Vivian Bustamante Molina - Mujeres.- El mérito de Heroína de la República de Cuba me obliga a ser mejor cada día. “Yo trabajo mucho vestida de civil porque no me gusta que estén diciendo ‘llegó la generala’. He tenido el privilegio y la suerte de estar al lado de Fidel, primero en la Sierra Maestra y en todo este tiempo de Revolución, que para mí es lo más grande junto a mis tres hijos, formados en bien de esta sociedad”.

Fueron las frases iniciales de la entrevista que concedió a Trabajadores, la general de brigada Delsa Esther Puebla Viltres (Teté), única mujer que exhibe el grado más alto en las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y también merecedora de la condición de Heroína de la República de Cuba. 
La conversación transcurrió entre recuerdos recientes y pasados, marcados por su forma de ver y actuar, siguiendo los preceptos de sencillez, humildad y sentido humanista inculcados en su hogar de gente humilde, y remarcados —afirma— por las enseñanzas de Fidel y Celia Sánchez.

“No concibo ser de otra forma. El mérito de Heroína de la República de Cuba me obliga a ser mejor cada día, no me da el derecho a sentirme superior. De hecho realizo actividades como cualquier mujer. Claro, el tiempo es implacable.

“Me gusta el cine, el teatro, pasear, ver la televisión, nadar, eso último es mi medicina contra el agotamiento. Mi pueblo natal y donde vive mi familia es Yara. Cuando puedo la visito y mantengo la costumbre de sentarme en el parque, la forma de sentir presentes a mis compañeros caídos. Fue un pacto secreto entre un grupo que íbamos a la escuela, bailábamos y también se alzaron y algunos murieron en la lucha.

“En el río Yara aprendí a nadar y en la orilla hacemos una caldosa, picamos un cake, es una tradición de mi madre, abuela, tatarabuela.

“Vivo con mi hija Laura y la primera que llega a la casa se encarga de la cocina. Si tengo alguna reunión sábado o domingo, adelanto la comida el día antes, pues el fin de semana se reúne la familia, porque mis otros hijos, Fidel y Raúl, viven aparte.

“Yo como lo que haya, pero si de escoger se trata, entonces me quedo con congrí y pollo o huevo frito. Me gustan los vegetales y voy al mercado vestida de civil.

“Un día normal transcurre, por ejemplo, entrevistándome con familiares o combatientes en esta oficina dedicada a esos fines en Ciudad de La Habana, pero además soy Diputada y miembro de la Comisión Permanente de Defensa Nacional del Parlamento, secretaria de la Comisión Nacional de Prevención, integrante de los ejecutivos provincial y nacional de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana, presidenta de la Asociación de Amistad Cuba-Corea, y miembro del Comité Provincial del PCC de Ciudad de La Habana.

“A veces mis compañeros se preguntan cómo puedo atender tantas cosas y les digo que es difícil pero no imposible, siempre y cuando te planifiques bien y mantengas el espacio de la familia, algo que también aprendí de Fidel. Mis hijos fueron bien criados, claro, mis responsabilidades impidieron que les dedicara mucho más tiempo, y tuve en Celia Sánchez una muy eficaz retaguardia.

“Ella estaba al tanto de las asignaturas de los muchachos, hasta de las mías, y le informaba a Fidel, para quien una nota baja era sinónimo de falta de atención. Por suerte las calificaciones siempre fueron altas. Todos se prepararon, son militantes del Partido y me han dado cinco preciosos nietos, muy estudiosos.

“Celia es la mujer más grande que he conocido. ¡Tan preocupada y ocupada de los demás! Siempre estuvo al tanto de las cosas de las miembros del Pelotón Las Marianas, que trabajábamos sin privilegios, y con el empeño de dar más a la Revolución”.

LA NIÑA DE LA SIERRA

En la Comandancia de La Plata, Teté a la derecha de Fidel. Foto: Cortesía de la entrevistada. “Me criaron mis abuelos, que eran pobres, pero me dieron cariño y educación, al igual que mis tíos, para quienes tengo un buen recuerdo y agradecimiento. Subí a la Sierra con 16 años, aunque me puse un año más cuando Fidel me preguntó la edad.

“Haberlo acompañado durante estos 50 años es lo mejor que me pudo haber pasado. Cuando me alcé no sabía ni cocinar, los horrores de la guerra me curtieron, al igual que las misiones encomendadas por el líder de la Revolución. Gracias a él tengo una familia muy grande, con la cual mantenemos el contacto y compartimos alegrías y tristezas.

“Esto se explica porque desde principios del triunfo de 1959 me designó para atender en Oriente a las víctimas de guerra, tanto del Ejército Rebelde como de la tiranía. Para eso se creó un departamento, que yo digo es la génesis de la Oficina que hoy atiendo. Cuando pregunté a Fidel porqué los familiares del contrario, me contestó: porque esto es una Revolución. Esa es otra de sus enseñanzas.

“Nos dedicamos con denuedo a la tarea. No hubo diferencias: todos fueron a las mismas escuelas, recibieron iguales atenciones y pensiones. Ante el dolor, la patria no distingue, salvar a un niño es hacer patria, ese fue el lema que nos acompañó”.

Teté habla de la existencia de la Revolución Cubana a pesar del bloqueo yanqui, y la permanente vigilia por mantener las conquistas del socialismo.

“No entiendo cómo alguien puede cuestionar que hablemos de defensa, si estamos amenazados por la mayor potencia mundial. Pertenezco a las FAR desde hace 52 años. Son parte de mi vida, porque surgieron del pueblo y no han sido ni serán mercenarias.

“Recuerdo que el primero de enero de 1959, Fidel dijo en Santiago de Cuba que un pueblo donde los hombres y las mujeres habían peleado, era invencible, y eso somos. Él siempre ha creído en la mujer cubana. Así hemos respondido y por eso digo que el Pelotón de Las Marianas se multiplicó”.

CON MUJERES NO TRABAJAMOS

Teté fue segunda al mando en el primer pelotón femenino del Ejército Rebelde, Las Marianas, constituido el 4 de septiembre de 1958, y cuyo historial demostró la acertada decisión de Fidel de darles armas. Llegó a más, las designó su escolta personal.

“Habíamos pedido luchar contra los guardias, que asesinaban a inocentes y violaban mujeres. Nos iniciamos en el combate de Cerro Pelado, le seguirían otros en La Presa, en Holguín, Los Güiros, Gibara, Puerto Padre… Éramos 13 compañeras, otras quisieron pero sus esposos no las dejaron.”.

Recuerda cuando por casi 10 años dirigió el plan agrícola de Guaicanamar, en Jaruco, y contribuyó a crear las organizaciones políticas y de masas y a incorporar mujeres al trabajo.

“Estuve al frente de miles de campesinos. Eso fue a partir de marzo de 1969. Y me dijeron, la habrá traído Fidel, pero con mujeres no trabajamos. Al mes me los había ganado. La reacción era lógica, tanto machismo ancestral y cómo hasta ese momento se veía al mal llamado sexo débil.

“Eso lo logré sin imposiciones, con el buen carácter que siempre mantengo, porque hablo bajito, no digo malas palabras; y es que desde niña aprendí a tener compostura y autoridad, que en la Sierra cultivé solo interesándome por los problemas de los demás. Fidel nos enseñó que mientras más humilde eres, más te quieren las personas. Mi fortaleza está en haberme entregado a la Revolución, en sentirme mujer y cubana, madre, abuela y hermana y en experimentar el dolor de los demás como mío”.

EMOCIONES

Rememora la Caravana de la Victoria, su entrada el 8 de enero de 1959 a La Habana, y cómo se ha mantenido la tradición. “Participé en todas hasta la número 30, viniendo desde Santiago de Cuba, después me he incorporado en el Cotorro, al relevo de la guardia, así volveré a hacer. Es de las cosas que por mucho que hagas siempre parece como la primera vez, aunque mi corazón está preparado para las emociones fuertes, como la del 24 de julio de 1996, cuando me llamaron del Estado Mayor de las FAR y que me presentara vestida de militar.

“También fueron convocados Raúl Castro Mercader y Luis Alfonso Zayas. Allí se encontraban el General de Ejército Raúl Castro, el Comandante Juan Almeida, y los generales Leopoldo Cintra y Ulises Rosales. Pregunté si había pasado algo, dije que tampoco había hecho nada malo y todos se sonrieron. Fuimos para la oficina de Fidel, quien nos esperaba para la ceremonia de ascenso. El Comandante en Jefe me colocó los grados en el hombro izquierdo y Raúl en el derecho.

“Es todo un símbolo. Las FAR son algo muy mío, pero ser general pienso es solo una condición que me distingue, no me separa de lo que ha significado la mujer cubana en todas las luchas por la liberación”.
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