Por Lorenzo Gonzalo*/Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación.- Desempleo, desigualdad, trabajo y beneficios

El año 2014 comienza en Estados Unidos de Norteamérica, debatiéndose un asunto socialmente explosivo y decisorio en el plano de las luchas políticas del país.


La primera discusión del Congreso será sobre la extensión de los beneficios de desempleo para más de un millón trescientas mil de personas.

Semejante discusión puede llevar a pensar que las “izquierdas” apostarán por la extensión y las “derechas” por su eliminación.

En efecto. Ese es, más o menos, el cuadro que presenta la discusión. Sin embargo hay una enorme cantidad de matices, donde tanto unos como otros estarían de acuerdo en una u otra solución condicionada a determinadas tareas futuras de gobierno.

El más razonable de los compromisos solicitados por los Congresistas para votar a favor de la extensión de dicha subvención por tres meses, es que se planeen políticas que permitan la creación de trabajos, considerando que por experiencia estadística, largos períodos de distanciamiento entre las personas y las tareas productivas, tienden a crear en muchos una apatía que luego resulta contraproducente para el medio social.

En la realidad lo que está en el centro del problema es la desigualdad rampante en la distribución de las riquezas, la cual no se resuelve necesariamente con la creación de fuentes de trabajo.

Podemos concebir que en una economía capitalista se den las condiciones para que la desigualdad continúe su curso, mientras todos tengamos acceso a la comida, el techo, el vestido y el trabajo, al tiempo que se produce un crecimiento del Producto Interno Bruto.

Pero ese fenómeno sólo puede darse de manera ficticia, produciendo finalmente un resultado que sería de carácter transitorio y con consecuencias negativas para las grandes mayorías, en plazos relativamente cortos de tiempo.

Esto fue precisamente lo que ocurrió en el año 2005, donde el empleo llegó a niveles casi plenos y la desigualdad de las riquezas se expandió a niveles sin precedentes facilitado por la creación de la burbuja inmobiliaria, la cual elevó la capacidad de empleo a niveles también imprevistos.

Desde que los Estados Capitalistas se consolidaron a partir de la segunda mitad del Siglo XIX, las crisis se han producido como consecuencia de la creación de burbujas similares.

Como consecuencia de los fraudes financieros y otras manipulaciones propias de los juegos de azar, una gran porción de las riquezas obtenidas por el porcentaje minoritario, pararon en manos de los especuladores bancarios y financistas de gran envergadura.

El problema radica en que el aumento de las desigualdades económicas entre una minoría que en la actualidad a penas rebasa el 1% y una mayoría que está rondando el 98%, sólo es posible traspasando lo obtenido por esta última a la primera, por medios que no son exactamente mecanismos propios de la economía que nuestro estadio social nos permite.

La disminución de la asimetría distributiva y el aumento del empleo y la reducción de la pobreza, tienen que marchar aparejados, lo cual no es posible en una economía que pretende medir sus índices de crecimientos usando patrones falsos como el fenómeno de las burbujas financieras.

El problema básico de Estados Unidos de Norteamérica y de los Estados Capitalistas consiste en la masiva financiación de la economía, posibilitado por el manejo no regulado del crédito personal y un juego bursátil plagado de especulación y fraude. El otro aspecto es la parálisis de ingresos para los sectores sociales pertenecientes al 98%, lo cual es consecuencia del congelamiento de salarios y el manejo inapropiado de los horarios de trabajo, prácticas que contribuyen a limitar la movilidad social.

No es posible reducir las desigualdades y aumentar al propio tiempo la demanda, con solo crear más trabajo y atender a los desamparados.

Para lograr de manera sostenible habría que eliminar la especulación financiera, la financiación de las ganancias a través del otorgamiento de créditos personales no regulados, habría que regular las finanzas y las políticas comerciales y eliminar una miríada de loop en el sistema de impuestos que benefician a los mayores receptores de riqueza.

Sería bueno que el Congreso estadounidense extendiera por tres meses más el beneficio de desempleo, pero más beneficioso aún sería que quedaran precedentes de la naturaleza que hemos señalado.

La sociedad estadounidense, sin los llamados a las armas de los soñadores de antaño, entre los cuales yo debo contarme, está luchando por derechos que les han arrebatado y que precisamente son los que permitirían evolucionar hacia estadios sociales de superior calidad.

Las temáticas que se están presentando últimamente en el Congreso no son casualidad, sino obra de requerimientos no satisfechos, que afectan a todas las clases por igual. En definitiva las clases son frutos circunstanciales, mientras las necesidades societales (no nos referimos a las sociales), motor del avance de las sociedades, son consecuencia de un entramado de requerimientos dialécticos que se mueven dentro de patrones más exactos.

Esta afectación generalizada de los sectores sociales, por el mal uso que los Estados Capitalistas vienen haciendo de la economía, ha dado lugar, en este comienzo del año 2014, para que el Congreso estadounidense discuta lo que parece ser una simple extensión del beneficio a los desempleados, cuando en realidad se está poniendo al descubierto algo que ya viene siendo objeto de preocupación y discusiones a niveles de gobierno y sociedad: la desigualdad rampante, forzada por situaciones falsas.

Así lo veo y así lo digo.

*Lorenzo Gonzalo, periodista cubano residente en EE.UU. y subdirector de Radio Miami.

Enviado por el autor a: Martianos-Hermes-Cubainformación

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