Por Lázaro Fariñas*/Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación.- Definitivamente, no es fácil vivir en Miami y defender públicamente el derecho que tiene Cuba de ser independiente y soberana. Los anticubanos criollos tienen aquí su guarida bien guardada; lo controlan todo. Es lógico que lo hagan, ya que han hecho de esta ciudad la casa matriz de su industria. Aquí es a donde llega la mayor tajada del dinero que los distintos gobiernos norteamericanos han destinado, a través de los años, para hacerle daño al pueblo cubano. Desde los mismos días de su fundación, allá a principio de los años sesentas hasta el día de hoy, el gobierno de este país ha volcado centenares de millones de dólares en esta ciudad y miles de vividores se han beneficiado económicamente. No solamente es el dinero que han invertido los distintos gobernantes lo que les ha rendido frutos a estos personajes, sino que muchos comentaristas radiales y televisivos se han enriquecido de la industria privada hablando mal de Cuba y la mayor parte de los políticos locales han llegado a ganar sus puestos con el discurso del anti cubanismo.


Así es que cabecillas de las organizaciones contrarrevolucionarias, comentaristas radiales y televisivos, políticos locales y estatales, y empresarios de distintos tipos se han beneficiado de una u otra forma de esta famosa industria. Son millones de dólares los que reciben anualmente las diferentes organizaciones que aquí radican. Las hay de todos tipos y van desde las que dicen que reciben dinero para ayudar a los llamados disidentes en la isla --sobre las que bien se sabe que les mandan a sus servidores internos una minucia mientras ellas se embolsan la mayor tajada, por aquello que dice que "el que parte y reparte, se queda con la mayor parte", hasta las que dicen que crean círculos de estudios sobe la economía cubana. En realidad, la industria se ha modernizado al pasar los años. Son nuevos tiempos con tecnología de punta y con un alto nivel de sofisticación. En los sesentas, cuando la CIA desembocaba, abiertamente y sin tapujos, millones de dólares que los repartía entre decenas y decenas de organizaciones contrarrevolucionarias de Miami, los locales de las mismas parecían pequeños ministerios a los que acudían diariamente centenares de personajes para justificar con su presencia la mesada que recibían a final de cada mes. La más grande de esas organizaciones era el llamado Consejo Revolucionario Cubano. El local de la misma era como una colmena en la que, en vez de estar revoloteando las abejas, lo hacían cientos de zánganos. Muchas de estas organizaciones tenían delegaciones en casi todos los países latinoamericanos que servían como sucursales de las mismas.

Las organizaciones actuales, aunque algunas tienen muchos empleados, la mayoría de ellas tienen dos o tres y muchas también hacen sus negocios desde su misma residencia, por lo tanto, la tajada, en su totalidad, se queda en casa.

No creo que existan cifras comparativa de lo que va de ayer a hoy. En los sesentas casi todo el dinero que repartía la CIA  provenía de partidas secretas, por lo tanto, es muy difícil llegar a calcular el monto de las mismas y aunque hoy en día hay que imaginarse que siguen existiendo esas secretas partidas, el grueso del dinero viene por vía pública y en cantidades conocidas. Ya no es la CIA la que aporta el billete directamente, sino la USAID, la NED, los institutos de los partidos Demócrata y Republicano, el Congreso Federal, etc., etc. Bueno y además de lo anterior, todo lo que venga por la izquierda, que de eso sí no tenemos forma de saber.

Retomando lo que decía al principio de este comentario, es muy difícil vivir aquí, estando en contra de los intereses de esta industria anticubana. El costo es la marginación de la vida social y por supuesto, de la vida política. El control de estas personas es casi total.

Así es que esta industria, que ya cumple más de cincuenta años, sigue hoy en día tan próspera como en el principio. Se ha sofisticado, usa computadoras, teléfonos satelitales, y sus empleados viajan alrededor del mundo y se hospedan en los mejores hoteles, pero como dice el dicho, aunque el mono se vista de seda, mono se queda.

Es verdad que los tiempos están empezando a cambiar y que los caracoles se les están virando en su contra, pero aún les queda tiempo, esperemos que no sea mucho más. Tengo el presentimiento que, más temprano que tarde, los gobiernos de Cuba y de EE.UU. se van a sentar a discutir sus diferencias y ese será el final de esta industria anticubana de Miami, la cual se quedará como el gallo de Morón, sin plumas y cacareando.

*Lázaro Fariñas, periodista cubano residente en EE.UU.

Enviado por el autor a: Martianos-Hermes-Cubainformación

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