Por Manuel E. Yepe*/Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación.-  “Contrariamente a lo que creen los venezolanos, el objetivo de Estados Unidos no es derrocar al presidente Maduro sino aplicar en la Cuenca del Caribe la doctrina Rumsfeld-Cebrowski y destruir las  estructuras estatales en los países de la región. Ello exige eliminar a Nicolás Maduro, pero también a Juan Guaidó”.


Así lo ve el francés Thierry Meyssan, presidente fundador de la Red Voltaire radicada en Damasco y brillante especialista en temas del Medio Oriente.

Este esquema ya fue usado en 2011 para hacer aparecer los incidentes internos que tenían lugar en Siria  como una agresión externa perpetrada por un ejército de mercenarios. En el caso de Venezuela, la Organización de Estados Americanos (OEA) – conocida en el mundo como ministerio de colonias yanqui, cuyo secretario general reconoció inmediatamente a Guaidó como presidente– asumió el papel que tuvo la Liga Árabe en el caso de Siria. El papel de los supuestos Amigos de Siria (que en realidad lo eran de Washington) fue desempeñado por el Grupo de Lima, igualmente bajo control de Estados Unidos.

Burhan Ghalioun, un viejo colaborador de la estadounidense NED, hizo el papel de jefe de la oposición en Siria. Pronto fue reemplazado por otro personajillo, a su vez fue sustituido por otro, luego por otro y por otro más, tantas veces que ya nadie recuerda su nombre. Puede pronosticarse que Juan Guaidó será desechado rápidamente de la misma manera.

Pero el esquema sirio de Estados Unidos funcionó sólo en parte en Venezuela. En primer lugar porque Rusia y China se le opusieron en el Consejo de Seguridad de la ONU reiteradamente. En segundo lugar, porque el pueblo sirio apoyó a su gobierno y dio pruebas de excepcional resistencia. Y, finalmente, porque Rusia logró respaldar y equipar a tiempo al Ejército Árabe Sirio en su enfrentamiento a la OTAN y los mercenarios extranjeros.

Se conoce que Washington, a sabiendas de que el Pentágono no podrá seguir utilizando a los yihadistas para debilitar al Estado sirio, se propone poner ahora el caso sirio en manos de su Departamento del Tesoro,  que a su vez hará todo lo posible por impedir la reconstrucción del país y del Estado sirios.

Se pretende que el autoproclamado presidente interino Guaidó pueda encabezar una administración paralela que centre su objetivo en obtener el dinero del petróleo en varios litigios; “resuelva” el diferendo territorial con Guyana; negocie “satisfactoriamente” la cuestión de los refugiados; “coincida” con Washington en todos los asuntos de política exterior y haga encarcelar en Estados Unidos a los dirigentes chavistas venezolanos con diversos pretextos.

A partir de la experiencia de los últimos ocho años en el Medio Oriente, no se puede comparar lo que sucede en Venezuela con lo ocurrido en Chile en 1973.  Estados Unidos trataba entonces de controlar las Américas y cerrar el paso a toda forma de influencia soviética. Quería explotar las riquezas naturales de aquella parte del mundo dejando el menor control posible en manos de gobiernos nacionales… al menor costo dable.

Hoy, contrariamente, Estados Unidos se obstina en considerar unipolar al mundo. No tiene amigos ni enemigos. Según su visión, toda población integrada a la economía globalizada o que viva en un territorio que contenga recursos naturales que Estados Unidos quiera controlar (no necesariamente explotar de inmediato), tales recursos deben estar bajo control compartido del Pentágono de las naciones donde se encuentran. De ahí que, Washington trate de impedir el funcionamiento adecuado de las estructuras estatales de esos países.

“Es posible que Juan Guaidó se crea realmente capaz de resolver la crisis y servir a su país autoproclamándose presidente interino. Pero en realidad sería todo lo contrario porque se crearía una situación semejante a una guerra civil. Él, o sus sucesores, pedirán ayuda a Brasil, Guyana y Colombia, que desplegarán fuerzas “de paz” con apoyo de Israel, Reino Unido y EEUU. Y la violencia continuaría hasta que ciudades enteras estén en ruinas.

“No importa que el gobierno de Venezuela sea bolivariano o liberal, que sus relaciones con Washington sean buenas o no. El objetivo no es lograr un “cambio de régimen” como en Siria, sino debilitar el Estado lo más posible. Ese proceso comenzaría en Venezuela para extenderse de inmediato a otros países de la región -como Nicaragua- hasta que no quede verdadero poder político alguno en el conjunto de esa región”, predice Thierry Meyssen.

Esta situación es muy clara para numerosos árabes cuyos países ya cayeron en esa trampa. Pero, por el momento, no parece verse con suficiente claridad en Latinoamérica, advierte el experto.  “Por supuesto, también es posible que los venezolanos tomen conciencia de la manipulación, dejen de lado sus divisiones y salven a su país”, concluye Meyssen.

*Manuel E. Yepe, periodista cubano especializado en política internacional, profesor asociado del Instituto de Relaciones Internacionales Raúl Roa de La Habana, miembro del Secretariado del Movimiento Cubano por la Paz.

  • Especial para el diario POR ESTO! de Mérida, México.

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