Por Iroel Sánchez Espinosa - Blog "La pupila insomne".- Uno de los graves problemas con que se encuentran hoy todas las resistencias al capitalismo, enfrentadas al control de los escenarios digitales por sus adversarios, con altísimas capacidades de producción simbólica y de legitimación de su discurso a través de los grandes medios de comunicación, es el  desencuentro entre las organizaciones del campo popular y los portadores de los conocimientos que permitirían aprovechar las posibilidades que ofrecen las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones para la producción y posicionamiento de contenidos en internet. Es un lastre ya histórico que pasa factura en los más recientes acontecimientos políticos de América Latina.


Al control de las principales plataformas por grandes empresas subordinadas a las políticas de Washington, se suma la habitual desarticulación de quienes en ellas expresan mensajes contrahegemónicos, la baja factura de sus producciones, las características socioclasistas que influyen en la intensidad y permanencia que diferencian las posibilidades en el uso y acceso a las redes y la ausencia de estrategias de comunicación que tomen en cuenta las cambiantes características de esos espacios. Por otra parte, la construcción de plataformas tecnológicas propias nunca fue un propósito explícito desde los gobiernos que años atrás, en países como Argentina y Brasil, contaron con los recursos económicos y la masa crítica demográfica para promover alianzas latinoamericanas en este campo al margen del control estadounidense.

En ese contexto, resulta digno de aplaudir lo que acaba de suceder en Caracas con el Congreso Internacional de Comunicación “Ahora hablan los pueblos”, en cumplimiento de uno de los acuerdos del Foro de Sao Paulo efectuado en abril de este año en Venezuela.

Convocar en un mismo espacio a académicos, expertos, comunicadores y activistas digitales llegados de 38 países junto a luchadores sociales venezolanos de base que han enfrentado victoriosamente desde la comunicación desafíos como el colapso inducido del sistema eléctrico nacional, es un aporte de una enorme relevancia del que deberíamos aprender todos los que en distintos escenarios vivimos alguna de las fases de la guerra de cuarta generación que libra el Pentágono por todo el planeta.

El evento, además del aprendizaje mutuo, del intercambio y apropiación de saberes, de la oportunidad de profundizar en cómo la Revolución bolivariana ha podido derrotar en este mismo año, en el campo comunicacional, uno de los esfuerzos más sistemáticos e intensos de desestabilización emprendidos por Estados Unidos en toda la historia, ha arrojado un resultado muy concreto para dar continuidad e institucionalización a su principal aporte: la creación de la Universidad Internacional de la Comunicación, liderada por el destacado intelectual antimperialista Fernando Buen Abad. El estudioso mexicano de la comunicación la definió como una Universidad ” cuyo pensum sería las luchas de todos los pueblos en todos los frentes” porque “no podemos seguir atados a los modelos convencionales, rígidos de educación que tenemos, hay que ensayar una revolución pedagógica dentro de la comunicación, por eso en el dispositivo epistemológico de este proyecto está la idea de crear cátedras, talleres, seminarios, diplomados de corto a mediano plazo, que se puedan realizar en simultáneo, presenciales a distancia”  desde varias ciudades latinoamericanas.

Esta novedosa y revolucionaria institución, cuyo decreto de fundación fue firmado por el Presidente venezolano Nicolás Maduro en la clausura del evento, desde una concepción antidogmática y no elitista estaría dirigida a  dotar a los luchadores sociales y a las organizaciones del campo popular, con las herramientas para la producción y articulación de contenidos efectivos. Echaría a andar en el primer trimestre del año 2020 integrando instituciones latinoamericanas con vocación antimperialista y popular con un modelo que Maduro relacionó con la Escuela Latinoamericana de Medicina creada por Fidel en 1999 para formar médicos al servicio de los pueblos.

En un ensayo publicado recientemente en la revista Casa, Atilio Borón, presente en este Congreso de Caracas, preguntaba “¿se puede recuperar el pensamiento crítico en el enrarecido ámbito de la academia?” y respondía “para que el pensamiento crítico pueda hacer pie en la academia, primero habrá que revolucionar a las universidades. Al menos en la América Latina estas no necesitan una nueva reforma que actualice el programa de Córdoba de 1918 y cancele la contrarreforma neoliberal que tuvo lugar a finales del siglo XX. Lo que necesitan es una revolución.”

“Medios, redes y paredes”, insistía el Presidente venezolano al clausurar el evento, sintetizando un accionar que articula la ocupación de los espacios en los barrios y la calle con la producción de los medios de comunicación tradicionales en poder de la Revolución y la lucha de ideas en internet, y con tan sólo en esa frase asomaba el espíritu con que nace la nueva Universidad, llamada a revolucionar, a romper muros en las sociedades y por supuesto, también dentro de sí misma. (Al Mayadeen)

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