Por Lazaro Fariñas*/Foto Virgilio Ponce -Martianos.- Yo creo que para referirse al sistema político, económico y social imperante en Cuba, hace rato que no debía de seguir llamándosele la Revolución Cubana. A mi modo de entender, la Revolución llegó después del triunfo insurreccional en contra de la dictadura de Fulgencio Batista y revolucionó toda la sociedad que en aquel momento existía en la isla. Sus dirigentes cambiaron todo lo que ellos creían que debía ser cambiado e implantaron un nuevo sistema. Al pasar los años, a mediado de los setenta del siglo pasado, institucionalizaron todos aquellos cambios y un sistema nuevo comenzó a regir en aquella sociedad. Creo que hasta ahí llegó la Revolución Cubana, en lo adelante comenzó a funcionar la nueva sociedad con su nuevo sistema socialista.


No creo en la revolución permanente, creo que se da una revolución que lo revoluciona todo  y que crea una nueva sociedad con un nuevo sistema y creo que  se puede hacer cualquier cambio a ese nuevo sistema para perfeccionarlo, para hacerlo más dinámico, más moderno y funcional, pero esos cambios, a mi manera de ver, son reformas al sistema imperante y no una revolución, ya que si esos cambios son tan drásticos que llegan a transformar toda la sociedad existente, ya dejarían de ser reformas al sistema, para convertirse en cambios contra el sistema, es decir, una revolución, y una revolución se sabe cuándo empieza, pero no cuándo termina.

Tengo que afirmar que no estuve de acuerdo con una revolución tan radical y tan profunda como la que se llevó a cabo en Cuba a partir de enero del 59, pero también tengo que decir que ahora tampoco estoy de acuerdo con que se le dé un vuelco completo a la sociedad existente y se lleve a cabo una nueva revolución como algunos desean.

Indiscutiblemente, Cuba necesita hacerle cambios a su sistema socialista y creo que se están llevando a cabo. El gobierno cubano está consciente de los problemas existentes y considero que los está tratando de resolver a su paso, sin tomar medidas extremas.  Sin embargo, existen personas, muchas de buena fe, otras no tanto, que critican esos cambios y los tildan de lentos y superficiales y piden una radicalización de ese proceso.

¿Qué quieren esas personas?  ¿Quieren una nueva  revolución que acabe con el sistema que implantó la revolución del 59? ¿Tan malo es el sistema cubano que hay que cambiarlo todo por uno completamente nuevo? Bueno, los enemigos del gobierno cubano lo creen así, creen que hay que barrer con todo lo existente, transformar radicalmente la sociedad cubana para implantar un sistema parecido a aquel que fue exterminado con el triunfo revolucionario del 59.  Creo que son muy pocos dentro del pueblo cubano  los que puedan estar de acuerdo con este criterio, pero cuando se crea una hendidura profunda en las paredes de una presa no hay forma de contener la fuerza del agua.

En el caso de Cuba, es mucho lo que está en juego.  Las prebendas que goza la población cubana en materia de salud y educación a la larga desaparecerían, la soberanía y la independencia de la nación cubana se irían a bolina.

No hay que ser iluso y pensar que haciendo lo que algunos pretenden no se va a crear una avalancha que barrería con todo lo que huela al sistema existente y si hay dudas de eso, ahí estarían los halcones de Washington y las aura tiñosas de Miami y Madrid para que no se les olvide.

El gobierno cubano, que ha estado acosado durante décadas por la primera potencia mundial, tiene, por lo tanto, que tener sumo cuidado con los pasos que da en su camino a las reformas del sistema si no quiere que estos se le vayan de la mano y desemboquen en una revolución tan profunda como la que le dio vida a mediado de los setenta.

Me parece que mis opiniones están de más, porque estoy seguro que los dirigentes cubanos están muy conscientes de lo que afirmo, pero bueno, no está demás decirlo ahora que algunos, ante los problemas que está enfrentado la sociedad cubana, quieren que los pasos que se están dando sean más profundos y más rápidos. Como se dice, es mejor prevenir, que tener que lamentar.

*Lazaro Fariñas, periodista cubano, residente en EEUU.

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