Por Manuel E. Yepe*/Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación.- El acelerado deterioro que manifiesta en su accionar cotidiano el gobierno de Estados Unidos debe ser motivo de seria preocupación mundial.


Reacciones erráticas que denotan desde intenso nerviosismo hasta histeria enfermiza en cuestiones que repercuten en la seguridad global vienen caracterizando, cada vez con mayor frecuencia, la política externa de la superpotencia única mundial. Son acciones que ponen en peligro a la humanidad dado el lugar preponderante que el gobierno de Estados Unidos ocupa a nivel global.

La política exterior de Estados Unidos repercute con fuerza en el sistema internacional por razón de su condición de principal potencia nuclear, su poderío militar convencional, su desarrollo económico y sus adelantos tecnológicos, adquiridos todos gracias a circunstancias históricas coyunturales causantes de denigrantes desigualdades entre las naciones que el sistema capitalista imperante genera por su propia naturaleza.

Pero además, en lo interno, la brecha entre la cúpula y la base de la sociedad estadounidense, entre ricos y pobres, crece sin cesar. Ello determina que los intereses del sistema y los de la población tomen cursos cada vez más distantes, cuando no contrapuestos.

El “establishment” estadounidense, conocido popularmente como la cúpula del “uno por ciento”, que nadie elige pero es el gobierno real, ha mostrado innegable habilidad para resolver peligros coyunturales que han puesto en jaque en múltiples ocasiones la estabilidad de la nación y su sistema político.

Cuando el 29 de octubre de 1929, día que se conoce en Estados Unidos como "el martes negro", comenzó la gran depresión con el desplome de la bolsa de Nueva York, el país quedó hundido en una severa crisis económica. Quebraron los bancos, se arruinaron los especuladores y las empresas empezaron a despedir masivamente a sus trabajadores. El Presidente Herbert Hoover instó a la paciencia y a la recuperación por medios propios, al considerar que se trataba de "un incidente pasajero en nuestra vida nacional" y que no correspondía al gobierno federal intervenir en un asunto llamado a resolverse por las leyes del mercado.

En 1932, el 25 % de la fuerza laboral había sido despedida de sus empleos. Se generalizaba el hambre en las clases trabajadoras. Cuando Franklin Delano Roosevelt asumió la presidencia en 1933, puso en práctica una serie de proyectos experimentales y programas, conocidos colectivamente como el New Deal.

Tales cambios, que representaron un brusco cambio en el sistema económico hasta entonces imperante, fueron promovidos o aceptados por la cúpula del sistema, la élite del poder. Hubo concesiones de carácter social a la población encaminadas a salvar al orden capitalista con medidas que, sin embargo, pugnaban con los ortodoxos principios liberales del mercado como regulador único de la economía en vigor.

Hábiles cambios también puso en práctica el sistema en los años 60 y 70 del siglo XX cuando la lucha de los negros por la igualdad racial hizo temblar los fundamentos mismos del sistema capitalista en Estados Unidos. En respuesta a esa rebelión, comenzaron a aparecer jueces, policías, políticos, congresistas y hasta millonarios negros, a modo de concesiones que restaran perspectivas revolucionarias a las protestas y defender con ello el orden burgués.

Más recientemente, cuando el país parecía abocado a una grave crisis multifactorial resultante del desastre que significaron los dos períodos de gobierno de George W. Bush, puede atribuirse a la cúpula del poder estadounidense la hábil decisión de propiciar o permitir la elección de Barack Obama, un político cuyo programa, la orientación de sus seguidores más entusiastas y hasta el color de su piel, se salían de los parámetros tradicionales. Resultó una prodigiosa manera de salvar al sistema de una debacle que, bajo gobiernos republicanos, parecía inevitable a corto plazo.

Pero esta vez, la situación internacional extremadamente grave y compleja que dejó el desgobierno de Bush Jr., con guerras abiertas e inconclusas por doquier y una crisis económica hecha crónica, no ha encontrado soluciones verdaderamente raigales. El Presidente se muestra contradictorio, como maniatado, y la situación tiende a agravarse.

Diríase que falta en la cúpula del poder la osadía de otras veces y las corrientes hegemónicas más tradicionalistas de la élite se resisten con fuerza a concesiones en lo interno y a coexistencia a nivel global.

Proliferan acciones aparentemente impensadas como la delirante persecución contra Edward Snowden, el joven ex técnico de servicios secretos quien, por motivos puramente ideológicos, decidió no seguir acompañando al imperio en sus desmanes contra otros pueblos y se enfrenta en asimétrica batalla a la más prepotente superpotencia imperial de todos los tiempos, que lo persigue con saña.

*Manuel E. Yepe, periodista cubano especializado en política internacional.

Enviado por el autor a: Martianos-Hermes-Cubainformación

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