Por Iroel Sánchez Espinosa - Blog "La pupila insomne".- Los últimos diez, doce años, han sido testigos de sucesivos naufragios de augurios muy difundidos sobre Cuba.


El cese de la dirección del Estado por Fidel, su muerte, la asunción del gobierno por una nueva generación que no es la que hizo triunfar la Revolución, las dificultades económicas de Venezuela, han sido motivo para que el main stream mediático pronostique de manera reiterada el fin de la Revolución cubana.

Apoliticismo generalizado, pérdida mayoritaria de valores solidarios, economía subsidiada por el chavismo, son algunas de las cosas que se han dicho y repetido en este último período sobre Cuba para establecer una vez más como pronóstico académico o periodístico los deseos por los que ha trabajado durante sesenta años el gobierno de Estados Unidos.

Los hechos han dicho algo diferente: La salida de Fidel de la jefatura del Estado cubano no significó el colapso de la Revolución y su muerte puso en primer plano a cientos de miles de jóvenes que proclamaban “Yo soy Fidel”, desde abril de 2018 hay en Cuba un gobierno encabezado por alguien nacido después de 1959 cuyo consenso entre el pueblo es cada vez mayor; pese a la agresión estadounidense contra Venezuela y el recrudecimiento del bloqueo a a la Isla, no han retornado -como también se pronosticó el análisis mediático- los apagones masivos y las escaseces del Período Especial que siguió al derrumbe de la URSS; el reciente debate de una nueva Constitución para el socialismo cubano ha revelado un interés y participación  política que deberían ser la envidia de las democracias occidentales, a la vez que el impacto de un tornado que golpeó duramente barrios muy poblados de La Habana ha hecho evidente una gran vocación solidaria en la ciudadanía.

Lo que sucede actualmente en el entorno geográfico cubano no es un logro de la administración Trump. La contraofensiva conservadora en Latinoamérica contó con los errores de la izquierda, con su incapacidad para convertir el gobierno en poder popular, y alterar los poderes fácticos que han sido determinantes para volver al “equilibrio” un sistema donde lo mediático, lo jurídico y lo económico siguen votando todos los días en contra de los intereses de las mayorías, pero cualquier análisis de cómo se ha llegado a la situación actual no puede soslayar el papel de la estrategia de Washington en ello. Comenzada con el golpe al Presidente Zelaya en Honduras, pasando por la guera económica contra Venezuela y la declaración del gobierno de Caracas como “amenaza inusual y extraordinaria” a la Seguridad Nacional estadounidense, la designación de Luis Almagro al frente de la OEA y los procesos de lawfare contra líderes progresistas en la región, ejecutados con jueces, fiscales y periodistas locales pero formados en Estados Unidos, tuvo su génesis y articulación bajo la presidencia de Barack Obama.

Quienes desde Miami dirigen la politica hacia Latinoamérica de la Casa Blanca, Marco Rubio y Mauricio Claver Carone, en marzo de 2012 concertaban en la ultraconservadora Heritage Foundation con la Oficina de Transmisiones a Cuba de Barack Obama, y uno de los impulsores de su nueva política cubana, Carlos Saladrigas, cómo utilizar internet para “descongelar una isla congelada en el tiempo”. Tal vez los resultados de esa concertación los hemos visto en el aluvión de Fake news que ha acompañado la última parte del debate de la reforma constitucional cubana y más cercanamente el impacto del tornado que golpeó la capital cubana el pasado 27 de enero, primer fenómeno cimatológico extraordinario que llega a una Cuba con servicio de internet 3G en los teléfonos móviles.

Luego de lograr recortar los ingresos por la colaboración médica en Brasil con las impopulares decisiones de Jair Bolsonaro, impactar negativamente los viajes de norteamericanos y canadienses por nuevas sanciones o “ataques sónicos” nunca demostrados, disminuir los suministros de petróleo de Caracas a La Habana como efecto de la guerra económica antichavista y desestimular la inversión extranjera directa con la amenaza de la puesta en vigor del capítulo III de la Ley Helms Burton, para los optimistas del “ya viene llegando” es muy fácil suponer en quien no conozca Cuba que un fenómeno natural imprevisible y demoledor generaría una crisis humanitaria con miles de personas en estado de hambre y sed durmiendo a la intemperie, pintando el cuadro ideal para los que, como ha publicado The Wall Street Journal, pretenden “romper los lazos que unen a Venezuela con la Isla y hundir los regímenes en ambos países”, pero una vez más los deseos se adelantaron a la noticia: la tantas veces denostada burocracia cubana logró responder con mayor eficacia que la idealizada gestión del país con más recursos del mundo que vimos actuar en Puerto Rico tras el huracán María y en New Órleans tras el Katrina.

Quedan pocos días para el referendo constitucional del 24 de febrero, ¿alguien duda que en tan corto período la misma maquinaria intentará nuevas “victorias”, en forma de “huelga de hambre”, “crisis migratoria” o “atentado  la libertad de expresión”?¿y alguien duda, además, de que el 25 de febrero estarán tratando de justificar su enésimo fracaso?

(Al Mayadeen)

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