Paco Azanza Telletxiki - Cubainformación - Baraguá.- Conocí la existencia de Iroel Sánchez hace ya muchos años, cuando él era presidente del Instituto Cubano del Libro y publicaba artículos en medios en los que yo también lo hacía (ahora compartíamos columna en Cubainformación con otros/as compañeros/as).
Buen conocedor de lo que sucede en el mundo y en nuestra querida Cuba revolucionaria, sus escritos (he leído muchos a lo largo de tanto tiempo) siempre fueron fuente de conocimiento y rebeldía contra la hegemonía capitalista y su fase superior: el imperialismo que tanto daño causa a los pueblos del mundo.
Un día de noviembre del pasado año me comuniqué con él. Propuse hacerle una entrevista para insurgente.org. Aceptó de inmediato, pero me pidió que le dejara unas semanas, porque acababa de salir del hospital, estaba convaleciente de una operación y tenía bastante trabajo acumulado. Por supuesto, me pareció lógica la petición. Además, por mi parte no había prisa alguna.
Desconocía el alcance real de su estado de salud. Dejé pasar el tiempo. En febrero del presente año le recordé lo que acordamos; me dijo, sin titubeos, que le enviara las preguntas. A los tres días las tenía de vuelta y contestadas. La entrevista fue publicada el 14 de ese mismo mes.
Si cuento esto es porque quiero subrayar cómo, aún en condiciones tan adversas, demostró con su actitud que era una persona de palabra, que cumplía con sus compromisos contraídos por pequeños que estos fueran.
Posteriormente, nos comunicamos en alguna ocasión. La última vez que lo hicimos fue un día después de las Elecciones Nacionales del pasado 26 de marzo. El porcentaje de participación había sido muy importante, luego de una campaña bestial de la contrarrevolución que pedía (con mentiras, como siempre) la abstención en un momento tan complicado para la Revolución.
De manera breve, le felicité por el triunfo revolucionario y extendí la felicitación a todo el pueblo. Su respuesta también fue breve, además de entrañable e intensa: “Gracias, hermano. Fuerte abrazo”.
Hoy, desaparecido físicamente, sólo físicamente, me quedo con su abrazo. ¡Hasta la Victoria Siempre!
(Baraguá)
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