Indira Ramírez Elejalde - Revista Mujeres.- La primera vez que escuché un comentario menos estereotipado sobre la maternidad, me ví muy identificada. Dejé de sentirme mal por distanciarme del criterio social de que ser madre es un acto sublime y lo más trascendental en la vida de cualquier mujer. Pero incluso, en aquella ocasión en que me comentaron que ser encasillada en buena o mala madre, sólo responde a construcciones sociales inmersas dentro de la compleja estructura patriarcal en la que nacemos y nos desarrollamos como personas, desconocía por completo el concepto de madre arrepentida.


Hace algunos años la psicóloga israelí Orna Donath estudió a un grupo de parejas que no deseaban concebir hijos. Desde ese momento pensó que también podrían existir mujeres que se lamentaban de haberlos tenido. Lo que dio lugar a una investigación más amplia que debutó en el libro “Madres arrepentidas. Una mirada radical a la maternidad y sus falacias”.

El volumen provocó todo tipo de criterios en favor y en contra en diversos países, pero también, y lo más importante, posibilitó que muchas madres expresaran sus propias experiencias, tras ser abordado este tema por una profesional.

Realmente existen muchas mujeres que se arrepienten de haber tenido a sus hijos, lo que no implica que no los quieran y les ofrezcan toda la atención y el amor que ellos merecen. Es una problemática difícil de abordar por las consecuencias que implican hacer público la supuesta desnaturalización de la maternidad.

Aun así el libro explica cómo entre los principales motivos del arrepentimiento se encuentran los sacrificios, las preocupaciones constantes, el cambio de prioridades, y la falta de tiempo propio para las mujeres. Y es que no siempre se piensa en todos estas realidades antes de concebir hijos y una vez que se tienen, las presiones sociales empeoran la situación ante la necesidad personal de asumir una maternidad “abnegada”.

El miedo al rechazo social, a ser juzgadas y no entendidas por asumir esta postura se convierte en motivo de sufrimiento para muchas, que quizás nunca se atrevan a romper el silencio. Educar a la sociedad en relación con esta situación implica continuar trabajando en pos de la igualdad de género desde la equidad. El patriarcado nos ha construido como mujeres dependientes, sin control total de nuestros cuerpos, nuestros pensamientos, decisiones, y vidas.

No sentirse culpables del arrepentimiento debe ser el primer paso para lograr una sociedad más equitativa. Pues los hombres, aunque ante el abandono de los hijos son tachados de mal padres, no resultan expuestos ni juzgados con la misma severidad que en el caso opuesto.   

Y aunque no sea mi caso, considero que como bien plantea la doctora Orna Donath, reconocer que la vida de cualquier mujer podría ser mejor sin hijos, no tiene por qué ser un drama.

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