#CimarronasComparte la entrevista realizada por la periodista Dailene Dovale a la filósofa, feminista y antirracista dominicana Yuderkys Espinosa, quien ha desarrollado desde la academia y el activismo una propuesta crítica en torno a los feminismos desde América Latina.


Dailene Dovale - La Ventana.-

Para Yurderkys Espinosa Miñoso es esencial visibilizar la matriz africana, reconocerla en lo tangible y en lo intangible de nuestro cuerpo social. “Venimos de una historia de negación del legado africano y de la presencia afrodescendiente en nuestras sociedades”

Durante su participación en el Premio Literario Casa de las Américas, como parte del jurado de Estudios sobre la presencia negra en la América y el Caribe contemporáneos.

“El ideal de mujer del feminismo implica la explotación de la mayoría de mujeres y varones extraeuropeos”, expresó Yuderkys Espinosa Miñoso, en una entrevista otorgada al periódico digital español CTXT. Yurderkys Espinosa tiene plena consciencia de que las opresiones no pueden combatirse ‘de una en una’, se precisa de un pensamiento y acción que sea capaz de ver y mirar a profundidad las intersecciones de raza, clase, género, orientación sexual, para escapar de la trampa de no ser capaces de reconocer desde qué privilegios se lucha y, todavía más grave, universalizar el concepto de mujer y reducirlo solo a aquellas blancas, de clase media-alta, cis-heterosexuales en contraposición a las afrodescendientes, migrantes, campesinas, mujeres trans, lesbianas que serían olvidadas o relegadas. La filósofa, feminista descolonial y antirracista dominicana ha desarrollado desde la academia y el activismo una propuesta crítica en torno a los feminismos desde América Latina. La autora, entre otros textos, de Escritos de una lesbiana oscura…, Etnocentrismo y colonialidad en los feminismos latinoamericanos…, y la compilación coeditada Tejiendo de “Otro Modo”: Feminismo, epistemología y apuestas descoloniales en Abya Yala, visitó Cuba como parte del jurado del Premio Literario Casa de las Américas, en la categoría “Estudios sobre la presencia negra en la América y el Caribe contemporáneos”. Su presencia en la isla resultó una oportunidad para entender cómo construir un proyecto emancipador y feminista auténticamente libre y que incluya a todas las personas. La Ventana propone las respuestas a algunas preguntas que se realizó a la filósofa, vía correo electrónico.

En varios textos hace referencia al “balbuceo” como método de pensamiento, ¿qué beneficios le ha traído esta forma de entender la academia y la producción teórica?

Hablo de «balbuceo» como una forma de pensar siempre en proceso y en diálogo con otres, que pueden estar presentes o ausentes, lejanos o cercanos. Cuando pienso, tanto como cuando escribo, nunca estoy sola, siempre me encuentro dialogando con miles de seres, humanos y no humanos que me rodean. Mi pensar siempre es un acto de devolver la respuesta a una pregunta o reaccionar a las afirmaciones lanzadas por otres, incluso lanzadas en algún momento por mí misma. Es un poner en presente mi propia voz. Para mí el pensar conlleva una enunciación que nunca está completa, que nunca es acabada ni definitiva, siempre es algo efímero que se reactualiza con la experiencia, con el encuentro y la relación con el mundo. Ese pensar, ese decirse siempre está fluyendo, siempre está haciéndose en un flujo continuo. Es un pensar que acompaña la experiencia, es un pensar la experiencia y acompañarla, escudriñarla, hacer que de ella broten sentidos del mundo y viceversa. Digo, “balbuceo” porque el acto de pensar para mí es un continuo replicar el gesto de la niña que aprende a hablar. Aprende a dominar una lengua porque lo necesita para poder establecer relación con el mundo. En el gesto de balbucear está la potencia de absorber el mundo y reinventarlo, pero también está la práctica de la humildad. El balbucear como método refiere de alguna forma al abandono de la percepción arrogante, de la que nos advierte Lugones. Es saberse siempre aprendiz, siempre necesitado del otre.

¿Por qué resulta imprescindible visibilizar la presencia negra en América Latina y el Caribe? ¿Qué importancia le concede a que el Premio Casa de las Américas incluya entre sus categorías los estudios sobre este tema?

Visibilizar la matriz africana, reconocerla en lo tangible y en lo intangible de nuestro cuerpo social es esencial para sanar la herida colonial en Abya Yala. Venimos de una historia de negación del legado africano y de la presencia afrodescendiente en nuestras sociedades. El mito de la democracia racial y del mestizaje ocultó los dispositivos de poder por medio de los cuales lejos de una real celebración de los diferentes orígenes de los grupos que constituían la nación, se dio continuidad a una clasificación racial jerárquica que condenó a pasado, a ser superado, a las poblaciones nativas y descendientes de personas africanas traficadas, al tiempo que se reafirmaba una supuesta superioridad de los grupos blancos de origen europeo. La diáspora africana en El Caribe, y en toda Abya Yala hemos sido representadas como sinónimo de fuerza bruta, de incapacidad de razonamiento y de producción estética. El ser negro ha sido reducido a peligro, a feura, a barbarie. El proceso de descolonización no puede ser posible sin que esta narrativa sea intervenida y exterminada. Hay una deuda histórica que saldar. La colonialidad epistémica implica volver a mirar con otros ojos. Se necesitan abandonar las viejas categorías producidas en el norte global o las locales producidas bajo su influjo para crear interpretaciones propias comprometidas con las voces silenciadas, con los cuerpos sometidos, explotados, racializados negativamente como inferiores. Los estudios sobre la historia y el presente de las diásporas africanas en El Caribe y en el continente adquieren importancia singular a fin de cambiar la narrativa sobre quiénes somos y apostar a futuros alternativos a los que propone la modernidad eurocentrada. Que Casa de las Américas reconozca esta deuda y esta necesidad es aplaudible y a todas luces resulta un soplo de aliento y esperanza en la búsqueda de una sociedad más justa y dispuesta a restaurar el daño infligido por el capitalismo racial.

¿Qué se pudiera realizar desde los espacios académicos y de activismo para construir/llevar a la práctica un feminismo auténticamente cimarrón?

Habría que empezar por la práctica de la autocrítica, una que permita identificar y reconocer los hilos de la trama moderna occidental presentes en el programa político libertario que llevamos adelante. Develar la manera en que nuestras agendas se han alimentado y han sido dependientes y cómplices de los postulados, los sentidos del mundo y las utopías que emergen de la casa del amo y la ama blanca. Pero, además, hay que hacer una crítica radical a las instituciones y, en particular, al espacio académico como espacio hegemónico de producción de conocimientos y la manera que se rige por las normativas y estándares elaborados e impuestos desde Europa y los Estados Unidos, imponiendo una idea de lo que es un conocimiento verdadero o legítimo e imponiendo un modelo civilizatorio como superior. Debemos partir reconociendo la academia como un espacio que no es amigable ni aliado sino al que acudimos estratégicamente para confrontar su perspectiva eurocentrada y para disputarle su pretensión de verdad y universalidad. Pero, en definitiva, un feminismo cimarrón buscará anidar y ayudar a legitimar otros espacios generalmente invisibilizados como espacios de construcción, de saber y de poder de las comunidades, subjetividades y corporalidades que escapan a las normativas coloniales o que han sido a priori despreciadas por el ethos moderno europeo. La cimarrona es una que práctica la huida permanente del mundo-plantación y la reinvención constante a partir de la relación con los muertos que les susurran los secretos de la vida al oído. La cimarrona ha aprendido a burlar la dominación como metodología de resistencia. Ella sabe enfrentarse a los demonios de la tempestad, sabe sacar provecho de Próspero, pero no debería olvidar el peligro de aprender a dominar su lengua. Ella podría perderse en el camino, podría olvidar quién es, podría devenir en deseo de ser como aquello que la anula. Por ello, un feminismo auténticamente cimarrón no se conforma ni busca como fin convertirse en habitante legítimo de la casa del amo, ni del mundo que éste ha producido mediante su accionar violento. Mientras burla la dominación para sacar la mejor ventaja posible dentro de una situación que pretende anularla, la cimarrona debería seguir soñando con refundar la comunidad de vida de donde la han arrancado.

¿Cuáles son los peligros de que se despoliticen y vacíen de contenido ideas como las del feminismo interseccional y descolonial?

El peligro está a la vuelta de la esquina, de hecho, ya somos testigos de ello. El discurso descolonial e interseccional está en pleno apogeo. Debemos celebrarlo como consecuencia de nuestro accionar, pero podemos ver el peligro que ello acarrea. Asistimos a un momento donde la nominación descolonial inunda el mundo de la academia y del accionar político, lo mismo ocurre con el término interseccional. Si bien, hemos visto cambios en las reflexiones y en ciertos análisis y preocupaciones, también es cierto que esto no es correlativo a su impacto en las prácticas, en los dispositivos, en los modos de funcionamiento. Deberíamos recordar que el análisis interseccional nos permite ver el problema, pero no lo resuelve, lo mismo podemos decir de la crítica a la modernidad. Mientras esto no tenga impacto a nivel de la práctica, mientras esto no se vuelva carne, materialidad, mientras no devenga en modelo de mundo —o mundos—, toda esta vuelta seguirá siendo ejercicio elucubrativo al servicio del status quo. Lo descolonial, igual que lo interseccional, se enfrenta a la dilución de aquello que constituye su mayor potencia.

¿Cómo armarnos en América Latina de un cuerpo teórico propio que responda a nuestra diversidad como mujeres sin importar o imponer moldes europeos?

Creo que he dado algunas pistas en mis respuestas anteriores. Para abreviar creo que el trabajo de revisión crítica de todo aquello en lo que hemos creído y dado como verdad es un primer paso. Paralelo a ello hay que volver a mirar allí donde se nos ha dicho que no habría que mirar. Mirar/valorar lo que ha sido descartado por la modernidad. Hay mucho que aprender de las ontologías desechadas como pasado de la humanidad y como ejemplo de atraso. En estas ontologías podemos encontrar las bases de otros modelos de conocimiento y de producción de mundo.

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