Un nuevo fenómeno asociativo: los espacios y colectivos emergentes de jóvenes revolucionarios.


Raúl Alejandro Palmero Fernández - Bufa Subversiva - Tomado de Cubadebate.- En los últimos años han cobrado fuerza las manifestaciones de espontaneidad juvenil revolucionaria. El fenómeno se ha evidenciado a través de actividades barriales, redes educativas, proyectos artísticos, grupos de Telegram, representaciones públicas en defensa de la Revolución y por la profundización de sus luchas; todas, en gran medida, encausadas por colectivos emergentes.

Hablamos de proyectos comunitarios de diversas índoles, medios de comunicación digital, grupos de debate en las redes y de confrontación virtual a las tendencias contrarrevolucionarias, colectivos de varios credos religiosos, por la reivindicación de las personas con limitaciones físicas, iniciativas feministas, por los derechos de las personas con identidad LGBTIQ, la protección animal y la justicia ambiental. En general, un conjunto heterogéneo de colectivos, espacios, redes, movimientos, organizaciones, medios de comunicación e identidades juveniles revolucionarias, que no se encuentran circunscriptas bajo la sombrilla de las organizaciones juveniles tradicionales de la Revolución.

Mucho nos queda por conceptualizar, interpretar y comprender sobre este fenómeno asociativo, que redimensiona la composición y flujos de movimientos a lo interno de la sociedad civil cubana, en particular en sus sectores juveniles.

También resulta válido aclarar, que no todos estos espacios quedan enmarcados dentro de la emergencia revolucionaria. Existen experiencias en el país de redes, proyectos y movimientos, con un trabajo consolidado durante décadas, y que igualmente cobran fuerza y visibilidad en la coyuntura actual.

No obstante, y teniendo claras las limitaciones teóricas que aún padecemos, convenimos llamar a estos grupos, al menos hasta alcanzar madurez sobre el asunto, como “espacios o colectivos emergentes revolucionarios” (CER).

Las dinámicas de funcionamiento e interacción, entre e inter CER, distan mucho de las que estamos acostumbrados a gestionar en nuestras organizaciones juveniles y estudiantiles. Se aprecian nuevos y frescos métodos de trabajo, comunicación y movilización. También, en medio de su diversidad y dispersión, interactúan con contradicciones que en su mayoría no versan sobre principios o fundamentos revolucionarios, pero que, no obstante, pueden alcanzar distintos niveles de tensión en lo referido a maneras de hacer, interpretar la Revolución, practicar la ética revolucionaria, y definir las prioridades juveniles en el país.

Aunque en su totalidad se reconocen como grupos que buscan profundizar y defender la obra revolucionaria, reivindican su autonomía al margen de la institucionalidad, aunque están dispuestos en mayor o menor medida, a trabajar de conjunto con las organizaciones juveniles tradicionales.

Otra característica general, es que una buena parte de estos jóvenes muestran una simbiosis en su activismo o militancia, pues son miembros de organizaciones como la AHS, la FEU o la UJC, y al mismo tiempo se manifiestan a través de sus espacios emergentes.

Los CER son también un resultado de acumulados históricos de la Revolución. Disímiles casusas han propiciado su desarrollo en nuestra sociedad, pero quizás puedan resumirse 3 factores esenciales:

  1. La consolidación de la informatización del país, el uso de Internet y en particular de las redes sociales. A través de estas plataformas los jóvenes se agrupan por afinidades, se asocian y constituyen verdaderas colectividades virtuales que sirven de interfaz entre el mundo de las redes y las acciones concretas en barrios, comunidades o en el propio espacio digital.
  2. El advenimiento de la pandemia de covid 19, que imposibilitó a numerosos sectores juveniles reunirse e interactuar bajo el cobijo de las organizaciones tradicionales, así como resultó un obstáculo ante la necesidad humana de socializar.
  3. Las expresiones de anquilosamiento en algunas estructuras y niveles de las organizaciones juveniles con reconocimiento institucional, que no lograron satisfacer las demandas de actuación y activismo de distintos sectores jóvenes.

Lo cierto es que, independientemente de la postura que asumamos en lo personal sobre el fenómeno asociativo en cuestión, se trata de una realidad objetiva que convive entre nosotros, no ausente de contradicciones, problemáticas y vulnerabilidades, que merecen atención y seguimiento por las entidades y organizaciones que, a partir de un mandato popular, deben atender y relacionarse directamente con las juventudes.

Conspirando ideas: La UJC a la vanguardia

Partiendo de esta realidad, el Pleno del Comité Nacional de la Unión de Jóvenes Comunistas desarrollado en diciembre de 2021, dedicó amplios debates al análisis e interpretación de la emergencia revolucionaria. Las fortalezas, los peligros, la necesidad de la unidad, así como el papel que cumple la UJC en la atención y formación de las nuevas generaciones, redundaron las jornadas de trabajo. Una propuesta alcanzó consenso: realizar un evento convocado y coordinado por la organización de vanguardia, que agrupara a la mayor cantidad de estos espacios, con el objetivo general de articular la unidad revolucionaria.

De ahí surgió la idea de La Comuna, trabajando desde la semiótica el simbolismo de La Comuna de París y su afinidad con los procesos revolucionarios. Se llamó a la colectividad, la articulación como vía efectiva para la lucha por la justicia social y la defensa de la Revolución. Se buscó la movilización sobre la base del marxismo y los valores revolucionarios.

La Comuna, además, hace referencia a una unidad político administrativa de base, fundada sobre principios de poder popular, en donde se pondera la cosa común, o aquello que nos une.

Se decidió, desde un inicio, que el evento debía romper esquemas, y ser pionero en los métodos y estilos que rigen los nuevos tiempos. Por eso, a pesar de que contábamos con una concepción general de lo que aspirábamos, decidimos reunir a buena parte de los principales líderes de los CER para plantearles la propuesta, escuchar sus opiniones, y establecer un sistema de trabajo que nos permitiera construir de conjunto el cónclave.

Esa primera reunión resultó clave. Allí se definieron tres objetivos o ejes temáticos de la futura discusión: analizar la situación y los retos de las juventudes cubanas; desarrollar propuestas integrales sobre la formación política y axiológica en barrios, comunidades, y células de base de todas las organizaciones; y construir un mecanismo efectivo de articulación, entre todos los espacios y organizaciones participantes, con la UJC liderando.

Con estos ánimos se formó una comisión organizadora mixta, con integrantes de la organización política y los CER. Nos guiamos por dispositivos horizontales de participación, métodos de construcción colectiva, y fundamentos de la educación popular, que se convirtieron en principios de actuación.

También se decidió innovar respecto a las maneras de comunicar y entregar la información a los participantes. Los audiovisuales serían el mejor interlocutor para los mensajes; los documentos, luego de un proceso de consulta, se presentarían a través de una apk elaborada por la UCI con toda la información relativa al evento.

Sumado a lo anterior, se trabajó como elemento distintivo, un ambiente de mística revolucionaria. Los delegados que llegaban a las puertas del Pabellón Cuba, eran recibidos desde la acreditación por los jóvenes de la Brigada José Martí de Instructores de Arte en la Habana; con performances e interpretaciones sobre etapas y sectores sociales relevantes de la historia patria.

Una vez que se llegaba al conocido túnel del pabellón, los participantes pegaban en las paredes papeletas de colores con frases que mostraran sus expectativas con el evento. Finalmente, con las manos pintadas, plasmaban su huella con los colores de la bandera en un boceto de nuestra insignia nacional, dibujado por los propios instructores.

Las áreas desbordaban colorido y diversidad. Símbolos, carteles y exposiciones acompañaron a la bandera cubana. Las jornadas iniciarían con el documental Hoy va a hablar Fidel, del cineasta Jorge Luis Sánchez.

Todo este proceso organizativo no estuvo exento de contradicciones que se extenderían al evento, y su etapa posterior. Solo el apego a los principios revolucionarios, y la jerarquización del horizonte común, permitirá consolidar la unidad ansiada.

Bajo una misma bandera: La Revolución

Sobre la base de los objetivos propuestos, se desarrolló el Primer Encuentro de Juventudes Revolucionarias “La Comuna”, los días 25 y 26 de febrero. El trabajo se dividió en 3 comisiones, moderadas por dirigentes de la UJC. El calor de los debates previos se profundizó en las jornadas, pero siempre desde el respeto y la ética.

Se obtuvieron valiosos acuerdos, y propuestas de acciones concretas para implementar en el resto del año. La Comuna, se estableció como Foro nacional permanente de juventudes revolucionarias, un mecanismo permanente de concertación entre la Unión de Jóvenes Comunistas y los espacios emergentes de jóvenes revolucionarios.

Se alcanza un avance sustancial en las dinámicas participativas juveniles del país. La participación activa y efectiva implica dos requisitos esenciales: posibilidad de iniciativa y capacidad de decisión. Lo que se traduce en una mayor redistribución del poder a través de su transmisión a más implicados, así como la intervención de los partícipes no solo como beneficiarios sino como formuladores.

Hay que aclarar, porque pueden existir confusiones, que se trata de un foro, como espacio y mecanismo de debate, y no del surgimiento o fundación de una nueva organización. Por lo tanto, no debe entenderse a La Comuna como sujeto político, sino como mesa donde se sientan a discutir en concordia todos los espacios y organizaciones.

Se respetan la autonomía y relaciones de horizontalidad, pero también se reconoce la función de guía y vanguardia que corresponde cumplir a la UJC con respecto a todas las juventudes del país.

Otro importante avance fue el de crear grupos de trabajo mixtos, para apoyar, asesorar, o cooperar cuando así se les requiera, a las diferentes esferas del Comité Nacional de la UJC en lo referido la concertación de políticas, diseños de estrategias o planificación de acciones.

Con el mismo espíritu, la UJC se comprometió a instruir a sus diferentes estructuras, a lo largo y ancho del país, acerca del nuevo fenómeno asociativo; sensibilizar con el tema, crear canales efectivos de comunicación, y “dar las mieles” a sus comités provinciales y municipales sobre la atención a estos importantes grupos juveniles.

En igual sentido, los CER, acordaron la unidad de acción con la UJC: sumarse, apoyar, y continuar fortaleciendo el trabajo político y comunitario, afianzando la mancomunidad y la cooperación con la organización política.

Esencial es el hecho que los colectivos, en la Resolución del evento, reconocieran a la UJC como el vínculo oficial entre sus membresías y la institucionalidad revolucionaria.

El cónclave cerró con épica: todos juntos, en círculo, cantamos el Himno del 26. La declaración final, suscrita por todos los miembros de La Comuna, inundó durante varios días el espacio público. El texto, sin precedentes, se tituló “Bajo una misma bandera: la Revolución”.

La Comuna: ¿Qué ha pasado?

Queda mucho por hacer. Aspirar a la unidad real y no solapada en discursos o concesiones, la comunión de sentimientos y acciones, supone un proceso gradual de esfuerzos y tensiones constantes, que debe trabajarse sin descansos ni desesperos. El rumbo está definido, corresponde ahora ir abriendo el trillo, sin desviarnos del horizonte y la confianza en el camino.

Sobre este reto principal de nuestro tiempo, nos sentimos continuadores de Fidel, que al respecto sentenció:

“Para mí unidad significa compartir el combate, los riesgos, los sacrificios, los objetivos, ideas, conceptos, y estrategias, a los que se llega mediante debates y análisis. Unidad significa la lucha común contra anexionistas, vende patrias y corruptos, que no tienen nada que ver con un militante revolucionario. A esa unidad en torno a la idea de la independencia y contra el imperio que avanza sobre los pueblos de América, es a la que me referí siempre. (…) La Vieja consigna prerrevolucionaria de unidad no tiene nada que ver con el concepto, pues en nuestro país no existen hoy organizaciones políticas buscando el poder. Debemos evitar que, en el enorme mar de criterios tácticos, se diluyan las líneas estratégicas e imaginemos situaciones inexistentes.”

A tono con esa máxima fidelista, la Unión de Jóvenes Comunistas carga sobre sus hombros la alta responsabilidad de ser garante de este logro. Con la ejemplaridad y preparación de sus cuadros y militantes, tiene que simbolizar un referente donde estos jóvenes encuentren respuestas, apoyos e impulsos.

En el futuro próximo, los miembros del foro La Comuna, deberán aunar talentos y voluntades, para ir resolviendo poco a poco las contradicciones no antagónicas que existen entre las diversas tendencias revolucionarias a su interior. Ponderar la ética y los valores de nuestros antecesores como savia de todo accionar; erradicar cualquier avispo de egocentrismo, vanidad y superficialidad.

Es menester demostrar con resultados concretos que la unidad no solo es una necesidad histórica, premisa sine qua non en nuestras luchas, sino una condición posible de alcanzar en las circunstancias actuales.

Resulta imperioso, que de la acción coordinada y los saltos cualitativos en materia ideológica, se desgajen las dudas e inseguridades que desde fríos escritorios pueden generarse sobre este gran esfuerzo. Que prime la solidaridad, la camaradería, la cooperación, y la alegría de construir los sueños; que se despoje, de una vez y por todas, la conspiranoia, el cibercaudillismo, y los rezagos del “infantilismo izquierdista” que hace tantos años denunciara Lenin.

Significaría un acto de traición histórica, no reconocer y juntar todas las fuerzas que en este momento crítico pueden defender la Revolución. De la misma manera actuarían aquellos que guardan recelos y fobias hacia la institucionalidad.

Las organizaciones, con sus defectos, virtudes y potencialidades urgen ser transformadas desde dentro. No resulta un acto heroico cantar a cuatro voces los errores e incosistencias que en estas persisten, al contrario, significa una profunda vergüenza y una muestra de nuestra incapacidad personal para trasformar el entorno. Tampoco es valeroso achacar a instituciones los errores humanos de personas que no hayan podido mantenerse en la vanguardia.

Jamás me cansaré de repetir que la Revolución es más que sus instituciones, pero es también sus instituciones. Éstas, a través de las mujeres y hombres que las personifican, constituyen la columna vertebral del proceso revolucionario.

Un valioso compañero metaforizó que la relación entre las organizaciones históricas y los espacios emergentes debe figurar la composición de un frente único de batalla, donde las primeras constituyen el ejército regular y poderoso, y los CER, las columnas que hacen guerra de guerrillas.

Yo sumaría a lo anterior que, a pesar de reconocer las potencialidades de todas las formas de lucha, ese Ejército Regular, formado gracias al triunfo de las otrora guerrillas, no puede disolverse en pequeños grupos por decisión propia, sentenciando su derrota.

En esta lucha sin contemplaciones a que estamos sometidos, perder una columna guerrillera, es sin dudas un duro golpe, pero desmembrar el Ejército regular, resultaría de inmediato, el fin de la Revolución. Los CER representan un aporte fundamental al proceso revolucionario, pero sin organizaciones como la UJC o la FEU, sencillamente el proceso está condenado al fracaso.

El respeto ha de constituir el cimiento de lo que se pretende edificar. El reconocimiento y trabajo conjunto con la emergencia revolucionaria, no puede erigirse jamás en detrimento de las organizaciones juveniles históricas de la Revolución, que en mi opinión, siguen salvaguardando el mayor capital simbólico y las fuerzas movilizadoras principales con que cuenta el socialismo cubano.

Aceptar la diversidad, no es sinónimo de potenciar la atomización de las juventudes cubanas, que conllevaría, como efecto dominó, a la consecuente dispersión y desunión de las fuerzas revolucionarias. Nuestras organizaciones juveniles deben fortalecerse, enriquecerse, nutrirse, y erigirse con mayor fuerza a partir de estas experiencias.

Son muchos los aportes y enseñanzas positivas sobre los que pueden retroalimentarse la emergencia y la institucionalidad. Por un lado la frescura, las nuevas maneras de hacer, comunicar, construir, participar, movilizar; las luchas contemporáneas y aspiraciones que deben reivindicarse por la institucionalidad revolucionaria. Por otro lado, la disciplina, humildad, capacidad, responsabilidad, lealtad, capacidad movilizadora y espíritu de sacrificio que podemos encontrar en muchos militantes de nuestras organizaciones juveniles.

La Comuna, no sería exacto subestimarla, significa un hito para mi generación. En medio de tantas dificultades y del ataque incesante de los enemigos de la nación, las diversas tendencias de juventudes revolucionarias deciden unirse por vez primera para defender en cuadro apretado la Revolución. Es nada más y nada menos que la Unión de Jóvenes Comunistas quién lidera la marcha.

Los comuneros y comuneras nos definimos continuadores de las ideas revolucionarias de Martí y Fidel, y trabajaremos en función de profundizar la Batalla de ideas iniciada por el Comandante en Jefe.

¡Luchemos!, con todas y todos, entre todas y todos, por preservar y perfeccionar la obra. Aquellos que se autoexcluyan, serán barridos por la Historia. Confío en que estaremos a la altura de nuestros gloriosos antecesores.

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