Por Arthur González*/Martianos-Hermes-Cubainformación.- Hace 30 años, el 9 de enero de 1992, siete elementos contrarrevolucionarios cubanos asesinaron brutalmente a cuatro personas que trabajaban en la base náutica de la playa Tarará, al Este de la Habana, para robarse una embarcación y llegar ilegalmente a la Florida, donde acogen a los que abandonaban la Isla bajo el pretexto de “huir del comunismo”.


Los contrarrevolucionarios sorprendieron a los trabajadores y los amarraron, para posteriormente ultimarlos a balazos.

Este hecho monstruoso que causó indignación en el pueblo cubano, es parte de la línea de acción de los elementos que, desde 1959 Estados Unidos organizó para derrocar a la Revolución cubana, odiada por los yanquis al no arrodillarse ante sus órdenes, acostumbrados a impartirlas desde 1902.

 

El 2 de febrero de 1959, a solo un mes del triunfo, las autoridades cubanas detuvieron al ciudadano estadounidense Allen Mayer, después de aterrizar su avioneta en Cuba, con el objetivo de asesinar a Fidel Castro.

El 13 de agosto del mismo año, tropas del ejército cubano detienen y malogran la intervención armada que los yanquis, con el apoyo del dictador dominicano Leónidas Trujillo, pretendían llevar a cabo por la ciudad de Trinidad, para alcanzar el macizo montañoso de la región central de Cuba.

El 21 de octubre Pedro Díaz Lanz, ex jefe de la Fuerza Aérea cubana, viola el espacio aéreo de Cuba y tirotea las calles de La Habana, dejando un saldo de 45 civiles heridos, hecho que admitió al ser interrogado por agentes del FBI. Estados Unidos no lo sancionó por ese acto terrorista y además se negó a extraditarlo a la Isla.

El 4 de marzo de 1960, una acción encubierta de la CIA hizo explotar en la bahía de La Habana al buque francés La Coubre”, cargado de municiones y granadas. Como resultado murieron 101 personas, más de 200 heridos y un número no precisado de desaparecidos, primer acto terrorista de gran magnitud sufrido por el pueblo cubano.

Bombas y artefactos explosivos colocados por elementos contrarrevolucionarios al servicio de la CIA, en centros comerciales, escuelas, teatros y cines, dejaron un saldo elevado de víctimas inocentes. Muchos de sus actores residen libremente en Florida.

El vil asesinato de maestros voluntarios y alfabetizadores fueron sufridos por madres y padres cubanos, al ver como sus hijos casi niños, eran torturados salvajemente antes de ser asesinados, entre ellos Conrado Benítez y Manuel Ascunce, ambos menores de 18 años de edad. Igualmente fueron asesinados campesinos inocentes, incluidos varios niños.

Organizaciones contrarrevolucionarias creadas en Estados Unidos, entre estas el MRR, dirigida por el asesino Orlando Bosch, Alpha-66, Comando L y otras, bombardearon campos agrícolas cubanos, tirotearon barcos pesqueros y mercantes, poblados costeros, colocaron bombas en embajadas, consulados y oficinas comerciales cubanas en el exterior, dejando muertos y heridos civiles con total impunidad, al gozar del respaldo del gobierno yanqui.

 

Uno de los crímenes más horrendos fue la explosión en pleno vuelo de un avión civil cubano, donde viajaban deportistas cubanos, resultando muertos 73 personas. Sus autores fueron acogidos en Miami sin ser juzgados.

La colocación de bombas en hoteles de La Habana y restaurantes, en 1997, es una prueba fehaciente del componente criminal de la contrarrevolución fomentada y financiada por el gobierno de Estados Unidos, situación que no ha cambiado en nada y se constata en las declaraciones de varios elementos que desde Miami y mediante el empleo de las redes sociales, incitan a la violencia y hasta matar, unido a la exigencia de invasiones militares del ejército norteamericano.

La impunidad con la que actúan es una prueba irrefutable del respaldo que tienen por parte de las autoridades estadounidenses, esas que se toman el derecho de incluir a Cuba en una espuria e ilegal lista de supuestos países que patrocinan el terrorismo, cuando el mundo sabe que son precisamente los yanquis quienes financian y estimulan las acciones terroristas, acumulando una larga lista de hechos en más de dos siglos.

Certero José Martí cuando apuntó:

“Una moda igualmente dañina es presentar como la casa de las maravillas y la flor del mundo a Estados Unidos, que no lo son para quien sabe ver”.

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