Por Lorenzo Gonzalo*/Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación-Cubasolidaridad.- Durante semanas, el periódico El Nuevo Herald de la ciudad Miami, se dedicó a insinuar el Apocalipsis cubano, con motivo de la aparición en Cuba de la bacteria Vibrio Cholarae, comúnmente conocida como la enfermedad del cólera.


Si la tinta hubiese sido contaminante, la ciudad de Miami hubiese sucumbido a la primitiva bacteria.

La enfermedad duró poco, gracias a la pericia sanitaria de Cuba, la cual supera las pobres condiciones existentes en la Isla. A continuación tuvieron un intermedio con una supuesta epidemia de dengue. Cuando esta última noticia estaba a punto de languidecer, apareció otro de esos temas noticiosos macabros que gusta explotar este periódico: un cable de La Habana anunciaba que había muerto en un accidente automovilístico Oswaldo Payá Sardiñas.

Para cualquier persona de carne y hueso se trataba de una trágica noticia. Para El Nuevo Herald una manera más de difamar del Estado cubano y una ventana para insinuar, sembrar dudas y crear la sensación de que el católico y activista social cristiano fue “asesinado por los hermanos Castro” .

Por décadas hay un grupo de origen cubano que se autocalifican de exiliados, que le reza al diablo todos los días porque en Cuba el gobierno utilice procedimientos al estilo de los dictadores latinoamericanos o los brutales métodos de la fuerza pública estadounidense.

A propósito, hace unos pocos días en Anaheim, California, un sospechoso fue asesinado de un disparo en la cabeza, mientras huía a pié de una persecución policial. Estaba desarmado y nunca opuso resistencia física. Hubo manifestaciones y enfrentamientos con la policía por esta brutalidad. La noticia no estuvo en la primera plana de El Nuevo Herald y si mencionaron el hecho, la noticia pasó desapercibida.  Quizás piensen que la policía de California tiene licencia para matar, pues barbaridades como estas ocurren a diario en “el país de los derechos humanos”.

Los titulares a partir de conocerse la noticia de la muerte de Payá, hablaban de golpizas, asesinatos, de las garras del gobierno, de las “ergástulas”, las bestias, en fin la debacle y una prueba más del sanguinario régimen cubano.

Por cierto que si de algo no se puede tildar al gobierno cubano es de sanguinario. Podríamos hablar de autoritarismo, represión social, falta de resquicios para la discusión ciudadana o cualquier otra cuestión relacionada con temas como estos, pero con honestidad no se puede hablar de asesinatos y procedimientos tiránicos en Cuba.

Pero no vamos a perder tiempo en esto, porque honestidad no es una palabra que exista en el diccionario de estas personas. “A Payá lo mataron”. Ese sería un sueño hecho realidad para estos señores: Que el gobierno cubano asesine a un “disidente”. Por cierto que Payá es la persona más detestada por toda esta gente del llamado exilio, porque precisamente era diferente a quienes amamanta y desean una Cuba donde ellos puedan hacerse de todos sus recursos. La gente que homenajeó a Payá en su misa, salvo sus familiares, lo odiaban porque en el fondo sabían que el gobierno cubano y quienes no son gobierno, pero apoyamos el desarrollo de un proceso social, lo entendíamos, aun cuando el gobierno lo descalificara, quizás por unos de esos retruécanos de la política y la paranoia de la agresión.

Porque hay algo que considero importante decir. A Payá Sardiñas no se le pueden restar méritos, aun quienes estemos en desacuerdo con su estrategia política.

De todos los disidentes, quizás Payá haya sido el más independiente de los planes de Washington. El más honesto, aun cuando adoleciera de la misma ingenuidad, de quienes piensan que es posible hacer algo que cuestione al gobierno cubano, sin servir a los intereses de Washington.

El punto que lo diferencia es que no quiso enfrentar al gobierno sino cuestionarlo sin poner en dudas los objetivos sociales del proceso. Su primera decisión y su insistencia posterior, fue utilizar los propios mecanismos de la Constitución vigente, específicamente aquel que permite un referéndum para enmendarla o reformarla.

Si ha existido una posición de centro en estas historias sobre la disidencia cubana, inventadas unas y oportunistas y amorales la mayoría de las otras, ha sido la  asumida por esta persona, quien no dejó de trabajar y prestar sus servicios como ingeniero, al tiempo que procuraba abrirse paso dentro de la madeja laberíntica de regulaciones y burocratismo que hacen casi imposible, rebasar un activismo político más allá de la propia familia o de un cerrado círculo de amistades. Es de centro porque su intención primaria fue ejercer su labor política dentro de las reglas establecidas, al tiempo que discrepaba de la estrategia y el pensamiento de las posiciones francamente quintacolumnista de personas que persiguen objetivos antinacionales.

Para evitar las políticas electoreras y con el propósito de que el ciudadano se dedique primordialmente a actividades científicas, sociales, culturales y deportivas y convertir fundamentalmente al Estado en una administración de servicio público, la dirección del proceso pretende concebir la alternancia dentro del diálogo y la selección política circunscribirla a un trabajo de elección piramidal que comienza por las bases más elementales de la sociedad. No hay partidos y lo que así denominan tiende a confundir, porque nada tiene que ver con la acepción de la palabra.

El activismo político se realiza dentro de las instituciones existentes, las cuales tienen características tan voluntariosas que las hacen poco factibles para debatir ideas no oficialistas e impiden cumplir con esa nueva versión de elección y dirección del Estado.

Igual que en la democracia representativa el activismo se realiza fundamentalmente dentro del los partidos políticos, los cuales son parte de la estructura de Poder, la otra idea también concibe ejercer ese tipo de activismo, dentro de otro tipo de sistema institucional, excepto que aún los resortes institucionales para estos fines y los temores del grupo dominante de perder el control, no ofrecen la necesaria funcionalidad.

Payá de alguna manera siguió este criterio de trabajar dentro de un sistema que, aunque no existe como tal porque aún no ha podido cobrar una forma definida, pretende serlo. Quizás cierta incapacidad del gobierno para lidiar con situaciones no ortodoxas, lo convirtieron en una buena ficha para los enemigos políticos del gobierno cubano.

Parece ser que al Estado en Cuba le es difícil caminar mirando al frente y avanza mirándose a los pies, con lo cual su mejor victoria ha sido sobrevivir a los ataques y conspiraciones provenientes de Los Estados Unidos. Pero el poderío del Vecino del Norte ha convertido este éxito en una victoria pírrica, porque aprendió con rapidez las reglas cubanas del juego y ha obligado al gobierno a repetirse, creando una especie de entorpecimiento a la relativa fluidez del pensamiento, el debate y la acción, que son necesarias para hacer avanzar cualquier empresa.

El Bloqueo y acosamiento de Washington, perpetuado más allá de las razones que esgrimieron como explicación hace cincuenta años, ha sido un entretenimiento para desviar la atención cubana de otras tareas apremiantes, que definitivamente son las que esencialmente ayudarán a encontrar soluciones económicas y políticas internas viables.

En ese camino parecen orientarse los esfuerzos del actual gobierno, el cual, sin descuidar la seguridad ante las agresiones agazapadas de un vecino que ha optado gratuitamente por la enemistad, ha abierto resquicios al debate y parece reconocer aquellas realidades internas que no son objeto de alteraciones caprichosas.

Oswaldo Payá murió en un accidente. No hay dudas. Lo ha dicho el chofer del auto y además Cuba no asesina gente al estilo de los Estados poderosos y de los dictadores de bolsillo. Sin temor a equivocarnos podemos decir que es una de las muertes menos deseada por un gobernante, como tampoco sería excesivo decir que Payá no fue un muerto más, un simple ciudadano, víctima de un lamentable accidente cerca de la ciudad de Bayamo.

Si no fuera por ese oficialismo pertinaz que practica, la prensa cubana hubiese consignado su muerte con mayor elegancia. Sobre todo, porque en lo más hondo de sus sentimientos, los enemigos de la nación cubana, lo odiaban e impugnan su pensamiento y su estrategia.

*Lorenzo Gonzalo periodista cubano residente en EE.UU. y Subdirector de Radio Miami.

Fuente: Martianos-Hermes-Cubainformación-Cubasolidaridad

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