Sheyla Delgado Guerra di Silvestrelli - Cubaliteraria Ediciones.- Caterina Morganti, como tantos italianos, también deja ya un pedazo de ella en los adoquines y construcciones de la Habana Vieja. Lo hace desde la investigación, desde la arquitectura. Y regala ahora en la capital cubana ese pedazo de La Habana que se llevara un día a Bologna.


“Agradecida de estar aquí nuevamente”, Morganti acaba de compartir este viernes la pasión que la sumergió en el estudio de las cinco plazas de nuestro Centro Histórico y en la contribución italiana, a partir del patrimonio arquitectónico y cultural.

Su conferencia, la primera que se imparte en el recién restaurado Museo de Arqueología tras su estreno, permitió acercar al público de ambas naciones a los instrumentos y métodos para la catalogación y modelación de locaciones emblemáticas de la séptima villa fundada por los españoles en Cuba. Pero, sobre todo, repasar “la muy fuerte conexión entre La Habana e Italia” a través de la historia otra que revelan las construcciones y el arte. Y ello como parte de la XX Semana de la Cultura Italiana en la nación caribeña.

Graduada en Ingeniería y Arquitectura en la escuela homónima de la universidad boloñesa, la autora de esta investigación no solo consiguió con ella las mejores calificaciones en su tesis de graduación, sino que la ha imbuido a ir por más, con un estudio doctoral que penetra en la historia de la principal urbe de la Mayor de las Antillas. Una historia contada (y modelada) por sus principales plazas.

Morganti se detuvo en la impronta de artistas del país europeo, una huella que sobrevive en sus obras y es responsable de muchos lazos que se alimentaron con los años. Y así se erigió en el recuerdo y en su valor patrimonial, por ejemplo, la Fuente de los Leones, ubicada en la Plaza de San Francisco de Asís. Obra del escultor genovés Giuseppe Gaggini (1791-1867), fue esculpida en mármol blanco de Carrara y traída desde Italia en 1836. Hoy, no solo destaca por su belleza a los ojos de citadinos y turistas, también encarna —mármol adentro— la fuente más simbólica.

También al talento de Gaggini se debe la Fuente de la India, conocida además como de La Noble Habana, y data de un año después a la de los Leones. Ambas fueron encargadas por el Conde de Villanueva.

Se levantaron —en virtualidad cercana— obras que trascienden incluso las plazas, como el Castillo de los Tres Reyes del Morro, cuya construcción le encargara la Corona Española al ingeniero militar italiano Battista Antonelli (1547-1616), motivo que lo trajera a La Habana en 1587.

No faltaron las manos y deleite del pintor nacido en Brescia en 1765, Giuseppe Perovani, quien arribara a costas cubanas en 1802 y por invitación del Obispo de Espada asumiera  la decoración de la Catedral de La Habana con la tríada de frescos La consegna delle chiavi (La colección de llaves), L'ultima Cena (La última cena) y L'Ascensione (La Ascensión), por apenas citar algunas de sus obras en una nación donde además del arte, dejó descendencia.

Y llegó el Aldo Gamba (1881-1944) que creó el monumento a Máximo Gómez y captó la esencia de la noche capitalina con su Danza de las horas o La fuente de las musas, situada al ingreso del cabaret Tropicana. Llegó, asimismo, el Cucchiari que eternizó en una estatua al genovés que descubrió en 1492 estas tierras: Cristóbal Colón.

De ese ensarte necesario de aportes italianos, no podía ausentarse un Angelo Zanelli perceptible en las esculturas que resaltan en las escalinatas del Capitolio Nacional, el mismo que ya en el interior del palacio hizo posible la colosal Estatua de la República, la tercera obra en el interior de un edificio más alta del orbe. Se trata del propio Zanelli, autor del majestuoso Altar de la Patria en Roma.

Fue un italiano también, Giuseppe Neri, el autor del primer monumento dedicado a Martí en Cuba, situado hoy en el Parque Central.

Y aunque no caben todas las evocaciones a tantos nombres necesarios, la conexión habla de dos culturas con una gran fuerza. Dos culturas que se cruzan entre sí para dar excelentes frutos, en nombre del arte.

El estudio de Morganti, que contó con el apoyo de entidades afines en Cuba y especialmente de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, tiene resultados tangibles. La campaña fotográfica enfocada a esos sitios se inserta  en un software para la creación de modelos tridimensionales. Los trabajos de fotomodelación acortan las distancias “en el camino a la catalogación de estos bienes culturales y patrimoniales”.

A propósito, entre las aspiraciones de la egresada de la Università di Bologna sobresale una aplicación para dispositivos portátiles (HabanApp), que sea útil no exclusivamente a arquitectos e ingenieros, sino a la propia Oficina en su agenda de rescate cultural y hasta a un turista, de cualquier geografía, que llegue y ansíe conocer a esta Ciudad Maravilla.

Publicado en Cubaliteraria

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