Por Iroel Sánchez Espinosa - Blog "La pupila insomne".- Este 23 de febrero llovieron las noticias falsas: camiones que cruzaron fronteras de Venezuela sólo en Twitter y “protestas masivas” en La Habana donde dos gritan, nadie corea, varios filman y entre ellos se oye “Viva la Revolución cubana” son solo dos de ellas.


El día D de los enemigos de Cuba y Venezuela primero se volvió d (de duda) y terminó en de (de derrota). Para Cuba, y también para Venezuela, comienza el día V (de Victoria). Por ambas  hoy el pueblo cubano votará aplastantemente por el Sí en el referendo para aprobar la nueva Constitución.

Derrotados sucesivamente en la última etapa de un enfrentamiento que ya dura sesenta años, quienes primero dijeron que al pueblo No le interesaría el debate de la nueva Constitución, luego que No habría transparencia en los resultados de la deliberación, y más tarde que No se tendrían en cuenta los planteamientos del debate en el proyecto, caídos todos los pretextos, dicen ahora que la campaña por el Sí es abrumadora y no da voz al No.

La verdad es que la campaña por el No comenzó hace diez años, cuando creyeron, con la no postulación de Fidel a la jefatura del Estado, llegado el momento para la transición al capitalismo pluripartidista. Un multimillonario de Miami se ofreció a financiar el proceso y el Comandante le respondió tajante “qué barato nos quiere comprar”. Uno de los empleados del multimillonario lo confirmó hace muy poco: “hemos dedicado exactamente 10 años a este empeño”.

Una “Cuba pluripartidista”, la creencia ciega en la democracia representativa -donde la oligarquía cuando no puede ganar da un golpe de estado y los poderes mediáticos y económicos votan diariamente por la minoría que los controla-, la “moderación” de la política exterior para ser aceptados por Washington, el mismo cuyas embajadas están detrás de cada conspiración antidemocrática en América Latina,  y “el culto desmedido a la riqueza” que denunció Martí -lejos del reconocimiento del mercado y la propiedad privada para  la “redistribución cada vez más justa de la riqueza” que proclama la Constitución que hoy votamos-, son su programa, que tuvo la posibilidad de exponerse con libertad absoluta en los debates pero quedó en total minoría, porque en el Partido que convocó y organizó esos debates no hay sectarismo sino unidad. Tal como la definió Fidel:

“unidad significa compartir el combate, los riesgos, los sacrificios, los objetivos, ideas, conceptos y estrategias, a los que se llega mediante debates y análisis. Unidad significa la lucha común contra anexionistas, vendepatrias y corruptos que no tienen nada que ver con un militante revolucionario. A esa unidad en torno a la idea de la independencia y contra el imperio que avanzaba sobre los pueblos de América, es a la que me referí siempre.”

Para el No trabajó Barack Obama, al declarar “amenaza inusual y extraordinaria” a Venezuela, el principal aliado económico de Cuba -que se vio obligado a reducir la mitad de sus envíos de petróleo a La Habana. Para el No trabajaron Rubio y Bolton con Bolsonaro, reduciendo los ingresos cubanos por colaboración médica, y Mike Pompeo anunciando -como espada de Damocles- la reducción a 45 días del plazo para poner en vigor el capítulo III de la Ley Helms-Burton.

Millones y millones -50 cada año es la cifra pública récord desde tiempos de Obama- que superan cualquier presupuesto cubano, invertidos en empapelar la internet que se navega desde la Isla con las dificultades a las que las mismas políticas estadounidenses de bloqueo han contribuido de manera significativa se han invertido en promover el No.

Por el No acaba de empujar el Presidente del país más poderoso del mundo, Donald Trump, cuando ha prometido erradicar el socialismo del hemisferio occidental.

El voto de este 24 de febrero confirmará el triunfo que tuvo ayer la dignidad de América. Porque además del hiperdemocrático proceso que ha gestado la nueva Constitución cubana, es obvio que si a Maduro con 67% del voto popular, y menos abstencionismo que sus objetores Trump, Macri y Piñera, lo intentan sacar del gobierno por todos los medios posibles, los cubanos sabemos qué pasaría si el Sí no gana de modo aplastante. “Al imperialismo ni un voto, ¡nada!”, diría el Che en esta jornada.

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