Por Arthur González*/Martianos-Hermes-Cubainformación.- Los yanquis acusan y sancionan a otros países bajo el pretexto de la falta de libertad de expresión y pensamiento, pero cuando alguien en los Estados Unidos alza la voz para expresar una posición diferente, que pueda poner en peligro la línea del establishment, hasta ahí llegó su “libertad”, porque de inmediato se toman medidas ejemplarizantes para que jamás vuelva a ocurrir.


Una prueba fehaciente de eso es lo que pasó con la representante republicana por Wyoming, Liz Cheney, quien asumió una posición contraria al ex presidente Donald Trump, al oponerse a sus afirmaciones de que las recientes elecciones presidenciales fueron fraudulentas.

Por creerse que ella podía tener libertad de pensamiento y expresión, la expulsaron del cargo el pasado 12 de mayo, porque allá nadie puede decir lo que realmente piensa, a pesar de la imagen que venden de ser “la nación de las libertades”.

Para que ninguna persona se llame a engaño de cómo actúan quienes se ufanan de ser “campeones de los derechos humanos”, durante el sufragio que llevaron a cabo los representantes republicanos en el Congreso, votaron mayoritariamente y de forma pública, a favor de la propuesta de destituir a la señora Cheney del cargo de presidenta de la Conferencia republicana, considerada la tercera republicana más relevante en la Cámara Baja, sanción indiscutible por pensar diferente y además tener el valor de expresarlo.

Ese paso pone al descubierto que en los Estados Unidos no se perdona a quienes expresan una posición opuesta a los intereses políticos del partido, acción que no conllevará campañas condenatorias en la prensa, por el contrario, es aplaudida por la maquinaria política imperante. Así lo afirmó después de la votación Jim Jordan, representante republicano por Ohio, quien fuera jefe del grupo conservador House Freedom Caucus y fuerte aliado de Trump, al declarar:

“No se puede tener como presidenta de la Conferencia, a alguien que recita los puntos de conversación de los demócratas”.

Esa es una posición mafiosa de los amigos del ex presidente Donald Trump, quien poco antes de la votación dijo que Liz Cheney, promovió guerras innecesarias. Al conocer el resultado agregó:

Ella es una belicista sin personalidad, ni nada bueno que tenga que ver con la política o con nuestro país”

Liz es la hija mayor de Dick Cheney, ex vicepresidente de los Estados Unidos, y en el pasado mes de febrero había sido cuestionada por miembros del partido republicano en el Congreso, pero no obtuvieron el quórum necesario para expulsarla, lo que prueba la fuerte presión que ahora ejerció Trump, para lograr un castigo ejemplarizante que marca un antecedente, pues resulta la primera ocasión, en las últimas décadas, que estando a mitad de su mandato, un líder del partido republicano en el Congreso es destituido por los legisladores de su propio partido.

La venganza contra Liz Cheney viene dada por oponerse abiertamente a Trump y afirmar que trabajaría para que este no volviera nunca más al poder. En sus declaraciones a la prensa ella expresó:

“Hemos visto el peligro que sigue provocando Donald Trump con su lenguaje, hemos visto su falta de compromiso y dedicación a la Constitución, y creo que es muy importante que nos aseguremos de que el elegido sea alguien fiel a la Constitución”.

Si alguien aún tiene dudas de la falta de libertad de pensamiento y expresión que perdura en los Estados Unidos, solo tiene que tener el valor de decir que está en contra de la guerra económica, comercial y financiera que se ejecuta por 60 años contra el pueblo de Cuba y la desarrollada contra Venezuela, para ver las consecuencias que les traerán.

De inmediato será acusado de comunista y estigmatizado, porque en ese país, quien piense diferente está condenado de por vida, aunque ellos acusen a otros sin mirarse hacia dentro.

Ya lo dijo José Martí: “Pensar es servir”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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