociendo la sabiduría de aquella mujer autodidacta y genial.

Se sabe lo decisiva que fue la defensa que Haydée hiciera de jóvenes músicos cubanos como Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Noel Nicola. En ocasión memorable, Silvio dijo que el útero de la Nueva Trova había sido la Casa de las Américas: se refería, en verdad, a Haydée. Igual sentido de justicia la llevó a ella a intensificar su presencia en la Casa durante lo que Ambrosio Fornet llamó “el Quinquenio Gris”.

Con la conducción de Haydée la Casa, a semejanza de lo que hizo el Icaic dirigido por Alfredo Guevara, logró que Cuba conservara vínculos con los demás países de nuestra América cuando los gobiernos de estos, salvo la honrosa excepción de México, rompieron relaciones diplomáticas con Cuba cumpliendo órdenes imperiales. La conducta inquebrantablemente revolucionaria de Haydée la llevó a presidir, a mediados de 1967, la conferencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS). Al inaugurarse dicha conferencia, un telón de fondo ostentaba el rostro de Simón Bolívar; y al clausurarse, el rostro era el del Che, quien peleaba entonces en Bolivia. Su asesinato, meses más tarde, hizo que Haydée le escribiera una conmovedora carta, publicada al frente de la entrega que dedicó al héroe la revista que es órgano de la Casa.

La Casa de las Américas sigue y seguirá siendo la Casa de Haydée. Los que tuvimos el privilegio de trabajar junto a ella, y los nuevos que nos acompañan, sabemos todos que la Casa es su hechura, y que están vivas sus claras orientaciones.*

Haydée

¿Cuántas niñas van a llevar tu nombre en lo adelante?
¿Cuántas veces volverás a nacer
En un batey, en una aldea, en alguna provincia remota de
un remoto país,
Donde no sabrán al escuchar tu primer llanto
Que de nuevo ha caído sobre la Tierra un cometa
De inmensa luz azul, de ávido fuego?
¿Cuántas veces volverás a crecer asombrada
Entre flores y penas, mirando a unas con ojos devorantes,
Y a otras inconsolable, como si tuvieras sin saber por qué
la culpa
De esas lágrimas, de ese rostro marchito?
Y otra vez será el estallido, la cólera sagrada,
como el asma.
Y serán otra vez los combates, la sangre del hermano,
El olor a la pólvora, la montaña llena de estrellas y de
sueños.
Y en manos como las tuyas empezarán las cosas otra vez,
….
Y luego hecha toda risa, y toda angustia luego,
Evocando la madrugada terrible y hermosa,
O avizorando el porvenir de tus pueblos de América
(Ese porvenir en el que no estarás y estarás),
Moviendo la cabeza como la linda muchacha de pueblo que
nunca dejaste de ser,
Así no te veremos ya más, sino en el corazón
Donde ahora vives junto a la madre y el hermano
Y los tesoros guardados en la pequeña gruta de la infancia.
Allí, multiplicada y única, estás, invulnerable,
Y en los días duros y las noches difíciles
Desde allí nos hablas todavía con ternura y firmeza porque sabes,
Querida niña, querida hermana, querida justicia, querido
Amor,
Sabes todo lo que te seguimos necesitando.

Palabras de Roberto Fernández Retamar dedicadas a Haydée Santamaría publicadas en el Diario Granma en abril de 2019.

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