Por Lorenzo Gonzalo*/Foto Virgilio Ponce –Martianos-Hermes-Cubainformación.- Dicen los beneficiados del nuevo turismo político cubano, que el gobierno les permite salir y regresar al país, hacer declaraciones antigubernamentales, muchas veces calumniando, prestándose incluso al juego de la Guerra Fría que aún sostiene Washington en contra del Estado cubano, porque el gobierno quiere asumir el papel del personaje bueno. O sea, que la actitud del gobierno cubano es solamente parte de un juego.


Esto en realidad, aun si fuera verdad y es difícil demostrarlo, reafirma la presencia de nuevos tiempos, porque a la altura de las circunstancias internacionales actuales, cualquier Estado que se preste a participar en semejante juego, no tendría más remedio que continuarlo por los siglos de los siglos, con lo cual estaríamos también frente a una situación positiva.

Es cierto que en Cuba ninguna prensa publica nada sobre estas personas, pero aquí tampoco cualquier prensa publica a quienes tenemos criterios diferentes de sus líneas editoriales. También es cierto que las limitaciones para ingresar al internet y otras fuentes informativas, allí son mayores, pero esas limitaciones se han ido reduciendo con el tiempo y el ingreso de nuevas tecnologías al país, les permite a estos detractores del incipiente Estado, difundir sus criterios usando DVD´s y memorias flash. O sea, que el acceso a la información e incluso a la difusión de criterios, es hoy mayor que antaño, cuando el Poder actuaba como si las verdades absolutas existieran y sus representantes las hubiesen descubierto.

No impugnamos a quienes quieren un cambio de Estado en Cuba. De hecho muchos de nosotros queremos un cambio de Estado en Latinoamérica y en el propio Estados Unidos. Pero no obstante, nos negamos a aceptar prácticas que llevan implícita la violencia y por principio, no hacemos causa común con enemigos declarados del país donde habitamos. Tampoco asumimos posiciones que puedan conducir a la violencia de las instituciones, sino que laboramos dentro de los límites que nuestros derechos ciudadanos tienen, para que la concienciación de las problemáticas ayude a cambiarlas. Además, quienes así pensamos contamos con el aval de habernos dedicado por décadas a contribuir para cambiar la esencia del Estado actual, entendiendo que éste tiene diversas modalidades, mientras que las personas que aquí impugnamos, quieren precisamente perpetuarlo, con lo cual se enfrentan al devenir de nuevos tiempos que claramente se perfilan en los sucesos latinoamericanos de la última década.

Hoy sabemos que los sistemas hablan por sí solos y que el sistema actual imperante en la mayoría de los países, no funciona. El camino más universal se inclina por cambiar los Estados existentes, comenzando por reformas profundas y con la mira puesta en una transformación de las estructuras políticas.

En Cuba esa transformación parece estarse dando y el propósito de realizarla data de más de cincuenta años. Con el correr de los tiempos los soñadores de ayer nos estamos convirtiendo en los realistas y prácticos de hoy y las cosas comenzamos a verlas desde ángulos donde la objetividad pueda balancear nuestra natural parcialidad.

Estas personas no son valientes por lo que hacen. Si todos no son pícaros, algunos tienen una inocencia tal que los descalificaría para el papel que quieren desempeñar, especialmente a la luz de un pasado donde el resultado fue consecuencia de haber hecho causa común con Estados Unidos, sancionando con nuestra actitud su injerencia en los asuntos internos de Cuba.

La valentía de hoy es reconocer la inoperancia del sistema llamado democracia representativa y el mal uso que se hace de una economía que presenta potencialidades para resolver con carácter universal los problemas del hambre, la vivienda, la educación y la salud, mientras miles de millones carecen de dichas atenciones, incluyendo a un alto porcentaje en el propio Estados Unidos, país que continúa siendo el de mayor recursos per cápita en el mundo y donde menos se justifica semejante desafuero.

Valentía es aprender a ser parte del sistema institucional existente para hacerlo más funcional, más justo y más eficiente, ayudándolo a cambiar desde adentro, actitud por la que han optado la mayoría de quienes han sentido en cuerpo y alma, pero sin apasionamiento, el proceso de cambios sociales y sobre todo político en Cuba, que son necesarios para garantizar un desarrollo estable y un crecimiento sostenible en lo social y económico.

Pero parece que estos personajes no entienden nada de esto o quizás no quieran entenderlo. De todos modos, pensamos que de tanto aparecer en la televisión, viéndolos luego regresar a su país, como debe ser, el público entenderá que sin dudas la política está cambiando en Cuba, aunque los propósitos continúen siendo los mismos de hace cincuenta y cuatro años.

Creo que la prensa de la ciudad le hace un gran favor al gobierno cubano, a Cuba y al Estado en ciernes que se reconstruye a sí mismo, presentando a estos personajes que son entrevistados, ya casi a diario, en la televisión de Miami y en alguna que otra de las instituciones que funcionan bajo la égida de Washington, expresando que no les está permitido decir lo que precisamente desmienten con sus declaraciones públicas.

Ahora resta por ver las respuestas del Estado cubano y sus instituciones al otro lado del charco, porque las imágenes y entrevistas de estas personas, a estas alturas, han sido diseminadas y son conocidas por muchos ciudadanos a lo largo del país, a pesar de que sus nombres no son dados a conocer en la prensa oficial.

Terminado el turismo político de la vuelta al mundo, llegarán con más bríos, especialmente cuando comprueben que no los reprimen con turbas y policías y en consecuencia buscarán mayor exposición. La pregunta obligada sería indagar cómo se establecen los límites para evitar que naveguen más lejos en sus errores y queden relegados natural y espontáneamente, a la marginalidad que han escogido.

Los Estados siempre buscan cómo poner límites a aquellas personas que, sin incurrir en ilegalidades subversivas, son encumbrados por las circunstancias, pero quienes al propio tiempo son negativos al desarrollo positivo del medio estatal y político.

Con esta nueva situación deberá lidiar el proceso cubano que se reinventa a sí mismo dando pasos que lo actualizan, definiendo su lugar dentro de las realidades de hoy.

Quizás ese límite esté dado por sacar del silencio la labor de muchas otras personas, mayoritarias en relación a estos marginales, que contribuyen y han contribuido al desarrollo de nuevos conceptos y prácticas, asumiendo posiciones de críticas constructivas, defendiendo los propósitos iniciales de la revolución y patentizando con sus conductas ciudadanas el respeto institucional.

El verdadero límite a las fanfarrias de los detractores del proceso revolucionario cubano está representado en esa diversidad que existe a nivel de todas las instancias estatales y políticas, en el periodismo y la intelectualidad, sin que la gente haya podido catarlas en su dimensión. Muchos incluso no saben que existen y mucho menos, con cuantas ideas las mismas han facilitado la labor de reajuste y actualización por los cuales atraviesa el país, ayudando con paciente labor la obra que trata de sostener a flote e impulsar el Presidente Raúl Castro.

Así lo veo y así lo cuento.

Hay muchos que lo ven de igual modo pero no quieren decirlo o no pueden o no se atreven.

*Lorenzo Gonzalo periodista cubano residente en EE.UU., Subdirector de Radio Miami.

Enviado por el autor a: Martianos-Hermes-Cubainformación

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