Rosa Miriam Elizalde y Daniel González - Publicado originalmente en Cubadebate.- Dos tercios de los condados de Florida votaron por Donald Trump, como lo hizo buena parte de los estadounidenses de origen latinoamericano, con una participación récord en estas elecciones. En Estados Unidos los mexicanos representan con holgura el mayor porcentaje de votantes hispanos (son casi el 60 % del padrón), un 14 % reúne a los que provienen de Puerto Rico y, en tercer lugar, aparecen los cubanos con un 5 %. ¿Por qué entonces la sobrevaluación de este último grupo?


Nadie duda que la campaña de desinformación de Donald Trump funcionó en la comunidad emigrada de nuestro país, pero en lo que llegan las cifras definitivas de votantes, habría que tomar con pinzas al “voto cubano”. Aquí unos rápidos apuntes al respecto.

1.-No hay cifras definitivas del “voto cubano” o de cualquier otra comunidad. Están en curso los conteos en el país. Según la American Community Survey 2014-2018, los cubanos empadronados en 2016 en Florida eran 697 785. De ellos, 367 233 se declararon a favor del Partido Republicano; 180 227 por el Partido Demócrata, y 150 325 otra afiliación política. Finalmente, hace cuatro años votaron 564 938. Entre 52 y 54% lo hicieron por Trump y entre el 41 y 47% por Clinton. Tanto NBC News como Fox News estimaron una tasa de participación de los cubanos en estas elecciones del 58%, a un nivel similar al de 2016.

2.-El “voto cubano” en Miami-Dade fue mayoritario para el candidato republicano, como en la elección anterior. Sin embargo, esto no impidió que se eligiera una alcaldesa demócrata -la primera mujer en ese cargo en el condado-, a pesar de que el otro aspirante era un cubano y republicano, Steve Bovo, por más señas hijo de un integrante de la fracasada Brigada 2506 que invadió a Cuba en 1961.

3.-Este miércoles The New York Times reconocía que Florida vivió en un clima de desinformación sin precedentes, especialmente en los medios de comunicación en español y en las redes sociales a nivel local. La histeria macartista llegó a tal enajenación que se acusó a Joseph Biden de comunista, socialista y hasta de practicar la brujería, y aún así, el Partido Demócrata ganó el condado de Miami Dade con más de 7 puntos de ventaja frente a su oponente.

4.-El “voto cubano” no es un monolito. Un millón nació en la Isla y al menos otro millón desciende de cubanos, pero ha vivido toda su vida en Florida. Todos se identifican como tales en el censo nacional. En esos dos grupos hay ciudadanos estadounidenses y otros que no lo son, unos hablan solo inglés y otros solo español, se han registrado para votar o no, son republicanos, demócratas o independientes, tienen familia directa en Cuba o no.

5.-Michel Bustamante, académico de la Universidad Internacional de Florida, sostiene que la comunidad cubana es mucho más complicada que como se le ha descrito en medio de la contienda electoral. Habla de una "disonancia cognitiva", notable en las comunidades cubanas de Hialeah y Miami. Muchos envían remesas a sus familiares o viajan regularmente a la isla, pero a la vez expresan apoyo a las sanciones de Trump.

6.-La relación con Cuba no es el tema principal que define el voto de un cubano residente en Estados Unidos y ni siquiera ha estado entre las motivaciones principales para ir a votar. Según datos de la encuesta Latino Decisions, las principales preocupaciones de los hispanos de Florida son la pandemia (52 %), el empleo y la economía (44 %) y los costos de atención médica (28 %). Otros analistas han percibido que, incluso para aquellos más receptivos por la retórica anticubana de la administración, el miedo a la Covid era mayor al odio contra el gobierno de La Habana.

7.-No existe un “voto cubano” único, como tampoco se puede hacer una afirmación similar respecto a ninguna comunidad de inmigrantes en Estados Unidos, sean mayores o menores que la cubana. El surgimiento del término y su permanencia en el tiempo tiene que ver con la política de estado aplicada contra Cuba durante 60 años, que difiere totalmente de cualquier otra articulada hacia el resto de las naciones del mundo. La emigración cubana en Estados Unidos es un subproducto de esa política.

No por gusto Bustamante decía este miércoles en un tuit: “La Casa Blanca ha establecido una alianza de conveniencia con la maquinaria republicana local que una vez se opuso a Trump en las primarias de 2016, pero que desde entonces le ha ayudado a avivar las llamas de los ataques antisocialistas a un nivel despreciable y sin precedentes ”.

8.-No existe un “voto mexicano” a pesar de que está geográficamente concentrado en territorios que un día cambiaron de soberanía. No existe un “voto soviético” o “chino”, a pesar de que la Guerra Fría se tradujo en enorme hostilidad hacia la extinta URSS y hacia China, que originaron respectivos flujos migratorios de esas naciones.

9.-El “voto cubano” está condicionado políticamente. Como todo grupo social significativo, entre los cubanoamericanos hubo un sector que se dedicó a la política local y el resto a sobrevivir. A partir de las elecciones de 1980 se generó una relación de conveniencia entre el Partido Republicano y una élite cubanoamericana que negoció espacio y acceso dentro del sistema de gobierno estadounidense, a cambio de una cuota de los votos. Tanto republicanos como demócratas han cortejado a la comunidad cubana desde entonces, pero solo en Florida.  Un grupo no despreciable de cubanos reside en la zona New Jersey-NY y sin embargo allí no se habla de forma recurrente del tal “voto cubano”.

10.-En muchos estados de EEUU los resultados de la votación se deciden por una cantidad marginal de votos. Cualquier grupo con identidad similar que se exprese a favor de uno u otro candidato en las urnas puede hacer la diferencia, como estamos viendo ahora mismo en la disputa por Georgia o Pensilvania para decidir al próximo presidente de ese país. Los cubanos se han presentado una y otra vez en bloque, para continuar beneficiándose de los fondos federales, como lo hacen los puertorriqueños o los haitianos residentes en la Florida, por ejemplo.

Como han apreciado muchos analistas por estos días, más que reducir la complejidad de este escenario a un estereotipo, habría que valorar en qué medida uno u otro equipo de campaña ha comprendido los cambios que se han operado entre los cubanoamericanos y en qué medida ambos, republicanos o demócratas, apuestan por la posibilidad real de atraer simpatizantes en esa comunidad.

La verdad histórica es que desde 1980 los republicanos invadieron, conquistaron y se establecieron en los medios cubanoamericanos, mientras que los demócratas han hecho intentos furtivos en una plaza que consideran ajena y en la que han renunciado a ejercer presencia permanente.

Parte de la debilidad demócrata es que sus principales dirigentes comparten o conviven con la política de estado de enfrentamiento con Cuba, sea por la vía de las presiones o por el acercamiento “democratizador”. Los demócratas locales del sur de la Florida repiten prácticamente los mismos mensajes de hostilidad contra Cuba que sus congéneres republicanos, posan para ser tan duros como ellos y terminan por desconocer y alienarse de aquellas nuevas generaciones de cubanos que son amplia mayoría y que no aspiran ni necesitan para triunfar de los fondos de los programas asociados al “cambio de régimen”.

En las elecciones que recién concluyen los demócratas vieron poco a poco desaparecer la ventaja que tuvieron inicialmente sobre los republicanos en la Florida. Entre las primeras explicaciones se recurrió a la actuación del supuesto “voto cubano”, cuando en realidad los votos que le faltaron a Biden resultaron de la ausencia de apoyo de otros grupos y minorías.

Demócratas y republicanos pueden optar o no por mantenerse cultivando la ficción sobre el “voto cubano”, pueden seguir financiando o no los programas federales con que los cortejan, pero lo cierto es que una y otra vez habrá una relación conflictiva entre los intereses de política exterior de los Estados Unidos como país y los juegos electorales en un punto de la geografía de ese país.

Al enfocarse en ese minúsculo voto, en términos nacionales, ambos partidos desconocen la posición de amplios sectores de votantes estadounidenses que están favor de una relación lo más normalizada posible con Cuba y que tienen intereses concretos en los negocios, la ciencia, la cultura, las relaciones académicas, salud y otros sectores.

Detrás del inmovilismo de Washington con sus sanciones unilaterales a Cuba por más de 60 años, detrás del poder prestado a la maquinaria de odio de Florida, se mezclan el cálculo y el despotismo, la vieja retórica anticomunista y el fracaso de siempre. Veremos cómo quedan los votos cuando se conozcan los números definitivos -por cierto, el periodista John Kruzel, de The Hill, ha denunciado un número significativo de votos perdidos en el sur del estado. Antes de cacarear tanto por el “voto cubano”, esperemos el final de este tormentoso recuento electoral que ha convertido a Estados Unidos en una república bananera y a Donald Trump en el autócrata más patético de la historia de ese país.

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