Por Manuel E. Yepe*/Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación.- Dos mil copias digitalizadas de documentos entregados por Cuba a Estados Unidos permitirán a estudiosos y público en general una visión más completa de la vida del novelista Ernest Hemingway.
La Fundación Finca Vigía, creada en 2004 por Jenny Phillips, nieta del editor de Hemingway, Maxwell Perkins, trabaja con Cuba en la preservación de documentos, libros y otras pertenencias del escritor conservadas en lo que fuera su hogar cubano hasta su muerte, en 1961. Todo visitante estadounidense que llega a Cuba por primera vez se sorprende por la popularidad de Ernest Hemingway en la isla.
En 2011, la Oficina de Intereses de Cuba en Washington D.C. inauguró en su sede un bar que lleva su nombre. En esa ocasión, el jefe de la representación cubana, Embajador Jorge Bolaños, explicó que el homenaje respondía a lo poco que se conoce en Estados Unidos sobre la estrecha relación con Cuba de esta figura cumbre de las letras estadounidenses.
Hemingway vivió en Cuba una cuarta parte de su vida, cuando su obra literaria disfrutaba de mayor esplendor. Fue durante este periodo que obtuvo el Premio Nobel de literatura por su novela El viejo y el mar. Estuvo en Cuba por primera vez en 1928. Venía de Francia en camino a Cayo Hueso, Florida, y pasó algunas horas en La Habana. Años más tarde volvió a Cuba a bordo del yate de un amigo para pescar; capturó diecinueve agujas y aquello lo convirtió por el resto de su vida en aficionado a ese tipo de pesca.
En Cuba estuvo desde abril hasta junio de 1932 cuando conoció nuevos sabores tropicales (mango, guayaba, aguacate, piña). Sobre ellos escribió en un artículo titulado “Agujas frente al Morro”, publicado en la revista Esquire.
Regresó en 1933 para escribir dos de sus mejores relatos y constató que el clima cubano y las actividades deportivas que practicaba le aportaban gran energía creativa.
También descubrió el Hotel Ambos Mundos, donde se alojó durante los siguientes diez años en una habitación desde la cual observaba la bahía, el mar y las pequeñas embarcaciones de humildes pescadores. Visitó asiduamente lugares emblemáticos de La Habana Vieja, donde disfrutaba sus bebidas favoritas. “Mi mojito en La Bodeguita del Medio y mi daiquirí en El Floridita", recomendaba a sus amigos.
En 1933 capturó una aguja azul de 750 libras que le mantuvo luchando por más de una hora y media y finalmente rompió su vara. En agosto ese año, con la tiranía de Gerardo Machado próxima a sucumbir, antes de partir hacia España, reveló a sus amigos que él apoyaba la causa de los cubanos, y que deseaba el pronto derrocamiento del "tirano miserable". En la nave que lo transportaba a Santander, conoció por radio del derrocamiento de Machado.
Los sucesos en Cuba en la década de 1930 -la dictadura, la revolución, el golpe militar y la frustración que causó- se reflejaron en su obra literaria.
En su novela “Tener o no tener”, de 1937, un joven cubano le dice al protagonista: "…somos el único partido verdaderamente revolucionario.
Queremos acabar con los viejos políticos (...) y la esclavitud de los guajiros (…) y distribuir las grandes haciendas cañeras entre quienes las trabajan (...) Adoro a mi pobre país y haría cualquier cosa para liberarlo de esta tiranía...".
Hemingway se instaló definitivamente en Cuba en 1939 cuando adquirió, con su esposa Martha Gellhorn, la Finca Vigía, en el noreste de La Habana. Allí escribió Por quién doblan las campanas.
En Cojímar, un pueblo de pescadores, conoció a Gregorio Fuentes, quien sería el capitán de su yate Pilar e inspiración para su obra maestra, El viejo y el mar.
De su premio Nobel de literatura en 1954, dijo: "este premio pertenece a Cuba, porque mis obras fueron creadas y concebidas en Cuba, en mi pueblo de Cojímar, del que soy ciudadano".
Hemingway donó la medalla del Premio Nobel a la Virgen de la Caridad del Cobre, la Santa patrona de Cuba, su "nación adoptiva".
Se dice que en 1960 Fidel Castro confesó a Hemingway que “Por quién doblan las campanas”, que leyó siendo estudiante, le había inspirado tácticas para la lucha contra el ejército de Batista.
Su biógrafo Robert Baker relata que, al ser preguntado en una ocasión por la fría actitud de Estados Unidos hacia la revolución cubana, Hemingway respondió que él deploraba tal actitud y que, luego de veinte años de vivir en Cuba, él se consideraba cubano. Al decir esto, tomó el borde de una bandera cubana y la besó.
En 1960 regresó a los Estados Unidos para ser hospitalizado en la Clínica Mayo. Allí, cuando fue abordado por los periodistas y le preguntaron sobre Cuba, respondió: “nosotros, las personas de honor, creemos en la revolución”.
Para los cubanos, esa fue la despedida de Hemingway, resaltó Jorge Bolaños.
*Manuel E. Yepe periodista cubano especializado en política internacional.
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