Por Lorenzo Gonzalo*/Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación.- El gobernador de Florida, Rick Scott, parece un globo flotando en las tibias agua del soleado Estado.


Amigo íntimo del Presidente Donald Trump, presidió un comité de acción política a su favor durante las elecciones presidenciales, lo ha visitado en la Casa Blanca en más de una ocasión y ha degustado algún que otro almuerzo, entre ellos en el campo de golf, propiedad del Presidente, en Bedminster.

No obstante, y a pesar de la íntima relación, Scott parece que se prepara para las elecciones a la senaduría en el año 2018.

Florida tiene, como todos los estados, dos senadores, Marco Rubio, republicano y Bill Nelson, demócrata. Si Rick Scott ganara el escaño ocupado actualmente por el Senador Demócrata Nelson, el Partido Republicano se fortalecería extraordinariamente, compensando en buena medida, la pérdida de la mayoría latina, experimentada en la segunda década del siglo XXI.

En la primera década del siglo, el 37% latino era republicano, 33% demócrata y 28% independiente. En las elecciones del 2016, disminuyó a 26% republicano, 37% demócrata y 35% independiente. Los independientes latinos tienden a inclinarse por los demócratas a la hora del voto.

Por consiguiente, el triunfo de Rick Scott en las elecciones del 2018 representaría un enorme éxito para un Partido que comienza a declinar entre los latinos, quienes tradicionalmente han sido conservadores, impulsados por el primer nutrido grupo de población cubana, llegado a Miami en los primeros cinco años del sesenta. Muchas de esas personas asumieron esa posición como reacción ante el proceso revolucionario cubano. De aquel primer grupo, la mayoría se dejó influenciar por los golpistas, esbirros, ladrones o corruptos, que huyeron aterrados de la Isla ante el triunfo arrollador de la insurrección revolucionaria contra la Dictadura de Fulgencio Batista; otros se pusieron el sayo republicano por el sentimiento de culpabilidad que sentían por haber apoyado la revolución comenzada en 1959; o porque en Cuba habían sido oportunistas, poco dados a trabajar, colocándose en posiciones de gobierno acomodadas o quizás porque fingieron apoyar lo que a penas entendían. Aunque ese conjunto de cubanos ha cambiado poco, la llegada de nuevos inmigrantes procedentes de la Isla, con una visión menos revanchistas y sin otros lamentos que los esgrimidos por inmigrantes de otras nacionalidades, ha enriquecido el ala progresista del Partido Demócrata y el Independiente, al tiempo que se inclinan por políticas que favorecen mejores relaciones con Cuba.

La realidad es que el balance político de los republicanos se ha transformado en este primer cuarto del siglo XXI y Scott busca avenidas para cosechar votos en las elecciones del 2018.

En las últimas semanas hace campaña a favor de los “dreamers” que en español significa “soñadores”. Estos jóvenes son personas indocumentadas, llegadas antes del 2012 cuando no habían cumplido aún los 16 años de edad. Eran menores, que pronto se integraron al sistema educacional y laboral del país, aportando iniciativas, comportamiento y genio a la sociedad estadounidense. Obama, por decreto, decidió que estos muchachos, cuya cifra no sobrepasa el millón, permanecieran en Estados Unidos de América y pudiesen eventualmente obtener la ciudadanía. Donald Trump prometió revocar la decisión, cumpliendo hace unas horas la promesa en un plazo de seis meses, condenando a esos jovenzuelos, muchos de ellos en mayoría de edad, terminando sus estudios universitarios, a ser considerados como el resto de los inmigrantes indocumentados.

Scott se opone a Trump en este tema y hace campaña a favor de la decisión de Obama, no sin antes criticarlo, aduciendo que no debió hacerlo por decreto.

No sabemos cómo el posesivo Presidente, sin la más mínima capacidad para aceptar una contradicción, reaccionará ante el gobernador “amigo”. Pero esto no es nuevo en Rick Scott. Ya con anterioridad, con el afán de ganarse a los cubanos que aún apoyan el Partido Republicano, ha estado enamorándolos con otra política que también contradice el muy particular y personal programa de Trump, el cual consiste en facilitar que los médicos cubanos que piden asilo ante las embajadas estadounidenses, en los respectivos países donde prestan servicio, vengan a Florida. Entre otras cosas, ha alentado públicamente ese programa desestabilizador para el Estado cubano. Los médicos que alcanzan el “sueño americano”, son entonces contratados o usados como fuerza calificada barata en clínicas del Condado Miami-Dade. En alguna de ellas y según comentarios de algunos, Scott tiene intereses económicos. O sea, el gobernador Scott, en materia migratoria, la esencia del discurso racista de Trump. que ha movido y aún mueve a un 30% de sus electores, realiza una campaña que lo contradice, contribuyendo a minar la reducida y militante base que lo apoya.

Son las altas y bajas de la política hipócrita de un gobernador que fue el resultado de las turbulencias electoreras azuzadas por el pequeño, pero poderoso sector económico de cubanos que aún controlan la ciudad.

No pienso que a Donald Trump le agrade mucho la actitud de Scott, porque a la hora de la verdad, al Presidente no le interesan los votos sino el apoyo incondicional, sin importarle su grado de sinceridad o la honestidad del protagonista. No nos olvidemos que para Trump, la presidencia es un simple pasatiempo, una aventurilla más para satisfacer su insaciable ego.

*Lorenzo Gonzalo, periodista cubano residente en EE.UU., Subdirector de Radio Miami.

Enviado por el autor a: Martianos-Hermes-Cubainformación

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