Por Lorenzo Gonzalo*/Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación.- Recuerdo mis lecturas de Balzac en los años jóvenes y aunque los detalles se pierden en la memoria las cosas esenciales permanecen.


Mi crianza en casa de los abuelos paternos, con la influencia de un abuelo médico, de pensamiento muy racional, admirador de la grandeza del Norte pero nacionalista y extremadamente crítico del comercio y sobre todo de los comerciantes, se mezcló con aquellas lecturas. Desde entonces tuve un rechazo a la banalidad y simpleza que llegaron a significar para mí la vida de compra - venta y las actividades comerciales y la llamada “vida en sociedad”, lo cual significaba la asistencia a los clubes privados del pueblo.

De remoto origen canario, mi abuelo, aun cuando practicó la medicina y al parecer fue original y agudo en su aplicación de acuerdo a los médicos que se formaron bajo su dirección, creía en la tierra y en el fruto que de ella se deriva. De ahí que sus ingresos médicos los invirtiera en fundar una finca que nació con el esfuerzo de mi padre, quien roturó durante meses la tierra, apartó el cascajo, desbrozó las malas hierbas con sus manos y el uso de un viejo tractor, creando finalmente entre ambos una lugar productivo.

De nuevo, el comercio, las relaciones comerciales a nivel de tiendas y las operaciones bancarias, fue algo que veían en mi casa con malos ojos. Los españoles resultaron las víctimas de esta visión, en especial los gallegos, porque en aquel entonces eran los dueños de las tiendas minoristas y de los almacenes mayoristas, con excepción de algunos negocios de chinos, que se dedicaban a la distribución. La mayoría de los chinos de mi pueblo producían hortalizas y lavaban y planchaban ropa.

Las lecturas de Balzac resaltan aquel mundo que nació con los primeros avances de la Revolución Industrial donde el uso del vapor como fuente energética, catapultó la eficiencia.

Se trataba de un mundo con un enorme potencial para la humanidad, pero el desorden dio origen a una sociedad hueca, simplista, humanamente improductiva, carente de solidaridad y reconocimiento hacia los otros. Aquella sociedad en que viví, al igual que la reflejada por Balzac, resaltaba básicamente los valores nacidos de especulaciones numéricas y pobres paisajes pincelados pobremente por posturas vanidosas y sueños de oropel.

Llevado quizás por esas visiones que, según Marx, le sirvieron de fuente de inspiración para analizar la economía y comprender luego (lo de luego lo digo yo) los peligros sociales que aquellas fuerzas podrían acarrear si no se controlaban y dirigían en función de los actores sociales que mueven toda la maquinaria, me convertí en la persona escéptica y dudosa de las estructuras que rigen las relaciones entre los seres humanos.

Lo digo en presente, porque las estructuras de entonces ya indicaban los resultados consumistas de hoy. Y no es menos cierto, para mí y para muchos, que una de las mayores desviaciones de la economía actual, guiada por fuerzas políticas emborrachadas con las riquezas obtenidas gracias a la casualidad, la iniciativa personal y las confusiones productivas de un mercado donde la mano de obra comprada y vendida, derivó en su motor esencial, ha sido ese estímulo a devorarlo todo, hasta el punto de comer por comer.

El mercado actual se ha convertido en una gula infinita semejante al de las bacanales romanas. Existen consumos y consumos, pero el exceso, como todo en la vida, termina penalizando a sus autores, excepto que en este caso, resultan penalizados justos y pecadores. Estos últimos son los corporativos, financistas y especuladores que consideran la economía un juego y no una ciencia al servicio de la sociedad, donde personas con determinadas capacidades son capaces de movilizarla, hacerla producir y obtener resultados eficientes.

Ese tipo de personas, como consecuencia de las distorsiones que padece el orden productivo y distributivo actual, en lugar de emplear sus capacidades para hacer eficiente y funcional esas actividades y las derivadas de ellas, son una de las víctimas del proceso y son quienes a contrapelo muchas veces de sus capacidades, provocan debacles como la ocurrida entre fines del 2007 y el año 2008.

Lamento que estos trabajos, como los de muchos otros, más duchos que yo en teorías económicas y sociales, más pragmáticos y aislados de influencias ideológicas, no lleguen a determinados lectores, para favorecer un debate amplio, consistente y sistemático que nos ayudaría a ser más objetivos.

El mundo de hoy se complejiza mes a mes y los mecanismos políticos cada vez quedan más rezagados, ocasionando con igual velocidad, que los ciudadanos pierdan cada día mayor poder de ejecución en las funciones del Estado y la sociedad, convirtiéndose en simples actores repetitivos de fuerzas que no controlan.

Pretendo que lo reflexionado sea un reflejo objetivo de esa complejidad societal y no pura especulación filosófica, sin que pretenda con este comentario denostar de la filosofía, la cual adquiere una enorme importancia ante situaciones extremas como estas, degradantes del ser humano.

Así lo veo y así lo digo.

*Lorenzo Gonzalo, periodista cubano residente en EE.UU., Subdirector de Radio Miami.

Enviado por el autor a: Martianos-Hermes-Cubainformación

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