Por Octavio Fraga Guerra* - Cinereverso - Cubainformación.- El cine documental cubano resiste los embates del tiempo, los que se le atribuyen a la memoria, a la mirada pretérita. Esa que cautiva y construye valores e historias fecundas. Y cuando lo visionamos confirman esa declarada teoría de una escuela: la escuela cubana de cine documental. Muchos son los filmes que albergan ese cometido; los ardores de sus huellas persisten por ese revisitar de textos que conforman ese patrimonio de saberes y culturas.


El cineasta chileno Pedro Chaskel, en el año 1981,documentó el testimonio de uno de los fotógrafos más encumbrados del arte cubano. Un artista de la plástica, un agudo fotorreportero que registró con su lente hechosde esa dilatadaescritura de nuestra historia.

Fue un testigo de excepción, un buscador de retratos, de momentos que el tiempo ha ubicado como lo que son: insustituibles iconos, signos de singular textura o esencias de una idea que solo la fotografía saber mostrar cuando se trata de congelar el momento. Nacen en un instante que el azar le otorgaal creador, por ese saber estar en el lugar antela evolución de un hecho transcendente o fruto de la permanente búsqueda, del empeño de un oficio que se vistesignado por la cámara.

Una foto recorre el mundo, producido por el ICAIC, es esa otra obra documental que reconstruye hechos, aploma la memoria, distingue sucesos o verdades que nos asiste revisitar, por esa lógica de tomar de sus principales ejes para no olvidar los orígenes de nuestros cimientos fundacionales como patria en Revolución. O los pasajes que le caracterizan, los personajes que le significan.Este filme revela la naturaleza y las circunstancias en la que se tomó la mítica foto delChe.

Chaskel reconstruye los hechos que antecedieron a esa imagen. Compone con fotos seculares y videos de ropaje antiguo la barbarie de un atentado perpetrado contra el barco “La coubre”, materializado el 4 de marzo de 1960 en los albores de la naciente Revolución. Toma de la memoria fílmica del cine cubano para escribir sobre estos hechos, para construir una antesala de escritura documental que debemos rememorar como parte de esos hechos constitutivos de la cronología simbólica de nuestra isla.

Rostros que corren ante el pavor de la muerte o por el auxilio de los otros, instalaciones quebradas ante el efecto nocivo de mutiladores explosivos, el ir y venir de combatientes aferrados a la escena del dolor imprevisto que forma parte de ese dibujo documental. Todo ello, es claramente simbólico. Son textosde lecturas definitivas,cortantes ante los ojos de nuestro presente.

Como parte de una necesaria introducción testimonial nos ubica en ese otro plano o más bien en escenas que engrandecen los hechos y nos trasladan a ese bregar pretérito en el que la literatura ha construido con fuerza, tomando nota de los que fueron testigos de esa barbarie.

A este capítulo fílmico le secunda el dolor, el luto del puebloante los abominables hechos que acompañaron a las víctimas de ese vil atentado, a los familiares que vivieron ―y aún viven― la perdida. Fue ese momento histórico que quedó signado como Patria o Muerte, una sentida declaración de principios hecha por Fidel, frente un pueblo teñido de dolor por los hechos execrables, por la cobardía de un acto que pretendía amedrentar la fortaleza de un proyecto de nación claramente humanista.

Korda aparece ante la cámara con agudas palabras. Se empeña en reconstruir el momento, esa gran foto que no se cesa de estar en nuestros abrazos, en nuestras conciencias, en nuestros diálogos de hombres y mujeres velados, en ese estar como actores activos de manifestaciones cuando se trata de destronar la injusticia, ohacer para que este planeta sea un espacio de todos.

El autor describe con espíritu de relojero la cronología de un momento, de ese momento fruto de un instinto, de un saber encuadrar un rostro de profundas y variadas lecturas. El testimonio de Korda revela el hondo sentido de haber reconstruido ese recuerdo.

La cámara lo encuadra en plano cerrado secundado por un fondo negro que incita a centrarnos en los hechos narrados, a repensar las circunstancias que hicieron posible esta simbólica imagen y la connotación de las palabras, las de su autor, que hoy vienen a desgranar desde nuestro presente los valores de un hombre universal, de todos los tiempos.

La obra fílmica recurva hacia otros planos que son la huella multiplicada de esa imagen. Un collage de fotos nos revelaal Che en cada momento de la historia, en cada significativa geografía de nuestro planeta. El hombre pintado en un retrato de singulares proporciones, en las vestiduras de una tela que invoca sentidas palabras con sabor a combate. El rostro delineado en un mural de paredes derruidas o las cimientes de un cartel trabajado con artesanía fílmica que la revista Tricontinental supo hacer suya, en variadas formas, en renovados colores o trazos, por esa legítima creencia de significar la estatura de un Comandante que estremeció con su ejemplo los valores y los ideales de una América rebelde, declaradamente insumisa.

En las postrimerías del filme, Nacha Guevara interpreta Yo te nombro,que viene a construir esa idea del mito,fusionado por ese mezclar de imágenes múltiples tomadas de cualquier parte, del más recóndito espacio de un planeta que sigue henchido de dolor y de rabia.

Son esas mismas razones por las que el Che luchó más allá de sus propias fronteras humanas y las que pertenecen a la geografía cuando se trata de hacer en nombre de la humanidad toda.

El texto musical compuesto por Gian Franco Pagliano destila poesía, versos de cursivas metáforas. Una obra que talla valores universales, verbos esenciales de un bregar de palabras que son las cimientes del mito tantas veces discutido.

Pero al Che hay que verlo y entenderlo siempre como lo que fue. Un hombre de estatura gigante urgido por el deseo de defender sus principios y sus ideas, de hacer todo por la causa de los pobres.

Un convencido antimperialista que apuntaba certero en cada palabra y hecho que sembraba, ante el peligro de un Norte que José Martí, visionario, también describió en toda su obra literaria, en su oratoria retenida en la memoria y hoy la releemos en la escritura de nuestro tiempo.

Ese Martí del que el Che tomó su capacidad de leer, de leerlo todo, para interpretar los derroteros y peligros que acechan ante un enemigo global, febril y sinuoso. Hábil en cambiar de ropajes o de apropiarse de lenguajes “frescos”;probado constructor de puestas en escenas cautivadoras, certeras para descafeinar los cedros del pensamiento que invoca la “libertad y la democracia”.

El Che ha de ser entendido como un hombre de nuestro tiempo, de todos los tiempos, que urge revisitar también como un intelectual que dejó herencias,pensamientos, ideas. Su obra de profundo calado discurre no solo en los terrenos de la política, de la economía, de lo que resulta vital entender para construir una sociedad de hombres y mujeres nuevos. Una utopía posible si lo hacemos con todos los brazos, con todas las inteligencias, con todas las generaciones.

Texto tomado de la columna Pensar el cine de Octavio Fraga Guerra: Licenciado en Comunicación Audiovisual (Instituto Superior de Arte). Productor y guionista de cine y televisión. Articulista de la revista cultural La Jiribilla. Colaborador de las publicaciones Cubadebate, El Caimán Barbudo y Cubainformación, esta última de España.

*Editor del blog: http://cinereverso.org 

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