Francisco Rodríguez - Blog "Paquito el de Cuba" / Cubainformación.- Con su ratificación por una contundente mayoría de la ciudadanía, Cuba consigue la primera Constitución en su historia y una de las pocas en el mundo que respalda de modo explícito los derechos de las personas lesbianas, gais, bisexuales y trans.

La nueva Carta Magna es el resultado de más de una década de activismo ciudadano e institucional por los derechos sexuales de las personas LGBTI, de una progresiva labor política y gubernamental en función de la educación integral de la sexualidad, y de la creciente superación de la homofobia y la transfobia entre la población cubana.

Los contenidos que de modo más directo expresan el carácter gay–friendly del nuevo texto constitucional son:

• Proscribe y sanciona por ley de forma expresa la discriminación por orientación sexual e identidad de género, entre otros motivos (Artículo 42).
• Reconoce a todas las personas el derecho a fundar una familia, y protege a todas las familias, cualquiera que sea su forma de organización (Artículo 81).
• Suprime la anterior definición del matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer, y lo conceptualiza solamente como una institución social y jurídica, y una de las formas de organización de las familias, que se funda en el libre consentimiento y en la igualdad de derechos, obligaciones y capacidad legal de los cónyuges (Artículo 82).

Esta Constitución del 2019, más que una meta, resulta entonces un punto de partida.

Grandes pruebas tendremos que afrontar en lo adelante, en particular el proceso de consulta popular y referendo del proyecto de Código de Familia, que en el plazo de dos años a partir de la vigencia de la Constitución, tendrá que establecer la forma de constituir el matrimonio, entre otros temas que nos atañen muy de cerca a las personas LGBTI.

El convincente éxito del Sí en el referendo constitucional que acabamos de realizar no significa que toda esa gran mayoría de cubanas y cubanos comprenda, respete ni respalde nuestros derechos como personas lesbianas, gais, bisexuales y trans.

Al contrario, la gran lección de la consulta popular y de algunas de las modificaciones que sufrió el proyecto de Constitución, así como su interpretación, fue que todavía hay en nuestra población muchos prejuicios, desconocimiento e incluso posturas recalcitrantes, retrógradas y extremistas.

Tales reparos y resistencias, deliberadas o inconscientes, no excluyen además a individuos o sectores que apoyan a la Revolución en otros ámbitos, y hasta ocupan responsabilidades de dirección en diferentes niveles políticos o gubernamentales del país.

Tampoco la derrota del No en la votación implica que entre la minoría que por una u otra vía mostró su desacuerdo con la nueva Ley de leyes no haya personas sensibles, directamente interesadas o que simpatizan con la defensa de los derechos LGBTI.

Tendremos entonces que impulsar, activar o recomponer alianzas, disculpar agravios, apaciguar hostilidades y rencores, superar desuniones y fortalecer estrategias de trabajo conjunto, entre activistas, organizaciones e instituciones que abogan por la libre orientación sexual e identidad de género.

Es previsible también que en ese camino hacia la concreción de tales garantías constitucionales habrá polémicas, conflictos y disensos, incluyendo encontronazos y rebeldías, cuestionamientos e injusticias; avances, estancamientos y retrocesos, todo lo cual no nos debe desalentar ni amilanar, o disuadirnos de asumir los riesgos que sean necesarios.

Será imprescindible desplegar, pues, toda nuestra inteligencia y responsabilidad, habilidades y capacidad de negociación, madurez y valentía políticas, para que podamos conseguir que esta maravillosa y avanzada crisálida constitucional despliegue sus alas de mariposa multicolor en leyes específicas que reglamenten y garanticen de un modo efectivo nuestros derechos como personas LGBTI.