Wilkie Delgado Correa* - Cubainformación.- Al mismo momento en que destruimos el pasado, tenemos que construir el porvenir. (Fidel)

Con el arribo de un nuevo aniversario del triunfo de la Revolución Cubana llega ineluctablemente el recuerdo de la celebración inicial y las celebraciones sucesivas hasta hoy de esta efeméride. Así que en esta ocasión rememoro aquel momento del primer aniversario en 1960 en que desde la tribuna del Ayuntamiento de la Ciudad Primada de Baracoa me dieron la palabra para dirigirme al pueblo baracoense reunido al frente en la calle y el parque aledaños. Estas palabras fueron:


Compañeros de mi pueblo: Celebramos hoy, primero de Enero, el primer aniversario de la fiesta de liberación de un pueblo. Liberación de un pueblo, porque aquel día terminó la noche de agonía y crimen, para dar paso al esplendoroso día de la esperanza y la fe. Porque se puso fin a la tiranía sobre un pueblo encadenado durante siete años, pero que jamás en la historia ha soportado las cadenas por muchos años. Porque este pueblo padeció dolores, sufrimientos, agonías, martirios, sacrificios y muertes durante su jornada liberadora, pero demostró también su arraigada fe en la consecución de sus altos ideales, y supo renacer mil veces para convertir en realidad tangible los ideales de su causa.

Como señalara Fidel en Santiago de Cuba aquel primero de enero de  1959: “La Revolución empieza ahora, la Revolución no será una tarea fácil, la Revolución será una empresa dura y llena de peligros, sobre todo, en esta etapa inicial, y en qué mejor lugar para establecer el Gobierno de la República que en esta fortaleza de la Revolución; para que se sepa que este va a ser un gobierno sólidamente respaldado por el pueblo en la ciudad heroica.”

Así que concordando con las ideas de Fidel, legítimo fue nuestro júbilo aquel inolvidable 1ro. de Enero de 1959, cuando comprendimos que llegaba a su fin la etapa sombría y sangrienta que un diez de marzo inaugurara la figura funesta de un dictador.

Y, simultáneamente con el triunfo, se cerraba un capítulo grandioso y epopéyico, con dimensión universal, de la historia de este pequeño y grande pueblo cubano. Pequeño por su dimensión geográfica, pero grande por la dimensión histórica de sus acontecimientos libertarios.

Terminaba la primera etapa de la Revolución, la insurrección armada, grávida de sacrificios y heroicidades, para comenzar en la tierra de Martí la obra constructiva y creadora de la verdadera Revolución. Para iniciar la obra grande de la Revolución, por la que generaciones de cubanos dignos y valientes soñaron y dieron sus vidas, sin que pudieran o lograran que sus sueños, ansias, anhelos y esfuerzos, cuajaran en realidad. La obra grande de la Revolución, que nació y cobró cuerpo sin manchas, que surgió limpia y se mantendrá limpia, a través de toda su ejecutoria. La obra grande de la Revolución que millones de compatriotas nuestros, hombres humildes, sencillos y buenos, que hasta entonces sólo sufrieron humillaciones y menosprecio, que hasta entonces sólo recibieron hambre y miseria, que hasta entonces sólo fueron objeto de las crueles y canallescas injusticias; esos millones de compatriotas nuestros, esperaban desde hacía mucho tiempo la Revolución que les aliviara tantos sufrimientos, que extirpara los males que les venían estragando su cuerpo social, que castigara tantas injusticias y que no detuviera su obra hasta tanto quedara una sola injusticia por reparar en nuestra Patria. La  obra grande de la Revolución que no triunfó mediatizada ni comprometida con intereses nacionales o extranjeros, porque tuvo como divisa la lealtad sincera al compromiso con su pueblo y su patria. Porque tenía como razón principal la satisfacción de las aspiraciones del pueblo y de la patria, y no aspiraciones de individuos, grupos o sectores.  

Arribamos al primer aniversario del triunfo de la Revolución con un júbilo inmenso, permeado su ánimo y sentimiento, con una renovada fe en los destinos futuros de la patria; con la satisfacción y el orgullo de haber desempeñado, con dignidad y honor, el rol histórico que se impuso cumplir en el escenario americano; con la firme convicción de que esta vez sí llegaremos hasta el final del camino, de que esta vez no habrán frustraciones ni caídas, de que esta vez las piernas de sus hombres están fuertes para recorrer el camino largo de la victoria definitiva, salvando cuantos escollos y obstáculos y lágrimas se interpongan en el paso hacia su progreso y felicidad.

Hoy Cuba muestra la obra gigantesca y colosal que durante un año se estuvo forjando con esfuerzos titánicos, con sacrificio y desinterés. Es la obra hermosa que los cubanos estamos haciendo con dedicación y cariño para bien y disfrute de las generaciones presentes y futuras.

Enternece y admira contemplar a los hombres honrados y sencillos trabajando, día tras día, en la edificación de una nación ideal donde todos sus hijos gocen pareja e igualitariamente de sus tesoros materiales y espirituales, donde no se les niegue la libertad ni el pan a sus hijos.

Ingratos y malvados, canallas y torpes, tienen que ser los que no quieren ver ni comprender que la obra que se realiza pertenece a todos los hombres que se cobijan bajo el cielo de Cuba, que es para que disfruten todos una vida más decente y mejor, que aspira a librar a los hombres de la esclavitud de la miseria, el hambre y el desamparo, para hacerlos completa y verdaderamente libres, e incorporarlos a la vida y al destino de su pueblo.

Ni odios ni revanchismos lleva en su lucha la Revolución. Lo ha demostrado a través de sus años de existencia, incluyendo su etapa insurreccional. Por el contrario, sus actos han estado normados por la generosidad, el amor y la magnanimidad, cualidades éstas que nunca deben confundirse con ablandamientos, flojeras o  temores.

La Revolución Cubana es decidida y firme. Los peligros y las dificultades los afronta como algo inherente, natural al desarrollo de todas las causas justas y nobles, que siempre han tenido enemigos, tanto más furibundos, cuanto más justas han sido.

 La Revolución ha logrado calar muy hondo en el sentimiento del pueblo, ha enseñado su mensaje y ha mostrado su obra. Y todo ello es razón poderosa para que cada cubano digno y honrado sea un defensor y un soldado de la causa revolucionaria. Porque no es posible que este pueblo deje perder la cosecha que fue regada con la sangre generosa de miles de cubanos caídos. Porque no es posible que este pueblo se deje arrebatar los frutos obtenidos a cambio de vidas de mártires como Frank País, José Antonio Echeverría y los baracoenses Rodney Coutín y Rubert López, y de tantos muertos gloriosos.

Para defender a Cuba están los hombres que son leales a los caídos en la lucha. Y hoy como ayer, decimos que enterrados están esos compañeros caídos, más no están muertos, porque viven realmente enterrados en el corazón de los continuadores de la obra y están profundamente sembrados en la conciencia del pueblo; ausentes están de la batalla de hoy, más seguirán siendo los eternos centinelas de la sagrada causa de la patria; no veremos su presencia real, día tras día, más estarán presentes espiritualmente para instarnos a la lucha y al sacrificio, para pedirnos que llevemos a este pueblo hasta el final del camino, hasta la salvación y la felicidad. LIBERTAD O MUERTE

El 11 de enero de ese año de 1960 el Comandante en Jefe Fidel Castro entregó al Ministerio de Educación el edificio de la quinta estación de la policía en La Habana, y en el discurso hubo de exponer y narrar el contexto político y social de aquel primer aniversario. Resultan elocuentes sus planteamientos:

“Ha comenzado el segundo año de gobierno revolucionario.  Yo no he visto que la alegría, que la fe haya disminuido en nuestro pueblo; más bien observo que el pueblo está todavía más alegre y más lleno de entusiasmo que hace un año (…). Pero a pesar de todo, a pesar de las traiciones, a pesar del oro mercenario de los criminales de guerra, a pesar del oro mercenario de los grandes intereses y monopolios que están contra nuestro pueblo, a pesar de todos sus esfuerzos, ya se ven los primeros frutos de nuestra Revolución, nuestra Revolución marcha adelante, y su obra revolucionaria se palpa por doquier. ¿Y cómo se ha logrado?  Se ha logrado solo con el apoyo del pueblo, se ha logrado solo con el pueblo, con el respaldo del pueblo, que es nuestra única fuerza.  Por eso, por eso tratan de confundir al pueblo.  Tratan de confundir al pueblo por todos los medios posibles, porque saben que la fuerza de la Revolución, saben que la fuerza de la Revolución, está en el pueblo.”

Así que en este primero de enero de 2022 nos alegramos porque la Revolución sigue celebrando su triunfo. Y es que nació de la lucha del pueblo cubano y se ha mantenido incólume frente a los pusilánimes reaccionarios internos y a los colosos enemigos externos, porque ha sido fiel a los principios y a la obra prometida y realizada. Y también a su líder máximo Fidel Castro: el hombre del combate y la virtud.

 

 

*Doctor en Ciencias Médicas, Doctor Honoris Causa, Profesor Titular, Consultante y Profesor de Mérito de la Universidad de Ciencias Médicas de Santiago de Cuba.

 

 

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