Hubo dos guerras anteriores por la independencia de la patria, la Guerra Grande, la de los Diez Años, comenzada por el insigne bayamés, Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo, Padre de la Patria, el 10 de octubre de 1868, y la otra, la Guerra Chiquita, comenzada el 24 de agosto de 1879 en tierras de Holguín y terminada finalmente en diciembre de 1870 en tierras de la entonces provincia de Santa Clara.
Aquel 19 de mayo de 1895, un domingo, hacía, casi al día, seis semanas que Martí, como Delegado del Partido Revolucionario Cubano, Máximo Gómez, como General en Jefe del Ejército Libertador, más cuatro otros patriotas, habían desembarcado en un pequeño bote, en noche tormentosa, en Playitas de Cajobabo, en la costa sur de Oriente, en tierras de Guantánamo.
“… Llueve grueso al arrancar. Rumbamos mal. Ideas diversas y revueltas en el bote. Más chubascos. El timón se pierde. Fijamos rumbo. Llevo el remo de proa. Salas rema seguido. Paquito Borrero y el General ayudan de popa. Nos ceñimos los revólveres. La luna asoma, roja, bajo una nube. Arribamos a una playa de piedras, la playita al pie del Cajobabo, me quedo en el bote el último vaciándolo. Salto. Dicha grande.”, escribió sobre ese trascendental momento el Apóstol en su Diario de Campaña.
He tenido la dicha de poder lograr el empeño de visitar el lugar del desembarco de esos héroes en Playitas de Cajobabo. Fue en un intenso viaje, acompañado de mi gran amigo Reinier, que hicimos a Oriente en julio y agosto de 2006. Íbamos por la preciosa carretera de la costa del sur de la actual provincia de Guantánamo rumbo a la ciudad de Baracoa. Un cartel, que buscábamos, anuncia el camino hacia el mismísimo mar y de ahí a pie por la playa hasta el lugar del desembarco.
Entre altos farallones, en un sitio peligrosamente angosto, por suerte desembarcaron los héroes el 1º de abril de aquel glorioso año. La pequeña playa es de piedras y arena grises y en el farallón paralelo a la costa hay una enorme placa de la misma piedra, aunque pulida, recordando el hecho en el que sobresalen los nombres de Gómez y Martí. Para nosotros poder llegar a ese sitio de tanto significado para la Patria sigue siendo extremadamente conmovedor.
También he tenido el privilegio de haber estado en el campo de Dos Ríos en el centenario de la muerte en combate del Apóstol, el 19 de mayo de 1995. Ese día tuvo lugar con la presencia de Fidel y otros importantes dirigentes revolucionarios un lúcido y marcial desfile militar conmemorando la luctuosa fecha. Fue allí donde por primera vez en un acto de tanta importancia oí nombrar al Apóstol con su título militar: Mayor General José Julián Martí y Pérez. Grado otorgado a él por una junta de generales, presidida por el General en Jefe, Mayor General Máximo Gómez, en el recorrido desde el desembarco en Playitas de Cajobabo y aquél fatídico mediodía en los campos de Dos Ríos, en la confluencia de los ríos Cauto y Contramaestre.
No tuvo suerte Martí, la suerte necesaria para poder haber podido participar, como era su voluntad, en la guerra que obtendría para la Patria su independencia. Luchando donde se decidiera, que era el lugar de responsabilidad que le fuera más útil a Cuba en ese empeño colosal que fue la Guerra de Independencia, la Guerra de Martí, como algunos de sus más fieles seguidores la llamaron. Así es la vida.
Gloria eterna a él, y a todos y a todas que en esos empeños patrios sufrieron y murieron.
*Andrés Gómez, periodista cubano residente en EE.UU., Director de Areítodigital.
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