Sheyla Delgado Guerra di Silvestrelli - Cubaliteraria Ediciones.- Se conocen demasiado bien. Ella le sabe cada segundo de su vida, él ha dedicado la mayor parte de su vida —cada segundo— a conocerla y entenderla. A pulsarle los latidos, a cuidarle cada arteria.

Ella sabe sus secretos. Él desnuda las pasiones de ella y se encarga de decirlas con poesía para que no mueran, para que no las destiña el tiempo ni las devore el olvido.

Él, quizás, no sea su primer novio, pero ella ha sido —casi de seguro— el mayor de sus amores.

En ese amor no mellan los años, no pesan las diferencias. Como cuenta tanto el futuro, cuenta también el pasado de ella… un pasado que él desteje y, a la vez, reconstruye en el presente. Un pasado que es inicio y meta.

Él la ha desandado toda: sus curvas, sus orgullos, sus sabores y alegrías, sus olores y miedos. La ha reescrito y memorizado en el pecho. Le conoce los encantos y caprichos, sus amoríos previos; su mejor perfil, cada ángulo y cada nervio.

Ella le ha registrado, de memoria (s), cada resquicio del alma. Le roba el día y, además, el sueño.

Se conocen demasiado y, sin embargo, conserva  ese noviazgo la misma pasión del primer día en que él “tropezó” con la curiosidad de aprenderla; de buscar la historia detrás de cada piedra y volver, la piedra, inquieta. De cuando se planteó, por primera vez, una receta para rejuvenecerla, para hacerla eterna.

Y La Habana, a sus 498 noviembres, le coquetea con la sonrisa de quien sabe corresponder al más Leal de sus hombres; de quien le debe mucho a ese irreversible y auténtico amor de Eusebio. Un romance que se hace balada, una balada que aspira al destiempo.

Publicado en Cubaliteraria

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