Han transcurrido 64 años del triunfo de la Revolución cubana, que Estados Unidos no pudo impedir, y el odio que sienten no se acaba, se multiplica cada vez más, con el marcado deseo de derrocar el proceso socialista, algo que no han podido lograr.


El asunto no se inició a partir de la nacionalización y confiscación de las propiedades de empresas estadounidenses, como quieren hacer ver desde Washington para justificar su criminal guerra económica, comercial y financiera, la más larga en la historia humana.

La verdad está recogida en los propios documentos del régimen yanqui, donde se demuestra que el odio hacia la Revolución comenzó antes del triunfo de enero de 1959, demostrado en las palabras del director de la CIA, Allen Dulles, durante la reunión del Consejo de Seguridad Nacional celebrada el 23 de diciembre de 1958, cuando expresó:

“Es necesario evitar la victoria de Fidel Castro”. Y agregaba el presidente Dwight Eisenhower:

“Tengo la esperanza de lograr una tercera fuerza que crezca en fortaleza e influencia, si se organiza alrededor de un hombre capaz, equipado con armamentos y financiamiento”.

Una victoria de Fidel no era la mejor opción para los intereses yanquis, después de conocer sus posiciones nacionalistas expuestas durante el juicio por el asalto al Cuartel Moncada, en 1953.

Esto prueba que el odio hacia Cuba comenzó mucho antes y crece con cada revés que sufre la política criminal y subversiva diseñada por Estados Unidos.

Según datos desclasificados, en los años 50 del siglo XX, la Estación de la CIA y el FBI en Cuba, ya utilizaban agentes encubiertos bajo la fachada de comerciantes, sumado a los oficiales designados como “diplomáticos” en la embajada y el consulado en la ciudad de Santiago de Cuba, quienes desde enero de 1959 incrementaron su trabajo para socavar a la Revolución, mediante la organización de redes de agentes que buscaban información para facilitar los planes de hacer fracasar los programas revolucionarios.

El gobierno cubano no tuvo alternativas para defenderse y ante cada acción yanqui se vio obligado a tomar medidas de respuesta, entre ellas la nacionalización y expropiación de sus propiedades.

Los cubanos que abandonaron el país y dejaron atrás sus bienes, incluidas industrias y centros de servicio, los perdieron. Quienes permanecieron en Cuba recibieron la indemnización correspondiente y ahí están los documentos que lo avalan.    

Sin embargo, desde Miami, aquellos que viven del cuento del “exilio”, que les permitió enriquecerse y hasta hacer carreras políticas, no cesan de destilar su odio enfermizo que corroe hasta la política exterior de Estados Unidos.

Ejemplo de ello es el recién proyecto de ley sobre marcas nacionalizadas en Cuba, presentado el 9 de marzo 2023 por un grupo de legisladores, denominado «No Stolen Trademarks Honored in America», que procura prohibir a los tribunales yanquis, validar cualquier derecho sobre negocios o activos que fueron nacionalizados por el Gobierno revolucionario, con el objetivo de evitar que Cuba pueda vender en un futuro, sus productos en el mercado norteamericano.

Dicho proyecto es promovido por congresistas miembros de la mafia anticubana y como es habitual en esas acciones contra Cuba, está encabezado por el corrupto senador Bob Menéndez, presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado y Marco Rubio, miembro del Subcomité de Relaciones Exteriores del Senado para el hemisferio occidental, quienes constantemente chantajean al presidente Joe Biden, para evitar que mejore las relaciones con La Habana.

Para esos mafiosos, que no soportan la victoria de Cuba ante los 64 años de agresiones yanquis, cualquier confiscación o incautación de activos por parte del régimen cubano, es y será siempre un “acto criminal” que no debe ser recompensado por el Gobierno de los Estados Unidos”.

De ser aprobada esa ley, “prohibiría el uso de las marcas comerciales, cuando quien las utilice haya conocido en el momento de adquirirlas, que el nombre de las mismas es igual o similar al de las que fueron confiscadas por el Gobierno revolucionario cubano”.

Una de las marcas que más persiguen es la de los rones cubanos, principalmente el afamado Habana Club, porque detrás está el consorcio Bacardí, debido a que ese ron es muy superior al de ellos, al alcanzar desde hace años altos niveles de venta en el mundo.

Es conocido que la compañía Bacardí sufraga planes subversivos contra Cuba desde la creación de la Fundación Nacional Cubano Americana, que presidió el terrorista Jorge Más Canosa, y aporta sumas millonarias a las campañas electorales de esos senadores y otros, incluidos varios representantes que hacen carrera gracias al dinero que reciben de dicha compañía.

Cuba Ron, con su socio el grupo francés Pernod Ricard, logró registrar en Estados Unidos la marca Havana Club, que lleva el nombre de una marca nacionalizada en la Isla, pero que su registro original estaba vencido y por tanto, no era legalmente propiedad de sus antiguos dueños, situación que ocultan los enemigos de la Revolución, pero sí reconocido por los tribunales estadounidenses al fallar a favor de Cuba, en abril del año 2022, en sentencia firme ante demanda impuesta por la compañía Bacardí, que expresa: “La marca Havana Club, es una propiedad totalmente cubana”.

La verdadera historia que manipulan desde Estados Unidos, es que en 1960 el gobierno cubano confiscó legalmente la marca Havana Club, junto con otros activos de la empresa de José Arechabala S.A., grupo productor de bebidas alcohólicas y azúcar. En esa fecha Arechabala ya no vendía esa marca y había dejado de pagar su registro.

Ante el incremento de las ventas cubanas del ron Habana Club y la fama alcanzada a nivel mundial, Bacardí oportunistamente compró en 1995 la marca que fuera de José Arechabala, aprovechándose de que, por las leyes del bloqueo impuestas desde 1962 por Estados Unidos contra Cuba, no se podía comercializar ningún producto cubano en ese mercado.

Bacardí inició las ventas de un ron producido fuera de Cuba, bajo la marca Habana Club, engañando a los compradores que suponían era un producto netamente cubano.

Sin embargo, la marca del ron Bacardí sí estaba vigente cuando sus propietarios abandonaron la Isla después de 1959 y por eso, aunque la fábrica en Santiago de Cuba fue expropiada, Cuba no continuó utilizándola.

Su odio hacia Cuba no tiene fin, porque como afirma el plan de Acciones Encubiertas de la CIA, aprobado en marzo de 1960: “El objetivo es provocar la sustitución del régimen de Castro por uno que sea más aceptable para Estados Unidos”.

Exacto fue José Martí al decir:

“El odio no construye”.

 

 

La Columna es un espacio libre de opinión personal de autoras y autores amigos de Cuba, que no representa necesariamente la línea editorial de Cubainformación.

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