Geraldina Colotti - Resumen Latinoamericano / Cubainformación.- El primer título parece una broma: «Estados Unidos eleva al máximo la alerta para viajar a Venezuela». El Departamento de Estado -explica el artículo- aconseja no ir a Venezuela «por el Covid-19, los crímenes, los disturbios, la mala infraestructura de salud, los secuestros y detenciones arbitrarias». Y agrega: «Hay escasez de alimentos, electricidad, agua, medicinas y atención médica en la mayor parte de Venezuela».


El periodista comenta un informe emitido por la embajada de Estados Unidos en Venezuela que, al no estar presente en el país, actúa solo de forma virtual y se preocupa por sus ciudadanos. Al describir esta situación catastrófica que el citado personal virtual, siendo tal, ciertamente no pudo verificar, el autor del artículo aumenta la dosis, presentando una situación apocalíptica de caos y pandemia.

Pero la guinda del pastel viene del pie de foto, que literalmente dice: «En las últimas 24 horas, han muerto 4 personas por Covid-19 en Venezuela, 793 desde el inicio de la pandemia». Con 793 muertos en total y 4 al día, ¿habría una crisis pandémica y una catástrofe en curso? La embajada de un país donde hay más de 123.000 casos al día y casi 10 millones de contagiados, donde la epidemia ya ha cortado más de 234.000 vidas, donde los que no tienen dinero solo pueden morir, se permite escribir bestialidad similar?

Ah, sin embargo, es una embajada «virtual», por tanto autorizada a dictar la ley del mundo al revés, la de las instituciones artificiales y las autoproclamaciones. Esta es la «moda» del momento. Venezuela tiene una de las tasas más bajas entre infectados por Covid-19 y muertes del mundo en relación con su población. Sobre todo, cuenta con una de las tasas de recuperación más altas del mundo. Dos elementos que indican la efectividad de las medidas preventivas y curativas, gracias a un nivel de atención a sectores populares que en EEUU es una quimera.

A nivel internacional nadie, sin embargo, quiere darse cuenta de esto, porque eso obligaría a enfrentar el fracaso del modelo capitalista, definitivamente descubierto en esta pandemia. La situación que surgió durante el escrutinio de los votos tras las elecciones presidenciales en Estados Unidos da la medida del pandemonio que produce este modelo en crisis sistémica: una crisis global que afecta a todos los aspectos, desde el económico hasta las formas de representación.

Estados Unidos muestra «una imagen siniestra de democracia», comentó Russia Today después las declaraciones y acciones de Donald Trump. El magnate, de hecho, acaba de perder la presidencia con la victoria del demócrata Joe Biden, pero no tiene intención de ceder y está dispuesto a desmentir esa «democracia» considerada un criterio a nivel mundial.

Una imagen siniestra que, rascando detrás de la corteza, desnuda los mecanismos de un sistema de élite, que gobierna en nombre de una minoría blanca y supremacista, pero que pretende hacerlo en nombre del «pueblo» y luchar contra los «enemigos del pueblo». Arrogante y grotesco, Trump sigue disparándole a lo grande, sabiendo que está interpretando un signo de los tiempos que corren.

Las posiciones de la emprendedora de 46 años Marjorie Taylor Green, elegida en el congreso en el Estado de Georgia por el partido republicano, resumen los resultados obtenidos por el trumpismo en sacudir los demonios que se agitan en el subsuelo de la psicología colectiva: delirios religiosos, miedos atávicos, paranoia para todos gustos y en todas las salsas.

En el caso de la señora Green, se trata de la secta QAanon, que identifica en los demócratas la quintaesencia de todos los males, comenzando por la pedofilia, y cuyo modelo de «democracia» es el del Ku Klux Klan, a cuyo renacimiento se dedicó Donald Trump. .

Figuras que, declinadas en femenino o masculino, van más allá de las fronteras de Estados Unidos, para aparecer tanto en América Latina -la autoproclamada Janine Añez en Bolivia o Bolsonaro en Brasil- como también en Europa. «La imagen siniestra de la democracia» es la que mejor expresa la crisis abierta de la democracia burguesa, la pérfida mentira inherente a la categoría del «ciudadano» abstracto que sería «igual» ante la ley, y no el resultado de diferencias de clase. Los impedimentos que enfrenta el «ciudadano» pobre, negro o inmigrante, incluso para ejercer el derecho al voto en estados que conservan el legado de segregación racial revivido por Trump, por ejemplo, son innumerables.

El sistema electoral norteamericano, a través del cual la democracia se expresa tan perfecta que hay que exportarla con bombas, está diseñado para excluir al 75% que no tiene los medios para luchar o tomar protagonismo. Con arrogancia y desvergüenza, Trump puede demostrar así que las reglas solo se aplican cuando ganan los fuertes. ¿No es lo mismo con la derecha financiada por él en Venezuela?

Y mientras la democracia participativa y protagónica en Venezuela involucra a multitud de sujetos conscientes hacia la organización de una elección -la parlamentaria de la 6D- en la que saben que pueden decidir, los medios europeos atormentan a los espectadores con interminables comentarios que intentan apasionarlos por un sistema injusto que producirá, como siempre, un simulacro de democracia.

El objetivo es conseguir que los espectadores sigan siéndolo, apasionándose por un fetiche sabiendo que quienes lo imponen están dispuestos a pisotearlo para imponer sus intereses: como intenta hacer ahora Trump, pero como se ha hecho en la vieja Europa también. ignorando la opinión de los ciudadanos cuando, en Grecia o en Italia, señaló con un referéndum un camino diferente a los intereses del gran capital internacional.

Mientras tanto, en Italia, un coro de voces del aparato grita en defensa de la «democracia», llegando a ponerse abiertamente del lado de Biden contra el «populista que gobierna solo con el consentimiento de la minoría», como escribió el New York Times. Lástima que esas mismas voces organizaron una conferencia internacional bipartidista para defender … al autoproclamado «presidente interino» Juan Guaidó, a quien nadie eligió, y que también ha expirado en gran medida como presidente del parlamento en desacato.

Un encuentro ridículo, también por el desliz freudiano de una política de extrema derecha que, en su discurso, expresó la esperanza de que «las milicias paramilitares de Guaidó sean desmanteladas». Pero aún más ridícula fue la acogida del autoproclamado por parte del presidente colombiano Duke, que le rindió honores militares. Dadas las circunstancias, deberían haber sido honores paramilitares.

Un pandemonio en plena pandemia.

La Columna
Geraldina Colotti - Tomado de Resumen Latinoamericano Argentina / Cubainformación...
Geraldina Colotti - Venezuela News / Cubainformación...
Geraldina Colotti - Resumen Latinoamericano / Cubainformación...
Lo último
La Columna
La Revista