Por Lorenzo Gonzalo*/Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación-Cubasolidaridad.- En Laos existen 270 millones de bombas sin explotar, las cuales fueron lanzadas por Los Estados Unidos de América para “salvar a ese país del comunismo”.


Hillary Clinton visitó Laos en estos días y le ha ofrecido ayuda para desactivarlas.

Finalizada aquella guerra secreta que duró entre 1964 y 1973, muchas de aquellas piadosas bombas, lanzadas para “salvar” ese país de las garras tenebrosas del comunismo, han explotado, causando la muerte de poco más de 20,000 personas. No sabemos si estas muertes también eran necesarias para la obra salvadora.

Quien se entera de estos horrores, no puede menos que sentir escalofríos y entender en toda su magnitud, la brutalidad que significan las guerras, sin importar los colores que las motivan. Ningún coloración, blanca, roja o negra, es razón suficiente para ocasionar las salvajes muertes provocadas por este viejo y diabólico proceder.

No puede uno alarmarse menos, digo deberíamos alarmarnos más, cuando descubrimos que dicha brutalidad, elevada a escalas del más primitivo salvajismo, es dirigido por un país que se anuncia como el más civilizado del planeta. Sin embargo durante aquellos negros años, fue capaz de lanzar una tonelada de metralla de artillería por cada ciudadano de Laos, excediendo todos los record de la Segunda Guerra Mundial.

En el año 1964 el Libro Guiness de los récords hacía 9 años que había sido fundado. Recomendamos que si aún no han registrado el dato, lo anoten como indeleble signo de barbarie.

La gran noticia es que ahora van a “ayudarlos a desactivar las humanitarias bombas”. La mala noticia es que durante la sangrienta dictadura de Augusto Pinochet en Chile, éste decidió minar las fronteras con los países vecinos y actualmente existen 123 mil artefactos sin explotar, a pesar de que en el año 1999 el Tratado de Ottawa de Naciones Unidas determinó desactivarlas. Hasta hoy el esfuerzo ha sido en vano.

En el caso de Laos son 270 millones. No es exageración, es el número reconocido por el Pentágono y el Departamento de Estado de Los Estados Unidos de América, cede del “sueño americano”. Un sueño que sin dudas se fundamenta en tenebrosas fantasías, porque para lanzar más de una tonelada de metralla por habitantes durante una confrontación bélica, contra un país que a penas contaba con bueyes y caballos para desplazarse, hay que ser criminalmente aberrado.

Yo sugeriría que si alguno de los responsables aún vive, lo ingresen de inmediato en el siquiátrico.

Este artículo, en realidad no es para denostar de Los Estados Unidos de América, sino del Estado en todas las formas conocidas hasta hoy. En este caso se trata del Estado Capitalista que es el único existente, excepto algunas variantes que se le vienen introduciendo en China, Vietnam y quizás con mayor definición en Cuba. Los Estados, cuando se desfasan de sus realidades se desenfrenan. El Estado es un mal necesario y no sabemos si tendremos que arrastrarlo por toda la eternidad, pero esperemos que la sapiencia y la madurez de la humanidad, pueda ser capaz en el futuro de balancearlo dinámicamente a su entorno.

Cuando desaparecieron las condiciones precisas que motivaron la opción para organizar la superestructura política con las características actualmente conocidas, comenzaron a producirse verdaderas hecatombes sociales, de magnitudes jamás logradas por las grandes epidemias, que causaron tantos estragos en las incipientes sociedades europeas, cuando las ciudades se convirtieron en enormes recipientes de población con una reducida sanidad.

Estados Unidos es ejemplo de esto, por ser la representación más exacta del desarrollo de una economía dentro de una estructura de Estado con muchas contradicciones respecto a las actuales realidades. Las condiciones históricas de su nacimiento y la ubicación geográfica de esa historia, hicieron posible la aceleración y eficiencia de su crecimiento. Sin equivocarnos podemos decir que el Estado moderno nació en esa región del planeta.

Sin embargo, aunque este trabajo no es para decir mal del país y de su nación, hemos puntualizado estas barbaries, porque es allí donde se dan las mayores contradicciones entre superestructura y sociedad y como consecuencia su conducta es más errática. Los crímenes provocados por tales desviaciones solamente podrían concebirse dentro de reducidos sectores religiosos fanáticos y en sociedades de un especial primitivismo.

Pero es bueno indicar que, aun en aquellas sociedades y grupos, el desenfado barbárico,  siempre estuvo encubierto con creencias de fe, realizadas a nombre de un Ser Supremo. Generalmente esas barbaridades se cometían a nombre de Deidades o por un imperativo de supervivencia, en circunstancias donde la ausencia de ciencia, tecnología y experiencias, hacia difícil evitar las confrontaciones. Pero nunca la Superioridad fue la razón esgrimida, por consiguiente no llevaban el mismo sello de impunidad que define la invasión de Irak o las otrora guerras de Corea, Vietnam y decenas de confrontaciones de más baja intensidad, pero de iguales consecuencias.

Este fenómeno se debe a la existencia de un Estado, cuyo Poder está constituido por fuertes intereses, que si bien es cierto que ha estado vinculado por décadas a la posesión de riquezas, la movilidad creada por el liberalismo lo convirtió desde hace décadas en un centro de mando que la riqueza adula, amamanta y a veces teme.

El Estado actual, a diferencia de los anteriores que estaban constituidos por una clase económica en particular, ha llegado a convertirse en un ente con vida propia, de pésimas consecuencias si la sociedad no logra imponerse.

El acervo cultural acumulado brinda hoy la experiencia necesaria para encontrar mejores vías de organización política.

La revolución industrial y los teóricos sociales surgidos en los últimos 200 años, brindan una riqueza incalculable de saber para tomar acciones efectivas. Esos aportes son las únicas fuentes de las cuales puede disponer la sociedad para superar la barbarie.

Es imperativo que, a partir de esas fuentes de conocimiento y de las experiencias brindadas por las luchas sociales, podamos encontrar vías que canalicen el enfrentamiento de la sociedad con un Estado que, no solamente se ha vuelto inoperante, sino extremadamente peligroso.

*Lorenzo Gonzalo periodista cubano residente en EE.UU. Subdirector de Radio Miami

Fuente: Martianos-Hermes-Cubainformación-Cubasolidaridad

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