Muchos creen que Guaidó es, o era, presidente de la Asamblea Nacional, pero lo cierto es que él nunca fue elegido para el cargo y los cuatro partidos de oposición que conforman la Mesa de Unidad Democrática de la Asamblea habían decidido establecer una presidencia rotativa.
El turno de Voluntad Popular estaba en camino, pero Leopoldo López, su fundador, estaba bajo arresto domiciliario y su segundo se había refugiado en la embajada chilena. El siguiente en la línea era un sujeto nombrado Juan Andrés Mejía, pero por razones que no son claras, Juan Guaidó fue el escogido.
Antes de hacerlo pasar por campeón de la democracia, lo pusieron al frente de una violenta campaña terrorista que le habilitó para ser seleccionado por especialistas de la CIA y el Departamento de Estado para la tarea que ahora pretende comenzar.
Los periodistas estadounidenses Dan Cohen y Max Blumenthal han reseñado una parte del proceso de construcción de este falso dirigente contrarrevolucionario, no muy diferente de la forma en que Estados Unidos entrena a sus títeres en otros países del mundo.
Apenas unos meses antes de haberlo dado a conocer el 22 de enero, muy pocos venezolanos habían oído hablar del joven de 35 años Juan Guaidó. Era un personaje oscuro, en un grupo marginal de extrema derecha relacionado con actos de violencia callejera. Incluso dentro de su propio partido, Guaidó era una figura trivial en la Asamblea Nacional dominada por una oposición que ahora está en desacato de acuerdo a la Constitución de Venezuela.
Con una sola llamada telefónica, el vicepresidente Mike Pence proclamó a Guaidó presidente de Venezuela. Ungido como líder de su país por Washington, este hasta entonces desconocido de los bajos fondos de la política venezolana fue exaltado en la escena internacional como el líder de la nación con las mayores reservas de petróleo del mundo, por decisión de Estados Unidos.
Haciéndose eco del consenso de Washington, el New York Times saludó a Guaidó como un “rival creíble” de Maduro con un “estilo refrescante y visión suficiente para llevar adelante el país”. El consejo editorial de Bloomberg News lo aplaudió como probable "restaurador de la democracia" y el Wall Street Journal lo proclamó "un nuevo líder democrático". Obedientemente, Israel, Canadá, el bloque derechista latinoamericano de Lima y varias naciones de europeas, acataron el mandato de Washington y reconocieron a Guaidó como el líder legítimo de Venezuela.
Es significativo que Guaidó sea vendido hoy como la cara de la restauración democrática cuando él hizo su carrera política en la facción más violenta del partido más radical de la oposición de Venezuela, posicionándose al frente de cuanta campaña por la desestabilización del gobierno legítimo era proclamada. El partido de Guaidó, Voluntad Popular, está ampliamente desacreditado dentro de Venezuela, donde se le considera responsable de la fragmentación de la oposición y de su debilidad en el escenario político.
Naturalmente, nadie –ni siquiera sus promotores del Norte- espera que Guaidó conduzca al país hacia la democracia, sino al colapso de una nación que durante las dos décadas ha sido baluarte de la resistencia al imperialismo. Su improbable ascenso señalaría la culminación de un proyecto para destruir el popular experimento socialista de Venezuela. Después lo descartarían.
Durante las administraciones estadounidenses de George W. Bush y Barack Obama, Hugo Chávez sobrevivió a numerosos planes de asesinato antes de sucumbir al cáncer en 2013. Nicolás Maduro, su sucesor, ha sobrevivido a tres atentados contra su vida.
Estados Unidos ideó también un complot llamado Operación Constitución para capturar a Maduro en el palacio presidencial de Miraflores; y otro, llamado Operación Armagedón, para asesinarlo en un desfile militar en julio de 2017. Poco más de un año después, intentaron y no lograron matar a Maduro con bombas teledirigidas durante un desfile militar en Caracas.
En diciembre de 2018, Guaidó cruzó a hurtadillas la frontera y se dirigió a Washington, Colombia y Brasil para coordinar el plan de realizar manifestaciones masivas durante la toma de posesión del presidente Maduro. La noche anterior a la ceremonia de toma de posesión de Maduro, tanto el vicepresidente Mike Pence como la canciller canadiense Chrystia Freeland llamaron a Guaidó para afirmar su apoyo.
Una semana después, los senadores Marco Rubio y Rick Scott, junto a representante Mario Díaz-Balart -todos ellos legisladores de la base de Florida del lobby derechista cubano en el exilio- se unieron al presidente Trump y al vicepresidente Pence en la Casa Blanca. A petición de ellos, Donald Trump aceptó que si Guaidó se declaraba presidente, él, cual Dios Todo Poderoso, lo respaldaría.
*Manuel E. Yepe, periodista cubano especializado en política internacional, profesor asociado del Instituto de Relaciones Internacionales Raúl Roa de La Habana, miembro del Secretariado del Movimiento Cubano por la Paz.
- Especial para el diario POR ESTO! de Mérida, México.
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