Por Octavio Fraga Guerra* - Cinereverso - Cubainformación.- Las razones de este diálogo fue una de las primeras interrogantes de Marta Díaz, decana de la Facultad de Comunicación Audiovisual de la Universidad de las Artes de Cuba. La FAMCA, como suele llamársele, anida una de las raíces vitales de este importante arte, le respondí. Desconocer esta verdad es perder las perspectivas de su futuro en las próximas décadas.


Un segundo argumento. Construir una ruta (otra) de artículos de opinión y entrevistas en torno a los esenciales temas que confluyen en nuestro audiovisual. Lo asumo inspirado en el ejercicio del debate y el lúcido diálogo desarrollado por los cineastas cubanos en los años fundacionales del ICAIC, una praxis revolucionaria que no ha de tener fin.

El tercero, no menos importante, responde a los predios de la gratitud. Al claustro de profesores que en mi etapa de estudiante me aportaron el imprescindible bagaje teórico desde el ejercicio del rigor. Muchos de ellos compartieron contenidos, esencias y principios anclados en los valores del compromiso, en la responsabilidad que todo creador tiene con la sociedad y con el arte. Belkis Vega, Mario Masvidal, Eliseo Altunaga, Danae Diéguez, Oni Acosta o Humberto Hernández (Premio Nacional de Cine 2015), son algunos de esos Maestros con los que siempre estaré en deuda.

¿Cómo fue su primer encuentro con la Facultad de Comunicación Audiovisual de la Universidad de las Artes?

Supe de la Facultad a propósito de un Festival Imago. Como directora del Centro de Información del ICAIC me pidieron apoyar su divulgación. Ese hecho ocurrió entre el 2001 y el 2002. Fue la primera vez que, de manera consciente, supe qué era la FAMCA. Me acerqué a ver los materiales que se proyectaban, porque hasta entonces solo conocía la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños. Entre los filmes que aprecié me resultó muy atractivo Video de familia. Quedé sorprendida.

A partir de septiembre de 2009 comencé a trabajar en la Facultad. Muchos de los profesores de entonces (y de hoy) fueron mis compañeros en el ICAIC. Me fue muy fácil acercarme al centro. Una vez, en la grabación de un programa televisivo (por un aniversario de la escuela), coincidí con Jesús (Chucho) Cabrera, el primer decano de la FAMCA, y no perdí la oportunidad de preguntarle sobre los orígenes de la institución. Él y otras personas muy vinculadas al período fundacional, como Enrique Pineda Barnet, me contaron acerca de los primeros años.

Entre 1988 y 1989, con el despuntar de los Telecentros, nació la Facultad. En ese momento creció la demanda de personal calificado, capaz de dar respuesta al desarrollo de esa infraestructura emergente en todo el país, incluso a nivel municipal. Por otra parte, la expansión de las tecnologías planteó nuevas exigencias a los profesionales de los medios. Incluso, los propios realizadores de la televisión exigieron tener nivel superior en realización audiovisual. Todo ello contribuyó a la creación de la carrera.

En ese contexto, el exministro de cultura Armando Hart le encargó a Chucho Cabrera la concepción de un proyecto para la escuela. Se creó un equipo con una presencia muy significativa de directivos y cineastas del ICAIC. Hubo un intenso debate hasta consensuar la propuesta de un plan de estudio pensada inicialmente para profesionales de los medios. La primera sede fue en 5ta y 20 y, desde diciembre del 2001, al incorporarse el curso diurno, se trasladó a su enclave actual. Y bueno, a Chucho le dieron la responsabilidad de ser el decano. Así es como surge FAMCA.

¿Cuáles de los resortes sembrados por Jesús Cabrera están presentes en esta institución?

La disciplina, el rigor y la ética profesional en torno al uso del equipamiento, que no siempre nos ha acompañado. Su conocimiento del medio le permitía dialogar sobre este asunto con los estudiantes y profesores. También le imprimió disciplina a todos los procesos productivos, una norma que aprendí desde mis inicios en el ICAIC.

Él decía, según cuentan, que las muchachas no podían ser directoras de fotografía, por el peso de las cámaras. Algún día me gustaría saber si es cierto que pensaba así. Es verdad que la tecnología ha modificado mucho la composición de género dentro del mundo audiovisual.

Creo que a la escuela le hace falta que se escriba una historia bien documentada de muchas experiencias interesantes vividas en estos años. Acerca de sus graduados y profesores, de las dificultades enfrentadas y, sobre todo, de sus logros y significativos aportes al audiovisual cubano.

¿Del programa académico, en cuanto a ofertas y perspectivas, podría hacer un detallado dibujo?

La opción regular diurna, con cinco años de duración, abierta desde el 2001 ha ido ganando aspirantes y ha contribuido a modificar el mapa de la Facultad y su visibilidad.

En los últimos seis años, también hemos potenciado la enseñanza de cuarto nivel: posgrados, diplomados y maestrías. Tenemos una Maestría en Realización audiovisual que está en su segunda edición y que se extiende por dos años. Además ofertamos cursos y entrenamientos cortos, sobre todo para extranjeros. En el campo de la fotografía, por ejemplo, se interesan mucho por venir a Cuba.

A partir de convenios que tenemos con otras universidades similares a la FAMCA en el mundo, hacemos intercambios. El semestre pasado tuvimos cuatro estudiantes de una Universidad de Frankfurt, Alemania, y de la Universidad de Veracruz, México. Ellos vienen por un semestre, o por tres meses, a tomar asignaturas puntuales. Asimismo, nosotros enviamos a los nuestros a recibir clases en esas instituciones.

Nuestras perspectivas son ampliar las ofertas de maestría. La enseñanza de cuarto nivel era una modalidad académica pendiente en el mundo de la realización audiovisual cubana. Cuando abrimos la Maestría la cantidad de aspirantes fue impresionante. Personas de todas las edades. Hubo que realizar una labor muy ardua para poder seleccionar entre decenas de candidatos, frente a una matrícula de 25 plazas. Otro deseo es poder abrir menciones de esa Maestría en cine documental y en guión, que es una gran necesidad de la creación audiovisual en Cuba.

Sin dudas, la incorporación de esta Maestría significa un cambio cualitativo en la Facultad. ¿Cuáles son vuestras expectativas con esta opción académica una vez terminada cada edición?

Inicialmente nos propusimos que nuestros propios maestros se incorporaran a la maestría. En el Instituto Superior del Arte (ISA) y en la FAMCA (más acentuada todavía) más de 90 porciento del claustro de profesores son artistas, hecho que marca una diferencia significativa respecto a todo el sistema universitario del país.

Y no vemos que pueda ser de otra manera. Solo pueden enseñar a fotografiar, dirigir, producir y a montar quienes se dedican a esos oficios. Los profesores que son artistas tienen como motivación esencial desarrollar su obra, no transitar por los niveles que pauta la academia a través de las categorías docentes y los grados científicos. Y eso le plantea un reto a la Facultad: que sean cada vez mejores artistas, pero al mismo tiempo que ganen en maestría pedagógica y se superen en su propia profesión.

Por ejemplo, para acreditar las carreras universitarias, es preciso tener un 35 porciento de doctores y másteres en el claustro. Nosotros estamos en un proceso de dialogo muy constructivo con el Ministerio de Educación Superior para aplicar equivalencias en nuestro colectivo ¿Cuál es la publicación de un maestro de dirección de cine? Su obra como director. Lo que no demerita que pueda escribir un libro, un artículo. El desarrollo de ese profesional transita por su propia obra como director de cine, fotógrafo, productor o cualquiera de las esferas en las que se desempeña.

La maestría completa y actualiza el proceso formativo de ese artista que, además, muchas veces descubre en la Facultad su vocación y aptitud pedagógica. Se deja atrapar por el fascinante mundo de la enseñanza y la formación de los jóvenes.

Esta experiencia tiene una doble lectura, una doble ganancia. Por una parte, elevar el nivel de la carrera de cara a un proceso de acreditación internacional, con un claustro más sólido. Por la otra, la jerarquía del conocimiento que están adquiriendo nuestros docentes para enfrentar un salón de clases con las complejidades y retos que supone frente a la generación digital.

Sin embargo, no todos los estudiantes de la Maestría son profesores de la FAMCA. También hay profesionales que proceden de la televisión, de otras productoras, de emisoras de radio. Ahora bien, no hay que esperar milagros frente a una deuda de tan larga data en la formación.

Luego, tenemos desventajas de cara a lograr los niveles a que realmente aspiramos, como la tecnología y el equipamiento con que contamos, la ausencia de estudios propios y de acceso a internet. Son problemas muy concretos de la Facultad, no de la enseñanza de nivel superior en el país.

Está claro que la maestría no debe centrarse en lo último que la tecnología ofrece. Los profesionales saben que ese conocimiento se adquiere con más rapidez, sin necesidad de transitar por un curso formal. El objetivo es dar una formación teórica, conceptual, para que el creador sepa luego qué hacer con esas herramientas. Es una discusión viva en la Facultad, entre los jóvenes, que son de la era digital, que tienen un manejo intuitivo de dichos medios y que aprendieron solos, en muchos casos con tutoriales.

Pero cuando veo lo que hacen en términos de audiovisuales, sus propios ejercicios de clases, de graduación, no aprecio el salto en relación al aprovechamiento de esas tecnologías para proponer nuevos lenguajes, nuevas maneras de hacer. Percibo, en esencia, el mismo audiovisual. Entonces, no basta con dominar la tecnología.

Una buena parte de lo que se presenta en la Muestra de Jóvenes Realizadores que organiza el ICAIC, es de graduados o de estudiantes de la FAMCA. Y, te confieso, creo que va a demorar en verse el resultado de las maestrías en nuestras pantallas. Me preocupa, incluso, que se genere una expectativa en los medios en que estas personas hacen su vida profesional. Los cambios los impulsan componentes personales, de actitudes, entrega, riesgos, perseverancia, humildad, conocimientos sobre la obra de quienes nos precedieron.

Yo siempre les digo a los estudiantes, no piensen que el título les va a dar todo. Ninguna universidad puede hacerlo. Y ellos llegan a la Facultad con un insuficiente nivel de preparación, reto que asumimos cotidianamente.

¿En términos de géneros audiovisuales, cuál es el que más les atrae a los estudiantes en cuanto a realización?

La ficción, definitivamente. El plan de estudios actual influye un poco en eso. En primer año, como ejercicio integrador, deben contar una historia en un minuto; en el segundo, otro de tres minutos y en tercero, un documental. Por otra parte, están las expectativas, las aspiraciones que tienen los muchachos cuando matriculan en la carrera, muchas veces descolocadas en términos de lo que la vida realmente va a ponerles delante. Y eso lo notas desde el proceso de ingreso.

Una buena parte de ellos quieren ser directores. Sueñan con hacer una gran película. Muchos no se identifican con la realización de programas televisivos. En término de géneros, no están interesados en musicales, revistas o programas infantiles. En los informativos, muchísimo menos.

El animado es una asignatura pendiente. Ahora contamos en primer y segundo año con un núcleo interesante de jóvenes interesados por este género. Se han acercado a los Estudios de Animación del ICAIC y están trabajando allí con el productor Aramis Acosta y con la directora, Esther Hirze.

Era algo que no ocurría. Y nos toca incidir desde el plan de estudios. Pero animación es una materia que requiere de mucho apoyo tecnológico, del que carecemos. Entonces resulta un poco utópico plantearse asignaturas y disciplinas. No obstante, desde hace cinco cursos se comenzó a aplicar un nuevo programa en el que se introdujo muy discretamente la animación y un año entero dedicado al aprendizaje del documental, entre otros cambios significativos en función de lograr mayor presencia de ejercicios prácticos. También de materias vinculadas a la postproducción, efectos visuales y derecho de autor, que antes no se impartían.

No estamos satisfechos con el plan de estudios. Cada año se trata de perfeccionarlo hasta donde es posible y no puede ser de otra forma en una carrera como esta, tan dependiente del desarrollo de la tecnología. Ahora mismo, el desafío es acortarla a cuatro años y la imperiosa necesidad de modificar el plan de estudios del curso por encuentros.

Es un proceso en el que estamos dando los primeros. No va a ser en este año, ni probablemente en el otro, pero en esa dirección debemos avanzar. Es el único señalamiento que tuvo nuestro plan de estudios en su defensa pública ante el Ministerio de Educación Superior, porque nos plantea que tenemos demasiada docencia.

Las reducciones hasta hoy han sido mínimas. Pero esa es una decisión muy pensada, muy colegiada con todos los profesores, según los perfiles, y con la participación de los estudiantes. Debemos tener muy claro qué debemos mantener en pregrado. Lo demás se imparte en el cuarto nivel.

¿Me gustaría que cartografiara las influencias del Bloqueo impuesto por el gobierno de los EE.UU. en el desarrollo natural y orgánico de esta institución académica?

Esta es una carrera que depende muchísimo del equipamiento tecnológico y de la posibilidad de combinar la teoría con la práctica. La última vez que se trajeron nuevos equipos a la FAMCA fue en el 2010. Y estuvieron “dando vueltas” durante dos años, antes de que pudiera llegar a Cuba. Hubo que comprarlos mediante terceros países porque eran estadounidense. Este proceso significó un encarecimiento monetario, además del desfasaje tecnológico.

Una escuela de audiovisuales es una máquina de tragar recursos. No es porque los estudiantes no cuiden los equipos o carezcamos de normas respecto a su uso, es que constituyen medios de enseñanza que sufren un mayor desgaste. Por ejemplo, en nuestra Facultad las luces tienen un período de vida más corto, porque los alumnos están aprendiendo a iluminar, a fotografiar.

Todo este panorama ha significado menos desarrollo para la Facultad. Si el presupuesto que destinamos a la compra de equipamiento, pudiéramos ejecutarlo directamente en EE.UU. los costes serían otros. Aquí se han traído equipos de los lugares más lejanos posibles. Incluso, las donaciones que han querido hacer universidades o profesionales del medio desde los Estados Unidos se han visto frenadas por el Bloqueo.

En mi época de estudiante de esta Facultad, hace más de una década, una demanda histórica era la carencia de bibliografía adecuada. ¿Es este un asunto resuelto?

En una encuesta que hacemos al cerrar cada semestre acerca de la satisfacción con el proceso docente, el indicador más negativamente evaluado es la bibliografía disponible, sobre todo en las asignaturas de fotografía, montaje y sonido. Sin embargo, es un problema en el que se ha avanzado mucho porque la tecnología, por supuesto, también ha jugado su papel.

Si se visita el laboratorio y la intranet de la escuela puede verse que hay una carpeta que se llama Bibliografía digital, organizada por materias, disciplinas, recurso que existía antes. Incluso, el ISA costea la impresión de unos pocos ejemplares de textos en formato digital, imprescindibles para las asignaturas. Los maestros también están muy sensibilizados con este asunto y aportan numerosos libros. Igual lo hacen los propios estudiantes y los extranjeros que nos visitan.

La bibliotecaria ha tenido un papel protagónico en este empeño. Primero, con la catalogación de las tesis que constituyen una bibliografía indispensable. No solo del audiovisual, sino también la memoria escrita. Hemos desarrollado distintas estrategias y alternativas para suplir las carencias de bibliografía. Los libros de cine, y en general los de arte, son caros y cabe señalar, que a nosotros se nos hace muy difícil comprarlos en la Feria del libro de nuestra capital, debido a entorpecedores mecanismos burocráticos.

Sobre las entregas de Ediciones ICAIC, desde el 2009 recibimos todo lo que publica. Es un compromiso que Pablo Pacheco cumplió como un caballero y que hemos retomado con Roberto Smith, el presidente del ICAIC. Igual sucede con la revista Cine Cubano. Hace poco estuvo aquí Arturo Sotto, su director, en una presentación de uno de los números más recientes. No hemos tenido la misma suerte con el sello enVivo, del Instituto Cubano de Radio y Televisión.

Más de 15 años de andar tiene el Festival Imago. ¿Háganos una retrospectiva y un presente del evento con mirada de futuro?

Tiene una historia muy interesante. Uno de sus mayores aciertos es que lo organizan los estudiantes. En mi primer año como decana noté una especie de apatía entre ellos respecto al Imago. Recuerdo que varias personas, desde la dirección de la Facultad, nos juntamos para reorganizar el Festival. ¿Sabes lo que ocurrió? Fueron pocos los estudiantes que asistieron. Entonces en la clausura les dije: ‘si ustedes no lo organizan no habrán más ediciones’. En la siguiente edición, los muchachos ‘tomaron la batuta’, constituyeron su comité organizador y le dieron un nuevo aire al evento.

Ellos escogen las obras, dan los premios, organizan los eventos teóricos a partir de las carencias que detectan en la docencia. Sin embargo, para mí es una insatisfacción ver cómo desaprovechan todavía espacios teóricos excepcionales.

Pero el Imago tomó fuerza ¿Qué bueno, no? Hace tres años se cambió la convocatoria. Y ya no es solo el festival de los estudiantes de la FAMCA y de la Escuela de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, es también el de todos los estudiantes universitarios. Ese es hoy el sello de identidad de nuestro festival.

La primera vez que salió este diseño de convocatoria ganó el concurso de guiones un estudiante de la Facultad de Economía, de la Universidad de La Habana (UH). Participaron también de la CUJAE, de la Universidad de Ciencias Informáticas, del Instituto Superior de Diseño Industrial (con la probada fortaleza que tienen en el tema de la animación), de la Facultad de Comunicación de la UH y de Oriente, con una tradición en la realización de programas de radio. Fue una gran enseñanza. En el 2016, por el cuarenta aniversario del ISA, haremos una retrospectiva de los premios Imago, tras 16 años de creado.

Marta Díaz: “Muchas maneras de mirar nuestra realidad” (II parte y final)

Octavio Fraga Guerra

Los vínculos de la FAMCA con las facultades de la Universidad de las Artes y con las productoras afines al sentido social de esta casa de estudios, está entre los temas con los que reiniciamos nuestra entrevista con Marta Díaz, decana de la facultad de audiovisuales de Cuba. ¿Qué inquieta a estos jóvenes creadores? Es de las interrogantes resueltas en nuestro diálogo, haciendo un aparte sobre las singularidades de los profesores y alumnos. Para el cierre de esta entrega, la decana nos aporta un pronóstico, a tomar en cuenta, sobre el audiovisual cubano a corto plazo.

¿Existe una relación orgánica, natural, entre los estudiantes de audiovisuales y los de las facultades que conforman la Universidad de las Artes? ¿Qué frutos cosecha esa experiencia?

Natural sí, pero no la que debería de existir. El hecho de que la FAMCA esté a siete u ocho kilómetros del ISA tiene sus ventajas, aunque creo que son más las desventajas. Una de ellas es que pierden ese “ecosistema” artístico creativo que puede estar existiendo allí todo el tiempo ¿Quiénes lo aprovechan más? Los que viven en la residencia estudiantil (el 40 porciento el curso regular diurno en la FAMCA). La convivencia con alumnos de danza, música, teatro, propicia relaciones de amistad, profesionales, y otros acercamientos e intimidades que muchas veces los llevan a hacer proyectos conjuntos.

Este curso, por ejemplo, desde que empezó el semestre, publicamos las asignaturas optativas de la Facultad de Artes Visuales para que los muchachos puedan elegir algunas. ¿Por qué no se impulsan proyectos de graduación en los cuales haya estudiantes de varias facultades? Esa es una idea que he defendido en el ISA. Detrás de esa carencia hay una razón económica, pero sobre todo de integración, imprescindible en la creación artística, mucho más en el audiovisual, cuyas fronteras son cada vez más porosas.

Pensemos en una tesis de la FAMCA ¿Por qué los estudiantes tienen que utilizar música de archivo si en el ISA se instruyen jóvenes como compositores e instrumentistas? ¿Por qué tienen que buscar a un actor y pagarle un dinero que no tienen si allí se forman actores y actrices, muchas veces buenísimos? ¿Por qué tienen que buscar a un diseñador escenográfico o de arte, si allí se preparan jóvenes en esas especialidades?

Un proyecto de tesis de la FAMCA, pudiera ser un proyecto en el que de una manera muy orgánica y natural podrían estar implicadas varias facultades, varios estudiantes. Pero eso tenemos de tejerlo desde el diseño curricular y borrar las fronteras, los límites que todavía están en los papeles, y también en las cabezas.

¿Cuáles son los temas y denotadas preocupaciones más recurrentes en sus trabajos de curso?

Los estudiantes miran todo el tiempo hacia su entorno, su realidad. El período de la vida que están viviendo los lleva a plantearse muchas veces: dónde estoy y hacia dónde voy, cuáles son mis proyecciones futuras, qué expectativas tengo, cuáles aspiraciones puedo tener hoy y qué posibilidades de realización como profesional y persona tengo para el futuro.

Entre los temas más recurrentes está la sexualidad, que por momentos pareciera tomar un carácter de moda; la diversidad (no solo sexual) y la actitud de la sociedad frente a ese asunto; la prostitución en todas sus variantes.

Otros son la cuestión racial, la emigración, las posibilidades de realizarse en alguna esfera específica y las limitaciones que encuentran en su entorno. También, la comunicación en la familia, que está presente de muchas maneras en todos los cortos. Es un espectro temático muy amplio. No te podría decir que hay un único tema, todos giran alrededor del período de la vida en que están viviendo.

¿A qué joven no le preocupa su futuro, su realización? La problemática de la droga también sale en sus trabajos, el alcoholismo. Desde hace unos años observamos la presencia de un enfoque de género, que no se veía antes. Obviamente, tiene que ver con las asignaturas que reciben, con pertenencias a grupos o talleres en los que han participado y que abordan esta problemática.

Cuando la incorporamos como asignatura obligatoria vinieron estudiantes a protestar, y nuestra respuesta fue radical: un realizador debe asumir responsabilidades con lo que hace, trasmitir valores, enseñar. Por tanto, les toca. El plan de estudios no es a la carta.

En un acto de presentación de la Maestría de Realización Audiovisual usted expresó: “… en el centro mismo de la reafirmación de la identidad nacional de nuestros países y frente a la cada vez más agresiva y al mismo tiempo sofisticada influencia de los medios, demanda por tanto de los espacios de formación una reactualización constante de sus saberes”. ¿Cuáles son las líneas prácticas de estas medulares ideas en la facultad?

Nosotros hemos sido pioneros en muchos temas alrededor del audiovisual y vamos atrasados en ese escenario. El camino no es, “no veas esto, no veas aquello”. Tienen que ver de todo porque mientras más lo prohíbas más lo van a ver. Yo creo que nuestra función, muy modesta, es enseñarles, mostrarles, lo que puede tener de valioso cada obra audiovisual.

Los estudiantes tienen absoluta libertad para escoger los temas que tratan en sus trabajos. Aquí lo que se les enseña es a ser responsables, a tener conciencia de lo que tienen en sus manos. Y eso es parte de mi asignatura Teoría de la Comunicación.

Esa conciencia de quiénes son, del camino escogido profesionalmente y del poder tan grande que tienen en sus manos, están entre los enfoques que la escuela debe enseñarles desde el primer día de clases. También, los sentimientos y mensajes que quieren trasmitir, cómo llegar a los demás. Nuestra identidad, el amor al país, a su gente, a su cultura.

Respetamos la honestidad y la firmeza sobre lo que ellos piensan. Eso no significa que estemos de acuerdo. Hemos tenido discusiones muy fuertes en tesis y ejercicios docentes, con planteamientos que subyacen en el primer discurso de la puesta en pantalla. Más allá de la estética de la obra, estamos hablando de los valores, de la ética, de los principios. ¿Qué es lo que están queriendo decir?

Alentamos los trabajos por encargo. Expresiones como: “esta es mi obra”, “esto es lo que yo quiero decir”, olvidando la comunicación con el público y la huella que van a dejar, se aparta de nuestras estrategias formativas.

Es función de los maestros llegar al fondo de esas discusiones, aunque después el estudiante diga: “sí, pero eso es lo que yo quiero decir”. Perfecto. Pero que no sea por ingenuidad o ignorancia, o por la ausencia de un ejercicio del debate.

¿Existen relaciones de trabajo entre la FAMCA y las productoras del cine y la televisión cubana?

Existen. No hay otra manera de suplir nuestras grandes carencias materiales. Hace tres años logramos introducir en el Canal Educativo una asignatura que posibilita a los estudiantes estar una semana, dos fines de semana, según lo que este programe de acuerdo a la disponibilidad de los estudios de grabación. Los de cuarto año han practicado allí todos los perfiles: swticher, fotografía, iluminación y sonido en estudio, con mucha disposición y apoyo de parte de la alta dirección del ICRT. Sin embargo, las dificultades reales que tiene nuestra televisión hacen difícil esta experiencia, a la que no renunciamos y aspiramos que crezca.

Sin embargo, esos vínculos con las productoras deben de ser más naturales, menos traumáticos y desgastantes, para poder concretar acciones formativas en esos espacios.

Los estudiantes no solo tropiezan contra las propias limitaciones materiales que tienen esas instituciones, sino también con los prejuicios que prevalecen contra ellos. Hay una discusión generacional que debemos vencer, un diferendo, y no me ciego con mis alumnos. Algunos de ellos llegan a estos espacios creyendo que saben mucho, que tienen la última palabra.

Tenemos un profesor de dirección de cine que dice: ‘ningún graduado de la FAMCA iría a trabajar conmigo como director, tendría que ganárselo. Todos entrarían como asistentes’. Y yo le respondo: ‘estoy de acuerdo, pero tienes que darle la posibilidad de ser asistente de dirección. No puede ocurrir cuando lleve 10 años de graduado. O como ha pasado en algunos casos en el ICRT, donde les exigen un curso de habilitación durante tres meses’. Son asuntos que debemos de limar, que están en el ámbito de las ideas.

El sueño sería que la Facultad tuviera un estudio de televisión, tras 28 años de existencia de la escuela. No entiendo que no lo tenga, igual que carece de un estudio de radio y de sonido. Hay otras facultades en Cuba que no se dedican a formar realizadores audiovisuales y los tienen. Realmente hay una deuda en ese sentido. No pretendemos contar con un estudio de última generación.

¿Podría hacer un dibujo humano y académico del claustro de profesores que componen la FAMCA?

Es un grupo muy heterogéneo, conformado por artistas activos en los medios, en su inmensa mayoría. Muchos de ellos llevan años en la Facultad, con un compromiso en la formación de realizadores, sin el merecido reconocimiento. A veces el salario mensual, el maestro se lo gana en un día en cualquier otra actividad dentro de su profesión. Sin embargo, aprendiendo a enseñar se han hecho mejores artistas y también mejores personas.

Está claro que no están aquí por un salario, sino que tienen una vocación, un compromiso. Predomina una relación con sus alumnos que trasciende por el reconocimiento de sus cualidades como artistas. Cuando el maestro no es respetado profesionalmente y visto como un paradigma, se hace difícil ejercer influencias.

¿Una vez que un estudiante termina un material, cuál es la ruta que sigue su obra en términos de comunicación? ¿Qué rol juega la Facultad en este importante capítulo de los jóvenes creadores?

Además del Festival Imago, estamos pidiéndole al ICAIC un cine de la calle 23 para poner esa retrospectiva de premios de varias ediciones del evento. Por otra parte, hemos logrado en los últimos años que el ICRT incorpore a la parrilla de programación, algunos de los materiales de los muchachos.

Cada vez, son más los graduados de FAMCA que tienen programas en la televisión. O que, aunque no son directores, participan en equipos de realización. Juan Carlos Travieso, Maysel Bello, Boris Luis, Frank Lage y Magda González Grau, entre otros, han incluido en sus proyectos trabajos de la Facultad.

La adaptación de una obra de literatura es un ejercicio de cuarto año que el ICRT también apoya. A veces me parece que tienen criterios muy rígidos, pero los respeto. Son los criterios de la televisión cubana.

El año pasado hubo una tesis muy buena, Wagner y los cabrones, dirigida por Leonardo Blanco y basada en un cuento. El autor asistió a la defensa de la tesis y le dijo al estudiante: ‘tu obra es espectacular, infinitamente mejor que mi cuento’. La televisión la trasmitió dos veces en la programación de verano, pero le quitaron la palabra cabrones, y le pusieron Wagner y los malditos. Entendían que ese término era muy fuerte. Entonces, frente a las habituales películas de los sábados y sus obscenos lenguajes, esto es una paradoja. Por supuesto, le dije al muchacho que debía estar muy feliz de que le hayan puesto dos veces su tesis en la televisión, a pesar del inexplicable cambio en el título.

Creo que el ICAIC debería incluir materiales de la Facultad como parte de su programación en los cines. Los mandamos como paquete a todos los eventos, al festival Almacén de la Imagen (que organiza la Asociación Hermanos Saíz), a la Muestra de Jóvenes Realizadores, al Festival del Cine Pobre, de Gibara y al Festival de documentales Santiago Álvarez in Memorian.

Cuando hemos tenido oportunidad también los hemos enviado a algunos festivales fuera de Cuba, lo cual se nos hace cada vez más difícil al requerirse que los materiales sean subidos a youtube o a una nube. Además, se los hemos ofrecido a los Joven Club para ‘la mochila’, con el fin de que sean socializados. Me han comentado, incluso, de la presencia de trabajos de la Facultad en el famoso paquete.

El gran teórico y cineasta cubano Julio García Espinosa me confesó una vez que su mayor conocimiento sobre cine lo había adquirido a través de los libros y no del audiovisual ¿Son nuestros estudiantes lectores activos?

Hay estudiantes que nos sorprenden por sus conocimientos, por su cultura, que han leído mucho más allá del audiovisual y tienen una formación cultural amplia, diversa. Pero muchos otros se cierran a lo más cercano, al mundo del audiovisual y no leen todo lo que deben. A veces son eruditos en la historia del cine y está claro que eso solo no basta. Pero esa es una responsabilidad de los maestros, que deben exigir mucho más. Los realizadores han de ser personas cultas.

¿Apelando a tu condición de sicóloga, cómo caracterizaría a los estudiantes de esta Facultad?

En general son estudiantes motivados por su profesión, por el camino que han escogido. Son jóvenes inquietos que miran todo el tiempo a su alrededor, a lo que pasa con sus vidas, con su realidad, sus maestros. Son hijos de su tiempo y de nuestra realidad sociopolítica, de las contradicciones y de los conflictos que todos vivimos. No pueden ser diferentes. Hay temas que nos parecen muy cercanos y que ellos ven como muy lejanos. Porque no hemos sabido llegar con suficiente efectividad.

¿Cómo usted compagina su labor de decana con la de jefa de prensa del prestigioso Festival del Nuevo Cine Latinoamericano y, además, profesora de la Facultad de sicología de la Universidad de La Habana?

En primer lugar, trabajo mucho. Mi labor en el Festival de Cine es una herencia y la cumplo con mucho gusto. Era mi responsabilidad mientras fui directora del Centro de Información del ICAIC.

Desde los cuatro años pasaba largas horas en los edificios de esta institución. Incluso, mi mamá todavía trabaja en la Casa del Festival. Muchos de los profesores de la FAMCA me vieron crecer en el ICAIC y eso me ha ayudado. Cuando asumí como decana vi la posibilidad de potenciar a mis alumnos dentro del Festival. Todos son acreditados y así participan en los espacios teóricos. A veces les digo que voy a pasar asistencia. Se dan conferencias muy buenas, clases magistrales, de profesionales a los que no les podríamos pagar jamás para que vinieran a dar una clase en la escuela. Durante esos diez días se suspenden las actividades en la Facultad porque esos momentos son irrepetibles dentro de un proceso docente.

También forman parte del noticiero del Festival, trabajan en los espacios teóricos del tema Industrias que convoca el evento, moderan conferencias de prensa respaldados por los conocimientos que tienen sobre historia del cine y la apreciación cinematográfica.

Mi trabajo no empieza con la apertura del festival, sino dos meses antes. A veces me apeno con los compañeros de la Casa del Festival, porque muchas de las reuniones hay que organizarlas a partir de las cinco de la tarde.

Desde que era alumna ayudante impartía clases en la Facultad de Sicología, de la Universidad de la Habana. Es mi escenario natural. Cuando me gradué me quedé como profesora. Al incorporarme al ICAIC continué impartiendo docencia. Ese vínculo me obliga a mantener un nivel de actualidad en mi profesión. Disfruto de esa relación con los estudiantes de sicología.

¿Qué le ha aportado ser decana de la Facultad de Comunicación Audiovisual?

He aprendido a conocer mucho más sobre los secretos de la realización audiovisual. Eso me satisface. Las personas que sientan que todos los días tienen algo que aprender son más felices. Me ha aportado un mayor conocimiento de mi propio país, al tener estudiantes muy heterogéneos, procedentes de todos los puntos de Cuba. También sobre la complejidad del momento en que vivimos y cómo son nuestros jóvenes.

Usted tiene la excepcional posibilidad de conocer lo que cada año producen los creadores de la FAMCA ¿Desde esa vivencia, cómo será nuestro cine en los próximos años?

Creo que en términos estéticos no va a ser muy diferente y eso me preocupa. El cine no es solo una historia que contar. Para mí es, principalmente, una buena historia que contar: las grandes historias de amor que conmueven al ser humano, que dejan una huella, aquellas que tienen tantísimos siglos son las más importantes. Esas grandes historias sin muchos efectos, sin muchos presupuestos que siguen conmoviendo a todo el mundo. De manera que, lograr un equilibrio entre la tecnología y lo que se quiere contar y dejar como huella, es para mí la principal preocupación. Entonces, hablando del futuro, y lo veo muy inmediato, en términos estéticos y del lenguaje, va hacer muy parecido al que estamos viendo hoy.

Falta espíritu de experimentación. También me pregunto si ese aliento tiene que empezar en la Facultad o mucho antes. En el sistema educacional, en la enseñanza, como resorte cultural que trascienda la memorización de conocimientos.

A los muchachos les falta ver mucho cine. Yo les digo, miren para atrás, muy para atrás. En términos de contenido ellos van a traer a la pantalla muchas maneras de ver nuestra la realidad, de explicarse el pasado, el presente y de abordar el futuro. Estemos abiertos a esa realidad.

La ruta final/Epílogo

Un recorrido por las instalaciones de la FAMCA ancladas en tres grandes casas, todas ellas asentadas en la calle 14 entre 1ra y 3ra, en el barrio de Miramar, fue el epílogo de esta entrevista. Las humedades, las grietas en algunas de sus paredes, las declaradas filtraciones que impiden el aprovechamiento de todos los espacios, son algunos de los signos visibles. Un asunto que amerita ser atendido con celeridad y rigor, pues la cercanía de este centro docente con el mar aceleró los niveles de deterioro de las edificaciones.

Tomado de: http://www.cubarte.cult.cu

*Licenciado en Comunicación Audiovisual (Instituto Superior de Arte). Editor del blog CineReverso. Productor y guionista de cine y televisión. Articulista de la revista cultural La Jiribilla. Colaborador de las publicaciones Cubadebate,Cubarte yCubainformación, esta última de España.

Martianos-Hermes-Cubainformación

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