Por Hedelberto López Blanch*/Foto Virgilio Ponce - Los ecuatorianos se enfrentan este 7 de febrero a una nueva elección presidencial donde se definen dos tendencias opuestas: la derecha a favor de continuar el rumbo neoliberal y la nacionalista que apuesta por el progreso social en beneficio del pueblo.


El presidente Lenin Moreno dejará un gobierno desgastado que a lo largo de sus cuatro años de mandato se ha caracterizado por enfrentar constantes manifestaciones en reclamo de mejoras laborales, salariales y sociales, beneficios que habían disfrutado los ecuatorianos durante los diez años de  presidencia de Rafael Correa (2007-2017).

Bajo los duros golpes provocados por la pandemia de la Covid-19, a lo que se suma la mala gestión económica-financiera de Moreno y la baja en los precios del petróleo, su principal producto de exportación, el país sufrió en 2020 una caída del 9 % del Producto Interno Bruto (PIB).

En la contienda participarán 16 binomios, pero prácticamente solo dos parecen tener oportunidad de llegar al poder: Andrés Arauz, economista y representante del Correismo por Unión por la Esperanza, y Guillermo Lasso, ex banquero y abanderado de la derecha neoliberal por la alianza Creo-Partido Social Cristiano (PSC). Un tercero con alguna pequeña posibilidad es Yaku Pérez, del movimiento indígena Pachakutik.

Arauz ha tenido que enfrentar desde los primeros momentos enormes dificultades no solo para inscribir su candidatura sino también diversas trabas que le ha impuesto en su camino el gobierno de Moreno junto a los ataques de los grandes medios hegemónicos derechistas del país.

Pese a todas esas artimañas, las encuestas dan como ganador en la primera vuelta, al representante de la Unión por la Esperanza con el 37,61 %, seguido por el de Creo-PSC con 30,18 %, lo que llevaría a una segunda lisa para el mes de abril que posibilitaría a las fuerzas de la derecha tratar de unirse para adelantar a Arauz.

La mayoría de estos binomios integrados por neoliberales, conservadores, autoritarios y populistas, irán contra el representante del correísmo aunque si el pueblo sale a votar masivamente para recuperar los beneficios que obtuvieron durante el gobierno de Correa los cuales han perdido con el régimen neoliberal proestadounidense de Lenin Moreno, las aguas podrán volver a su cauce.

Recordemos que durante los 10 años del gobierno Alianza País de Correa, se invirtieron 85 000 millones de dólares en educación, defensa, salud; salieron de la pobreza 2 000 000 de ecuatorianos; los trabajadores duplicaron sus salarios y los empresarios triplicaron sus ganancias; los campos y ciudades mejoraron y el desarrollo social creció.

A partir de 2007, el crecimiento promedio del PIB fue de 4,5 %, y los aportes a la inversión pública alcanzaron 25 % para combatir la desigualdad y reducir la pobreza.

Se recuperó y fortaleció la soberanía sobre los recursos de la nación y en específico de la rama petrolera, lo cual permitió que el PIB pasara de 46 000 millones de dólares en 2007 a 110 000 millones de dólares en 2016.

Con una inversión en la salud pública de más del 700 %, y en educación del 400 %, se impulsó la gratuidad de esos sectores; creció la asistencia a los ancianos y el apoyo a madres solteras cabezas de familias, mediante el Bono de Desarrollo Humano. El desempleo se ubicó en 4,5 %, la pobreza se redujo al 7 %.

Mientras Moreno, bajo el disfraz de ser un fiel miembro del Partido Alianza País y que trabajaría por el bienestar de su pueblo como lo había hecho su antecesor, cambió tras ganar las elecciones en 2017.

Sus relaciones con Estados Unidos aparecieron de inmediato y se fortalecieron en 2019 con las visitas a Quito de Thomas Shannon, ex subsecretario de Estado para Asuntos Políticos, David Hale, ex viceministro para Asuntos Políticos, Mike Pence, vicepresidente, y Mike Pompeo, secretario de Estado. En febrero de 2020, Moreno viajó a Washington donde fue recibido con todos los honores por Donald Trump con quien firmó varios acuerdos.  

En sus casi cuatro años de desgobierno ha dejado a Ecuador en una crisis económica-social-sanitaria lamentable, unida a una corrupción institucionalizada, con elevados índices de pobreza y desempleo, y una enorme deuda contraída con el Fondo Monetario Internacional.

La fórmula que integran Andrés Arauz y Carlos Rabascall tiene como objetivo “recuperar la democracia, el Estado plurinacional e intercultural, la dignidad, el trabajo, una estructura económica sostenible y la soberanía para caminar hacia la construcción de la sociedad del buen vivir como indica la ruta trazada en la Constitución de la República”.

El binomio Arauz-Rabascall, que ha denunciado reiteradamente que el actual gobierno intenta hacer fraude en las elecciones, tiene previsto un programa con 11 objetivos para, como aseguran, “devolverle al pueblo los logros alcanzados” en los 10 años de correismo mediante un sistema inclusivo y sin recetas neoliberales.

Los pueblos del mundo deberán estar atentos para que si en los comicios de enero o de abril se impone Arauz-Rabascal, el gobierno de Moreno y la OEA dirigida desde Estados Unidos, no vuelvan a caer en el mismo error (por llamarlo de alguna forma) que cometieron contra Evo Morales en Bolivia en las elecciones de noviembre de 2019. Ya no son tiempos de golpes derechistas palaciegos.

 

*Hedelberto López Blanch, periodista, escritor e investigador cubano, especialista en política internacional.

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