Raúl Escalona Abella - La Tizza.- La Revolución, entre otras cosas, es un cúmulo de posibles. El pasado de hoy no es igual al de ayer, ni será similar al de mañana. La memoria es una proyección creada en el presente que se alarga en dos direcciones: la Historia y la Utopía. Es imposible saber si el presente vivido será el pasado de una obra revolucionaria.


¿Cómo hacer avanzar esa posibilidad, esa potencialidad, a veces necesaria, hacia su realización? Para las revoluciones, un camino de posibles es siempre un camino de esperanzas y convencimientos. Para las revolucionarias y revolucionarios militar es buscar incansablemente la realización de los posibles.

Abandonar el empeño una vez iniciado no solo sería un retroceso colosal del campo revolucionario, sino que condenaría ante la Historia a quienes, por celo excesivo, miedo a la transformación revolucionaria o por no entender las demandas urgentes del momento actual, abandonen el empeño iniciado y lo hagan fracasar.

En la precariedad vivida por el intenso y cruel bloqueo imperialista, por los retrocesos del programa social de la Revolución dada la crisis, los errores cometidos, las desviaciones en la política económica y el cerco del capitalismo mundial sobre nosotros, es fundamental propiciar la organización popular para la resistencia y la creación en estas difíciles condiciones.

En los días del debate escuchamos apelar a «la unidad revolucionaria» como frase dedicada a disolver un enfrentamiento de criterios. Estas apelaciones a la unidad, lejos de realizarla, la sepultan, la reducen a una fórmula discursiva, un rezo, un hechizo que pretende hacer desaparecer una desavenencia en la práctica; pero que solo solapa y silencia las posturas enfrentadas. La unidad revolucionaria que debemos construir se funda en la contradicción.

aludir a «la Revolución», «la Patria», «el socialismo», etcétera, como abstracciones vaciadas de sentido niega toda posibilidad de actividad política concreta y desgasta todo debate en una horrible procesión de palabras vacías.

Un tercer peligro es la instrumentalización discursiva de lo que representa La Comuna. En el sentido de que su solo hecho — la aglutinación de todos esos colectivos en un mismo espacio «bajo la bandera de la Revolución» — sirva de apropiación oportunista para afirmar y paralizar: «miren, los jóvenes apoyan la Revolución y ello significa que todo está bien». Esta es una amenaza latente que toda revolucionaria y revolucionario debe evitar y condenar si se diera el caso.

Una corona popular y diversa nacía allí, pero no corona nada aún, porque nada hay que coronar todavía.

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