Por Lorenzo Gonzalo*/ Fotos Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación.- La organización política preponderante en el mundo actual: Estado de Derecho, Separación de los Tres Poderes, Mecanismos de Votación Ciudadana, Consultas Ciudadanas y otras conquistas de la humanidad, se remonta al surgimiento de Estados Unidos de América.


 

Entre 1776 y 1886 se materializaron allí las ideas liberales nacidas en Europa durante los dos siglos anteriores.

La organización política estadounidense estuvo integrada fundamentalmente por los dueños de las granjas agrícolas, las cuales constituían el mayor peso de la economía de aquel entonces. Junto a estos estaban los banqueros y también los comerciantes, las empresas de la época quienes pagaban impuestos. El resto de la sociedad quedó excluida.

Las tensiones creadas por los requerimientos de una economía diferente a la europea, sin la herencia de las trabas feudales que aún frenaban las nuevas tecnologías e iniciativas en la Europa del momento, terminó rompiendo los lazos administrativos con Gran Bretaña.

La fórmula política adoptada resultó exitosa para encarrilar unas relaciones de producción que, en más de un siglo, desde la llegada de los primeros granjeros, artesanos y comerciantes en el año 1609, habían evolucionado hasta alcanzar un alto nivel de maduración.

El nuevo sistema político, libre de trabas ajenas, desencadenó las fuerzas productivas e hizo posible aplicar de manera casi geométrica los grandes adelantos tecnológicos y científicos de la época.

Sin aquella organización u otra de características similares, la nueva economía habría carecido del sólido asidero administrativo y las flexibles condiciones, que le permitieron avanzar y consolidarse a la vuelta de un siglo.

El Siglo XX comienza con un sistema económico plenamente realizado, gracias a ese aporte estructural político que, en términos generales, fue adoptado en el lapso de un breve tiempo por Europa y América.

La solución hallada, hizo que entre 1776 y 1795 el sistema comenzara a funcionar, sentando las bases a partir de este último año, para la formación de los Partidos Políticos, otra modalidad con lo cual se venció el reto más difícil de una revolución: establecer los mecanismos que garanticen la dirección administrativa en manos de un Poder único. Este procedimiento agrupó en equipos políticos los criterios para administrar el nuevo Estado. Con el cursar de las décadas ambos Partidos se transformaron en facciones políticas en pugna, algo que Hamilton y Madison habían supuesto y George Washington anticipara.

El carácter excluyente del nuevo Estado; su defensa de un pragmatismo puro, donde la libertad se reducía a producir, comerciar y pagar impuestos en función de ciertos intereses, convirtió la justicia en un instrumento al servicio de los más acaudalados, con beneficios marginales para el resto.

Las tendencias competitivas introducidas por las nuevas formas de producir, fueron incorporadas al mecanismo del Poder y los Partidos se transformaron, de factibles equipos de pensamiento y debate, en facciones en lucha por la gerencia absoluta del Estado.

Esas circunstancias crearon un Estado, donde la sociedad en su conjunto fue convertida en su instrumento, eliminando en la práctica el surgimiento de Partidos paralelos al Poder, representativos de los diversos intereses.

El pragmatismo jugó un rol fundamental para impulsar un proceso económico que, en sus orígenes y en su ulterior desarrollo de dos siglos, creó valores cotidianos que representan un reflejo de sus mecanismos productivos. La sociedad en pleno quedó apresada bajo toneladas de regulaciones que abarcaron por igual a los dos Partidos y al más humilde trabajador.

A ese proceso económico Karl Marx le llamó capitalismo porque la necesidad de verticalizar las descomunales estructuras económicas que surgieron, sólo era posible desarrollarlas con la reunión de grandes concentraciones de capital. Pero a su vez, el avance de este proceso, impuso que toda la vida del ser humano se transformara en un bien intercambiario, incluyendo el trabajo.

El mercado siempre existió, pero el capitalismo lo universalizó de tal manera que desde las relaciones conyugales, las escuelas, la cultura, una nueva forma de propiedad esencialmente diferente de la feudal, y el surgimiento de servicios que anteriormente se resolvían sobre bases colaborativas, convirtió la vida en una expresión de intercambio, donde todo se compra y se vende.

La práctica de producir basada más en el enfrentamiento que en la competencia, hizo que los Partidos en Estados Unidos reflejaran estos resultados, transformándose en facciones del Poder. Parte de su origen lo hallamos en la existencia de dos sectores dominantes en 1776: el sur agrario y la banca. Esta última defendida por Hamilton, defensor de un Poder central poderoso autollamado federalistas y la otra representada por Jefferson, defensor de la autonomía de los estados.

El gran problema de Estados Unidos de América es que todos los sectores de la sociedad, aunque divididos, están integrados en la estructura única de un Poder, el cual tuvo su justificación por los requerimientos sociales que le dieron vida, pero que a su vez, el desarrollo y la evolución de las nuevas relaciones de producción, exigen otras maquinarias políticas con vida propia, desafiantes del status quo y con criterios sociales convincentes capaces de mover a la mayoría de la sociedad, fenómeno que ocurre en Europa y Latinoamérica, cuyas historias fueron muy diferentes.

La unidad de un Poder dividido en dos facciones es perfectamente factible, como lo demuestra la existencia de estos dos Partidos en Estados Unidos, pero tal y como lo demuestran las reiteradas crisis políticas provocadas por temas que van desde la inmigración, la guerra, los presupuestos y la política exterior, también los hace totalmente inoperantes.

Así lo veo y así lo digo.

*Lorenzo Gonzalo, periodista cubano residente en EE.UU., Subdirector de Radio Miami.

Enviado por el autor a: Martianos-Hermes-Cubainformación

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