La perspectiva de la interseccionalidad ayuda a mapear los desafíos diversos en cuanto a la manera en que se profundizan las desigualdades

Dixie Edith - Red Semlac / Foto: SEMlac Cuba.- ¿Es la fecundidad adolescente en Cuba muy alta o muy baja? La pregunta tiene trampa, podría concluir un estudiante ante un examen particularmente desafiante, ya que mirar solo un dato no basta para completar la respuesta.


La tasa de embarazo temprano en Cuba en los últimos años oscila en torno a los 50 nacimientos por cada mil mujeres menores de 20 años. La de Nicaragua, considerada la más alta a nivel regional, es de poco más de 85, mientras que en Chile apenas rebasa los 24. Si solo miramos esos números podríamos concluir, quizás, que la situación no es tan grave y subestimar la magnitud de un problema que define el futuro. Y si lo hacemos desde el periodismo y la comunicación, además, estaremos proponiendo una mirada sesgada de la realidad.

Si bien la media nacional cubana en este caso ni siquiera se acerca a los valores más altos del continente, hay en el país provincias –y sobre todo municipios- que presentan indicadores que superan con creces no solo la media del país, sino incluso la tasa alta de Nicaragua. Además, las explicaciones del fenómeno en San Miguel del Padrón, en La Habana, no se parecen a las de Guamá, en Santiago de Cuba, por solo poner uno de muchos ejemplos.

Igualmente, es común encontrarse en la prensa -provincial o local- análisis del comportamiento de la mortalidad infantil con datos nacionales, cuando quizás la realidad del territorio tampoco se parece a la del país en su conjunto. O, en otros casos, se ha generado alarma por el crecimiento de los índices de mortalidad en el país sin tener en cuenta los diferenciales por edad: en un contexto demográfico donde crecen con celeridad las poblaciones mayores de 60 años, es lógico que la mortalidad también lo haga. Pero, sin hacer el análisis diferenciado por grupos de edades, es difícil notarlo.

Entonces, un primer paso para contar cualquier problema desde los medios de comunicación es preguntarse: ¿cuáles son esas diferencias?, ¿cómo describirlas? En casos como estos -y otros que sería difícil enumerar- está faltando, justamente, una mirada desde la interseccionalidad.

Instrumento para develar desigualdades

La interseccionalidad es una herramienta para el análisis de los procesos sociales y sostiene que los diferentes tipos de opresión —racismo, sexismo, homofobia, entre otros— o las características biológicas, sociales y culturales diversas no actúan de manera independiente, sino que se interrelacionan para crear la “intersección” de múltiples formas de discriminación.

En pocas palabras, se trata de una categoría cada vez más usada por las Ciencias Sociales, que apuesta por incorporar a los análisis del entorno aquellos diferenciales que pueden generar desigualdades y dominación: edad, género, color de la piel, nacionalidad, religión, procedencia geográfica, entre otros muchos.

La perspectiva de la interseccionalidad ayuda a mapear los desafíos diversos en cuanto a la manera en que se profundizan las desigualdades y posibilita comprender y analizar la complejidad de las relaciones sociales, entendiendo que su conformación se da en la conjunción de múltiples condiciones. Como señalan Patricia Hill Collins y Sirma Bilge, las desigualdades se forman a través de muchos factores, de maneras diversas y mutuamente influenciadas1.

Pero, además, y muy relacionado con este punto de partida, De Marinis y Figueroa también argumentan lo que han llamado la “interseccionalidad de las opresiones” y las determinaciones estructurales e históricas de los contextos específicos, que incluyen tanto escalas geográficas como campos de análisis diversos2.

En línea con este enfoque, el “feminismo de datos”, por ejemplo, pone su atención en que la raza, la clase, la sexualidad, las capacidades, la edad, la religión o la situación geográfica constituyen factores que moldean la experiencia de las personas, sus oportunidades y su representación3.

Desde estas perspectivas, el análisis interseccional permite comprender también la articulación de las relaciones de poder macro y microsociales, así como las prácticas que se despliegan para subvertir desigualdades y opresiones4. Este enfoque, en pocas palabras, debe ser empleado siempre en función del contexto, propone explicaciones complejas de la realidad social y ayuda a comprender que las personas son afectadas por las relaciones de poder simultáneamente de manera negativa y positiva.

Para emplearlo, requiere de un compromiso ético con el fin de las desigualdades y de la discriminación de cualquier naturaleza. En el ámbito de la comunicación y el periodismo, llama a evitar las miradas generalizadoras y homogéneas de las poblaciones y grupos sociales; pero también de indicadores estadísticos, hechos y problemáticas.

Si desde las teorías de género se emplea la metáfora de ponerse los espejuelos violetas para ver la realidad, la mirada interseccional funcionaría como una mejor graduación de esos lentes para visibilizar realidades a menudo ocultas a la vista pública y diversificar los protagonismos de las noticias.

Interseccionalidad en contexto

Investigaciones de medios de comunicación en Cuba en la última década –realizadas desde perspectivas de análisis diversas- han identificado como principales debilidades la prevalencia de los géneros informativos sobre aquellos que aportan análisis profundos y miradas de fuentes diversas; el déficit de estadísticas desagregadas y razonadas, junto a un exceso de miradas generalizadoras de la realidad cotidiana, que no tienen en cuenta las particularidades de contextos específicos.

Aunque la integración del enfoque interseccional en las investigaciones sociales se considera aún limitada en el país, un número cada vez más creciente de estudios de casos y encuestas nacionales aportan datos que permiten acercarse a los problemas desde una perspectiva integral y multidimensional, evitando las simplificaciones o miradas generalizadoras.

A ello se suman algunas fuentes oficiales de información estadística que, publicadas en formatos de anuarios por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información y el Ministerio de Salud Pública, entre otros proveedores de información, permiten adentrarse en determinadas problemáticas como la fecundidad, el empleo o la incidencia de determinadas enfermedades y causas de muerte.

Pero si bien categorías como el color de la piel, la edad, el sexo, la orientación sexual y la identidad de género, el origen geográfico o la discapacidad, entre otras, se van haciendo hoy cada vez más frecuentes en estos estudios, todavía no es muy común verlas en la cobertura cotidiana de los medios de comunicación. Hurgar en estas fuentes de información, por tanto, resulta imprescindible para poder problematizar la realidad desde sus diferenciales.

¿Por qué puede ser útil la aplicación de la perspectiva interseccional en el trabajo periodístico?

En primer lugar, porque señala los límites de los trabajos que fragmentan la realidad y no permiten abordar las intersecciones entre ejes de desigualdad; pero también porque permite ir más allá de la lógica de las políticas muy generales que afectan de manera diferenciada, sin embargo, a grupos de personas según sus intersecciones.

En ese mismo camino, proporciona herramientas para abordar de forma más efectiva, eficiente y compleja las desigualdades que se producen en nuestro entorno y ayuda a reconocer la diversidad de realidades y necesidades de la ciudadanía de nuestra localidad.

Y muy importante: avisa que, desde la comunicación y la prensa, también se generan sesgos y exclusiones en función de aspectos como la definición de los públicos meta de un medio o producto comunicativo, o de los mecanismos de participación y retroalimentación.

Caminos para ajustar los lentes

¿Cómo tener en cuenta el enfoque interseccional a la hora de construir un producto comunicativo o periodístico?

Un primer paso es comprender a los medios como herramientas poderosas para el cambio, pero también como potenciales reproductores de desigualdad, estigmatización y discriminación, cuando naturalizan estereotipos o no son suficientemente profundos en sus análisis. Por tanto, se debe monitorear lo que se hace, pulsar los efectos y sentidos que los públicos reciben para ajustar la efectividad de la propuesta periodística.

Otra recomendación sería acudir siempre a recursos del periodismo en profundidad y a la consulta de estadísticas y datos existentes, lo más desagregados posible, antes de enrumbar la indagación periodística o la construcción de un producto comunicativo determinado. Las preguntas que siguen pueden ayudar a orientar la ruta:

-¿Cuál es la problemática que se quiere abordar? ¿Por qué se considera una problemática?

-¿A quién afecta y qué desigualdades se ocultan detrás del hecho?

-¿Incluye el producto comunicativo puntos de vista de fuentes diversas -técnicas, institucionales, de personas y grupos afectados, de otros agentes implicados, etc.-, para detectar cómo impacta el hecho noticioso a públicos diferentes y cómo atenderlo?

-¿Se tienen en cuenta los contextos concretos de partida de la localidad para evaluar el problema?

-¿Existen ejes de desigualdad no estructurales que debamos tener en cuenta en relación con la problemática (por ejemplo, el aspecto físico, el hecho de ser madre adolescente, etc.)?

-¿Existen cruces importantes entre los ejes de desigualdad (por ejemplo, color de la piel, género, edad y zona de procedencia, entre otros)?

-¿Qué prejuicios y/o estereotipos pueden estar afectando el abordaje o la definición de la problemática por parte de los periodistas y comunicadores? ¿Estamos mostrando el mundo tal como lo vemos o partiendo de investigaciones que propongan, causas, argumentos e intersecciones múltiples?

Es importante -y una responsabilidad- promover la participación de quienes no son parte de las decisiones, de quienes no tienen los micrófonos y no ocupan las pantallas. Su presencia es necesaria también para interpelar y cuestionar qué se publica y lo que no.

Cambiar los contenidos y agendas de los medios de comunicación pasa por incorporar enfoques, además de feministas, interseccionales, con todo lo que ello implica en términos de cuestionamiento de las relaciones desiguales de poder o de la discriminación.

 

1 Hill Collins, Patricia. y Sirma Bilge. 2019. “¿Qué es la intersecionalidad?” En Interseccionalidad, 13–38. Madrid, España: Ediciones Morata.

2 De Marinis, Natalia y Dolores Figueroa (2020). “Perspectivas interseccionales y comparadas de la (in) justicia de género y violencia extrema contra mujeres afro e indígenas”. Revista Abya Yala 4 (1). https://doi.org/10.26512/abyayala.v4i1.35768.

3 Boneta Sádaba, Nerea. 2021. “Reseña ‘Data Feminism’”. Teknokultura. Revista de Cultura Digital y Movimientos Sociales 18 (2): 227–29.

4 Viveros Vigoya, Mara. 2016. “La interseccionalidad: una aproximación situada a la dominación”. Debate Feminista 52: 1–17. www.debatefeminista.pueg.unam.mx.

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